Paul McCartney en Argentina: el ex Beatle hizo delirar al Monumental en una noche mágica
En su quinta visita a la Argentina, Paul McCartney hizo delirar al estadio de River con clásicos que recorrieron toda su carrera.
6 de octubre de 2024 • 07:47
Paul McCartney en River. - Créditos: Gentileza DF Entertainment
Son muchas las sensaciones que sobrevuelan el primero de los dos recitales de Paul McCartney en el estadio de River, pero quizá la principal sea esa hermosa mezcla de felicidad y gratitud por poder todavía presenciar a un pilar fundamental de la historia de la música corroborando su estatus de mito viviente, tan mítico como la fuente de la eterna juventud, aquella leyenda por la que tantos exploradores, cruel paradoja, deshojaron años de su vida en una búsqueda inútil. Su desgracia fue haber nacido en un tiempo equivocado; si vivieran hoy, podrían preguntarles las coordenadas a Mick Jagger o al querido Paul, dos exploradores modernos que, claramente, se han bañado en esas aguas en más de una ocasión. ¿Tengo pruebas? Ninguna. ¿Dudas? Tampoco.
Que me expliquen, si no, esa rebosante vitalidad que desmiente rotundamente sus 82 años (solo perceptibles en el color de su pelo y en algún que otro leve desliz de sus cuerdas vocales) y que, durante más de dos horas y media, domina el escenario del Monumental con una cautivante simpleza, como si fuera un chico que solo quiere entretenerse y entretener. La respuesta, intuyo, debe esconderse en la inmortalidad de su música.
De Liverpool al mundo
Las tribunas del Monumental recibieron a Paul McCartney. - Créditos: Gentileza DF Entertainment
Se apagan las luces, se encienden las gargantas y “Can’t Buy Me Love” da comienzo a una noche vibrante, sacudiendo con fuerza el Monumental. Le siguen “Junior’s Farm” y “Letting Go”, de Wings, con los Hot City Horns (el trío de saxo, trompeta y trombón) desplegando su talento desde una de las plateas, para sorpresa y deleite de las personas que los rodean y disfrutan de sus cinco segundos de fama en las gigantescas pantallas (mención especial para el esfuerzo de estos tres muchachos, que volverán de la tribuna al escenario y se pasarán la noche soplando sus instrumentos y bailando como si nada).
Con “Drive My Car” y “Got to Get You Into My Life”, el espíritu de los cuatro de Liverpool vuelve a hacer acto de presencia y se queda abrazando a un público totalmente entregado al placer del reencuentro. Sobre el escenario, el ambiente parece contagiarse y los momentos entre tema y tema fomentan una interacción con la gente de gestos cómplices, bailes desinhibidos, algunas palabras en un castellano esforzado pero siempre bien recibido.
Melodías animadas de ayer y hoy
Paul McCartney en River. - Créditos: Gentileza DF Entertainment
Aprovechando el oficio de una banda que ostenta la precisión de un reloj suizo, Sir Paul McCartney recorre las distintas etapas de su envidiable catálogo (los temas incluidos en el set abarcan un periodo de nada más y nada menos que 65 años), acercándose al presente con “Come On to Me” para volver a “Let Me Roll It”, con homenaje a Jimi Hendrix incluido, sumergirse aún más en el recuerdo con una cruda versión de “Getting Better” (acompañada de impactantes imágenes de una naturaleza que reclama su lugar en escenarios posapocalípticos) y alternar entre sus etapas de Wings y solista con la seguidilla de “Let ’Em In”, “My Valentine”, “Nineteen Hundred and Eighty-Five” y una intensísima “Maybe I’m Amazed”.
“I’ve Just Seen a Face” marca la vuelta a los Fab Four, que alcanza su punto más lejano con “In Spite of All the Danger”, primera grabación de los Beatles cuando todavía se llamaban The Quarrymen, y encuentra su continuación natural con el estallido de una armónica que silba las primeras notas de “Love Me Do” y provoca la euforia de un estadio ya inexorablemente rendido a los pies del caballero inglés.
“Todos tienen que bailar esta noche”, sugiere Paul antes de dar comienzo a “Dance Tonight”, y Abe Laboriel, el baterista, se lo toma al pie de la letra: sus desenfadados movimientos se ganan la ovación del público, que inmediatamente pasa de la risa a la emoción frente a los dulces acordes de “Blackbird”, con Paul elevándose en una plataforma con la única compañía de una guitarra, seguido por “Here Today”, el tema dedicado a John Lennon, y “Now and Then”, un viejo tema de los Beatles que la tecnología permitió que fuera recuperado y editado el año pasado.
“New”, del disco homónimo, se encarga de acelerar el tempo para abrirles camino a “Lady Madonna” y una potente versión de “Jet”, antes de que la psicodelia de “Being for the Benefit of Mr. Kite!” llene de colores las retinas.
La noche ya está repleta de clásicos y las sonrisas del público se ven incluso en la oscuridad, pero aún hay sitio para más. Ante la expectativa general, Paul se acomoda el ukelele, “un regalo de George Harrison”, dice, y le dedica una deliciosa versión de “Something”.
Lo que sigue es más historia: “Ob-La-Di, Ob-La-Da”, tema que divide opiniones, pero que hoy es aprobada y coreada por la totalidad de los presentes; “Band on the Run”; “Get Back”; “Let it Be”, una hiperexplosiva versión de “Live and Let Die” bajo una lluvia de fuegos artificiales y, para coronar la noche, la sublime experiencia de cantar el “na, na, na, nara na naaa” de “Hey Jude” en compañía de un coro de miles de personas en pleno éxtasis y con los corazones (literalmente) en la mano. La felicidad en su estado más puro.
Una más y no jodemos más
Paul McCartney en River. - Créditos: Gentileza DF Entertainment
Tras un breve receso, la reentrada de Paul flameando la bandera argentina despierta el instinto futbolero del estadio, que responde al grito de “dale campeóóóón” y vuelve a rugir unos minutos después ante la aparición de un John Lennon virtual cantando junto con Paul algunos versos de “I’ve Got a Feeling”. Tras “Hi, Hi, Hi”, de Wings, el final es 100% Beatles: “Sgt. Pepper’s…”, una tremenda (tre-men-da) versión de “Helter Skelter” que sacude los cimientos del Monumental y, ahora sí, la despedida de la mano de la maravillosa suite de “Golden Slumbers”, “Carry That Weight” y “The End”... Un cierre perfecto para una noche sin tanto misterio pero repleta de magia.