Laurita Fernández, en pleno éxito de Legalmente rubia: "No hay que creerse mucho nada"
Laurita Fernández está pasando por un gran momento. Protagoniza Legalmente rubia en el teatro, conduce y también apuesta al amor. Hablamos de su carrera, los prejuicios y su forma de vivir el éxito.
4 de agosto de 2024
Laurita Fernández, nuestra chica de tapa de agosto. - Créditos: Inés Auquer
Laurita quiere que le digan Laurita porque lo siente más familiar, más cariñoso, más cercano. Y aunque en los últimos años Laurita Fernández se convirtió en una de las referentes de los musicales porteños, no tiene aires de diva. Hoy protagoniza "Legalmente rubia" en el Teatro Liceo de martes a domingo y conduce "Bienvenidos a ganar" por el Nueve de lunes a viernes. No para y sí, está cansada, pero no se le nota.
Laurita disfruta de lo que le pasa, disfruta observando el camino, el crecimiento de todos estos años desde sus inicios como utilera, su paso por el Bailando, que la hizo popular, el ansiado protagónico de Sweet Charity, la consagración en Matilda.
Laurita es una convencida de que las oportunidades fueron aprovechadas porque ella se había preparado mucho para que así fuera. Repasamos juntas ese recorrido, hablamos de su nuevo amor (y también de los del pasado), de prejuicios, de aprendizaje y de sueños cumplidos.
CONJUNTO SASTRERO DE BLAZER Y PANTALÓN (SOFÍA ACOSTA, $235.800 Y $140.200), ANTEOJOS DE SOL (CHITA, $38.000), BOTAS EN PUNTA (DERA, $149.000). - Créditos: Inés Auquer
¿Cómo arrancó todo?
Yo me acuerdo mucho de ser muy chiquita, tres, cuatro años, y decirle a mi mamá que quería hacer baile. Nosotros vivíamos en Mataderos y me llevó a un estudio de danza donde daba clase un ex profesor del Colón que era súper estricto, y estuvo buenísima esa formación. Después, fui pasando a otros estudios de baile como para empezar a practicar otras disciplinas, no solo ballet clásico... Hice jazz, tap, gimnasia artística. Cuando era un poco más grande, empecé a ir con mi mamá a ver comedias musicales, me acuerdo de que se estrenaba Fiebre de sábado por la noche, se había estrenado Sweet Charity también. Y cuando las vi quedé fascinada con lo que era y dije: “Ay, esto es lo que quiero hacer”. Entonces empecé a estudiar canto y actuación también. Todos los días, después del cole tenía clases de algo, de seis a nueve. Siempre tuve claro que me tenía que formar y capacitar para poder dedicarme a esto que me hace feliz hoy.
Re enfocada...
Sí, desde re chiquita. Y en esa época de la secundaria en que empezás a salir, a juntarte en la plaza hasta tarde, yo nunca lo dudé. No salía, no hacía nada. Siempre fue mi prioridad prepararme para esto.
¿Quiénes fueron los primeros que creyeron en vos?
Mi familia, el círculo familiar. Mis viejos. Me acuerdo de que un día estábamos en la mesa de la cocina y mi mamá vio un anuncio en el diario que decía que Pepito Cibrián estaba dando clases de comedia musical. Y ella me dijo: “Ay, mirá, es lo que vos querés, te puedo llevar a la clase, así te conoce”. Quedaba recontra lejos, entonces mamá me iba a buscar al secundario, me hacía una vianda con merienda y me llevaba hasta el centro. Empecé a ir desde Liniers al centro, a las clases de Pepito Cibrián en el Teatro Globo, hasta las diez de la noche. Mi papá me iba a buscar y me traía a mi casa de vuelta. Ellos estaban separados, pero siempre mi papá a la noche me traía. Pepito me conoció en las clases y a fin de año me invitó a ser reemplazo en una obra en el Lola Membrives, y para mí era un sueño cumplido. Tenía 16 años, estaba en cuarto año, entonces mis papás tuvieron que firmar un consentimiento. Lo hicieron con la única condición de que a fin de año rindiera todas las materias. Y las rendí, obvio. En enero se estrenó El fantasma de Canterville, ahí en el Lola Membrives, donde no solo era reemplazo, sino que también hacía toda la parte de utilería y movía trastos y escenografía con los técnicos.
Lo que se llama empezar de abajo, ¿no?
Sí, me hizo aprender un montón de cosas, y yo feliz. Aparte, movía los trastos maquilladísima, toda la cara pintada de blanco fantasma, por si me tocaba salir.
Siempre lista, ella.
Olvidate, siempre maquillada. Y me ha tocado salir y rápidamente llamás a tu familia, tipo “hoy salgo, hoy salgo, vengan”. Siempre cuento la anécdota de que mis viejos iban a ver la función y sacaban fotos en el apagón porque yo aparecía ahí. Cuando se apagaban las luces para mover las cosas. Ahí empecé, después ya quinto año lo rendí libre porque empezamos a irnos de gira y hacíamos la temporada de otra obra donde yo ya era del elenco estable. Y mis viejos siempre me re apoyaron con la condición de que estudiara y que el secundario lo terminara en tiempo y forma.
VESTIDO DE PANA CON VOLUMEN (PILÓN, $510.000), MEDIAS 3/4 (MORA, $4730), MOCASINES (OGGI, $110.000). - Créditos: Inés Auquer
¿Pepito fue el primero en darte una oportunidad, entonces?
Sí, y un poco a ciegas. Porque te pueden ver en una clase, te pueden tomar un casting, pero es una apuesta, después pueden pasar mil cosas, ¿no? Esa oportunidad que me dio Pepito fue súper importante y muy valiosa y yo siempre la voy a recordar. En la tele también confiaron en mí. Cuando empecé en la conducción, Marcos Gorbán me dio esa primera gran oportunidad en la tele y también, en cierta forma, lo hizo a ciegas. Podía haber algo en mí que le daba esa confianza, pero no sabía, y apostó.
¿Cómo fue ese salto del teatro a la tele y la masividad?
Primero hice las temporadas con Cibrián. Me iba a ir afuera, me había ganado una beca para estudiar en Estados Unidos comedia musical para la que había trabajado muy duro. Yo estaba chocha con mi beca, ese era mi plan, listo, chau, me voy. Y justo acompañé a mis amigas de danza al casting de Bailando por un sueño para joder, porque, la verdad, nunca me imaginé quedar. Estaban todas montadísimas y yo caí en jogging. Había miles y miles de bailarines, una fila eterna, y terminé quedando.
Ahí apostaste vos, era la beca o la tele.
Ahí dije “bueno, ¿qué hago?”. Y mi papá me dijo: “Mirá, es una oportunidad que por algo también se dio y el día de mañana por ahí te podés costear vos el viaje a Estados Unidos para estudiar”. Y opté por quedarme y probar para ver qué pasaba. Entré en ese mundo que yo prejuzgaba un montón porque venía del teatro y del musical y me parecía como que era todo muy superficial, muy frívolo. Me parecía que no daba, que bailaban con poca ropa, que se metían mucho en tu vida. Pero a la vez me encantaba estar dándome a conocer a través del baile en la tele. Igual, aunque estaba buenísimo, con la popularidad llegaron también las dudas. ¿A qué aspiro?, ¿qué quiero hacer?, ¿cuánto tiempo más voy a poder bailar? Me daba como un poco de miedo no saber hasta cuándo iba a durar. Y al poco tiempo pensé que tenía que hacer algo más, aposté a la conducción. Sentía que no había muchas conductoras de mi edad. En ese momento, además del Bailando, yo animaba fiestas y había aprendido mucho ahí. Bastó con manifestarlo que al toque me enteré de un casting random en Canal 9 para un programa de adolescentes. Y yo dije “me mando”. Llegué y no sabía ni para qué era. Arranqué ahí como notera, después vino Combate, y ahí empezó el camino de la conducción.
CONJUNTO SASTRERO DE BLAZER Y PANTALÓN (NUMERO FI, $194.000 Y $76.400), REMERA (MARIA PAEZ, $46.000), MOCASINES (DERA, $135.000). - Créditos: Inés Auquer
Y de repente fuiste Laurita. ¿Quién te dijo Laurita por primera vez?
Fue Marcelo (Tinelli). Porque era la más pequeña de todo el staff cuando entré a Bailando por un sueño. Y se volvió un diferencial que a mí me encanta. Muchas veces me pasa en muchas entrevistas que dicen: “Bueno, ya estás para Laura, ¿no?”. Pero a mí no me molesta Laurita. Porque no lo vivo como algo peyorativo o irrespetuoso, sino con cariño. A mí me encanta, me hace sentir más cercana. Y después, cuando hice Sugar, Gustavo Yankelevich me dijo: “Es Laurita, no es Laura”. Y bueno, si alguien como él me dice que es Laurita, le voy a hacer caso. Y quedó.
Se concretó el sueño de la comedia musical finalmente. Sugar, Matilda, ahora Legalmente rubia... Sos la protagonista femenina de los musicales hoy en día, ¿qué sentís con esto?
Me acuerdo de soñar y anhelar. No es que tenía el sueño de decir “quiero ser famosa”. No, yo quería que mi ocupación diaria fuera hacer lo que me gusta. Después el camino vino acompañado de la popularidad, de hacerme conocida, pero siempre con mucho estudio, mucho esfuerzo, de laburar mucho y muy duro para estar capacitada por si esa oportunidad llegaba. Y fue muy loco porque cuando se dio la oportunidad de protagonizar Sugar, fue en el Lola Membrives, el mismo teatro donde yo había empezado como utilera. Donde yo me maquillaba todos los días para ver si salía de reemplazo. Y de pronto estaba haciendo semejante obra y semejante musical. Fue muy fuerte. Y ahí empezaron a llegar oportunidades divinas. Pero es el desenlace de una historia, de lo que mis maestros me capacitaron para estar lista para cuando llegara ese momento. Porque si no, no llegás. Siempre es fundamental la preparación, cada musical y obra que se va presentando la vivo como un nuevo desafío.
De los grandes musicales, ¿cuál decís “este me encantaría hacer”?
Uy, hay un montón. Amaría hacer Chicago. Una versión moderna, bien potente. Me encantaría hacer Moulin Rouge. Sweet Charity es otro que marcó mi carrera y sería un sueño.
El sueño se concretó y, como decís, vino acompañado de la popularidad, ¿en algún momento te abrumó la exposición?
Siempre supe que era el lado B. Pero la verdad es que todo lo que tenía que ver con los escándalos o peleas mediáticas o lo que fuera, yo nunca lo transité con tranquilidad. A mí me re afectaban. No soy una persona que disfrute del conflicto. Siempre trato de conciliar. No soy irónica, no me río del conflicto. Entonces, toda esa parte me acuerdo de que la padecía bastante. Sí es verdad que estando en el reality te terminás acostumbrando, pasan cosas a diario y siempre tenés que salir a responder. Ahora que ya es algo más aislado que vengan con un micrófono a preguntarme algo de mi intimidad, me desacostumbré, lo vivo distinto y lo encaro distinto. Ya no tengo por qué responder todo ni hablar de todo. Me pasó igual con las redes..., al principio mostraba todo en redes, y ahora lo veo a la distancia y no entiendo por qué. Hoy no lo haría y no lo hago, de hecho. Trato de mantener cosas para mí. Pero bueno, fue un camino de ir aprendiendo, prueba y error, como todo en la vida.
Hablando de prueba y error..., ¿qué aprendiste de esas relaciones que se hicieron públicas y que no funcionaron?
Uno de los más grandes aprendizajes es que la pareja es de a dos. Entonces, lo que siento es que cada vínculo me hizo una mejor versión de mí misma. Fui mejorando en distintos aspectos. Todas mis relaciones me fueron llevando a ser la compañera que soy hoy con mi pareja. Y en cuanto a cosas que aprendí de mis relaciones anteriores..., aprendí a priorizarme. Muchas veces elegí dejar de hacer algo por el otro y me sentí apagada o perdida. En relaciones del pasado me pasó de no sentirme acompañada ni impulsada en mi profesión, que para mí es re importante. Hoy entiendo que no tiene que ver solo con el otro, sino con que también una deja que eso pase. Entonces, lo que yo siento que aprendí es a no permitir que me tiren abajo algo o que no me dejen ser quien quiero ser. Pelu, que es mi pareja actual, un día me dijo: “Yo no tengo que pagar los platos rotos de otros vínculos, pero entiendo que estés a la defensiva, que quieras marcar tus límites porque no querés que te vuelvan a pasar determinadas situaciones”. Y claramente yo encaré esta relación con muchos miedos, necesitando dejar en claro lo que ya no quería que pasara en mis vínculos. Él también es muy comunicativo, entonces ya desde un inicio hablamos un montón. Y cada cosa que al otro le puede hacer, no sé, ruido o incomodar, o lo que sea, lo hablamos un montón. Está re bueno.
CAMISA, POLAINAS BUCANERAS Y MITONES (PILÓN, $260.000, $70.000 Y $35.000), MOCASINES ($170.000). - Créditos: Inés Auquer
Traés algo que se pega un poco al mensaje de Legalmente rubia, esto de no simular ser alguien que no sos.
Total, no cambiar por el otro. Es muy loco que me haya llegado este personaje en este momento.
¿Sentiste que te pasó a lo largo de tu vida con tus parejas?
Sí, sentir que a mi compañero no le daba tanto orgullo lo que hacía. Y hoy lo veo y digo “qué boluda”. Pero lo tuve que vivir, lo tuve que pasar. Obviamente, no voy a decir qué trabajo, porque estaría delatando de qué vínculo estoy hablando. Pero bueno, repito, me hubiese gustado, capaz, estar más despierta o tenerlo más claro antes, sí, obvio, me hubiese gustado ya haber nacido con todo eso claro, pero no.
¿Cómo arrancó tu historia de amor con Pelu (Claudio “Peluca” Brusca)?
Arrancó en una etapa de transición en mi vida, en la que me estaba mudando, justo falleció mi abuela y estaba como en esa etapa de “¿qué vendrá?”. Me llegó justo un llamado de él, que era productor de El Trece, para reemplazar a Guido Kaczka en el programa de la tarde. Yo lo conocía, me acordaba de que él tenía una “peluca”, una porra así gigante. Yo sabía que era muy buen productor, pero a nivel personal lo re prejuzgué. Tenía otra idea de él, no había nada que me pudiera atraer de él como hombre, de lejos, digamos. Cuento esto porque cuando lo conocí para hacer el primer programa pensé: “Ay, que lindo”. Se había cortado todo el pelo, yo no lo había visto con su nuevo look y me pareció re canchero. Viste ese contraste del prejuicio, la baja expectativa y la sorpresa. Pero nada, yo obviamente no le dije nada. Empezamos a laburar, él tiene un carácter fuerte para trabajar y yo, la verdad, también. Al principio medio estábamos a los tirones, hasta que nos empezamos a entender. Pensamos muy parecido, tenemos un humor muy similar y empezamos a entendernos muy bien trabajando. Yo estaba en una historia, él estaba en otra, entonces nunca existió esa posibilidad de algo al principio. Después, a fin de año, empezamos a hablar más y sentí que podía haber algo, pero me daba miedo de probar y que saliera mal...
Y perder al productor con el que te llevabas bárbaro.
Es re difícil conseguir esa simbiosis que teníamos en el laburo diario de productor-conductora. Entonces no queríamos cagarla. Justo con él no quería arruinar ese vínculo y a él le pasaba lo mismo. Y bueno, lo arruinamos, pero salió bien.
Tanto que fue el primero con el que decidiste convivir. ¿Qué aprendiste de vos en la convivencia?
Aprendí a disfrutar. Siempre fui muy solitaria, me gustaba mi soledad, disfrutaba vivir sola. Sentía que me iba a costar convivir, que siempre hubiera otro. Y lo que aprendí es que cuando el silencio entre dos no incomoda, es que está todo bien. Eso es como lo que más me copó. Además, nos complementamos un montón en las tareas. Él cocina, yo no. Yo arreglo las lamparitas, él no. Entonces es como que nos pusimos rápidamente de acuerdo y nos organizamos muy rápido. A mí me daba miedo sentirme ahogada con la presencia de otro después de tantos años viviendo sola, pero por suerte no pasó.
Volviendo a Legalmente rubia, ¿con qué prejuicios te encontraste a lo largo de la carrera?
Todos en algún momento hemos prejuzgado. Es inevitable encasillar a alguien, ¿no? En lo personal, sí me pasó mucho por venir del Bailando, me costó mucho desterrar ese prejuicio. Así como yo cuando fui al casting me creía superior porque venía del teatro y ahí estaba prejuzgando, porque después entré y aprendí muchísimo y la pasé increíble, son años que recuerdo con mucha felicidad. Pero yo empecé prejuzgando ese mundo y después fui prejuzgada por ser parte de él: “Ay, no, es la del Bailando”, “no sabe ser otra cosa”, “es la típica rubia”.
¿Sentís que tenías que demostrar más por ser rubia hegemónica?
No sé si por eso, sino por algo que tenía que ver con el mundo del que yo venía. En ese momento estaba todo muy encasillado. El que era actor de novelas, el de cine, el de teatro, los mediáticos, los del Bailando... Entonces siempre tenía que demostrar que era más que solos eso. No quiero hablar de machismo porque no siento que tenga que ver con el machismo, pero obviamente también el ser mujer en un ámbito donde la mayoría de los conductores, por lo menos de mi generación, eran hombres, me hizo plantarme de otra manera. Pero siempre me sentí muy respetada por todos mis compañeros y sobre todo por los jefes o los productores que me han contratado. Nunca viví un momento incómodo o de hacerme entender otra cosa, siempre me cuidaron mucho.
¿Tuviste que poner los puntos en algún momento?
No. Donde yo me tenía que plantar, tenía más que ver con una crítica de compañeras o de excompañeras. Pero sí estaba ese prejuzgar por venir de tal lugar. También me pasaba que cualquier logro profesional lo vinculaban con algún romance. “Seguro tiene un romance con el amigo del director”.
¿Nunca te pegó el síndrome del impostor?
No, cero, al revés, me daba más ganas de decir “ah, sí, mirá, vas a ver que lo puedo hacer”. Igual, eran comentarios de miércoles porque a otra persona la pueden tirar muy para atrás. En mi caso no, al revés, me daba una bronca y unas ganas de demostrar lo contrario, me daba más fuerza. ¿Por qué no puedo tener logros profesionales sin venir quizá de ser “la hija de” o “la pareja de”? Pero bueno, ya no me pasa. Eso fue al principio y también sé que tuvo que ver con que muchas de mis parejas eran conocidos. Pero, ¿qué iba a hacer? Esa era mi vida, era mi entorno y todos fueron amores súper verdaderos.
Me copa tu seguridad. ¿Qué consejo le darías a alguien a quien le cuesta ver su propio valor?
Lo laburé mucho en terapia, igual. Esto de tener seguridad en mí misma y de lo que puedo ser capaz. En mi caso, la respuesta está en enfocarme en el camino. La clave es confiar en mí, en mis herramientas, en que laburé mucho y me preparé mucho y mi familia y mis maestros hicieron un esfuerzo muy grande para que yo sea quien soy hoy. Entonces, ¿voy a dejar que porque un gil tuitea “ah, seguro le dieron el papel porque está saliendo con tal...” me quite el mérito? Ni en pedo. Pero bueno, tuve que armarme de cierta fortaleza y también no creer todo lo malo, pero tampoco creer todo lo bueno. Porque está buenísimo este presente que me toca, ojalá toda mi vida sea así, pero quizá vengan momentos en los que las cosas no salgan tan bien.
Relativizar un poco el éxito.
Sí, porque si no, estás en otro planeta. Ojo, disfruto las cosas buenas, vivo lo que me pasa con mucha alegría, ojalá sea duradero. Pero hay que darles a los halagos y a los aplausos el lugar que tienen que tener, ni más ni menos. No creerse mucho nada.
Hablando de creer, ¿sos creyente?
Sí, sí. Quizás antes frecuentaba más la iglesia, fui a una escuela católica y muchas veces iba a misa, pero más como una obligación. Y ahora, siendo más grande, entendí que, más allá de la institución, la fe va por otro lado. En la vida te vas encontrando con situaciones a veces más desagradables o desafiantes o pérdidas, donde recurrís a eso en lo que creés. Entonces me di cuenta de que la conexión iba desde otro lado, más allá del lugar físico donde esté. Yo lo siento también como algo de protección, no solamente para pedir o agradecer. Aunque obvio que soy de pedir, y también de agradecer, agradecer un montón.
Y en este momento de tanta plenitud, si hoy tuvieras que pedirle algo más al universo, ¿qué sería?
Me gustaría seguir en el mundo del entretenimiento, todavía tengo mucho para aprender. Me encanta el programa de talentos que estoy haciendo, me gusta mucho estar frente al que recién empieza y está buscando una oportunidad. Me veo un poco a mí en ese momento, pidiendo un lugar en el mundo. Bueno, y ni hablar de lo que tenga que ver con el teatro, con el musical, porque es donde puedo hacer todo lo que más disfruto: cantar, bailar. En lo personal, yo no tuve la oportunidad de chica de viajar mucho, así que me encantaría explorar la posibilidad de trabajar en el exterior, conocer lugares trabajando. Eso me coparía. La próxima la hacemos desde Tailandia, charlando las dos en una balsa.
Agustina Vissani Secretaria de Redacción de @somosohlala, content manager de SOMOSOHLALA.COM y co-conductora del podcast Neurohacks. Especialista en moda y análisis de tendencias.
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