Franco Torchia: “Me asombra la escasez de humor político en este momento”  

El periodista Franco Torchia, activo defensor de los derechos humanos, encarna el papel de “capocrónico” en el café concert con humor político: ¡Como nunca... otra vez! Está en el Teatro Picadero. Este sábado es la penúltima función.


Franco Torchia

Franco Torchia, en papel de humorista, en la obra de café concert Como nunca... ¡otra vez! - Créditos: Gentileza Sebastián Freire



El periodista Franco Torchia, activo defensor de los derechos humanos, referente de la comunidad LGBTIQ+, se animó a la difícil tarea de hacer reír encarnando el papel de “capocrónico”, como se autodenomina, en el café concert con humor político: ¡Como nunca... otra vez! No está solo, lo acompaña Juampi Mirabelli, “la primera vedette hombre” del país, en piano está Diego Penelas. Los dirige Alejandro Tartanian y el libro es de Liliana Viola. 

El Teatro Picadero los aloja los fines de semana a la medianoche. Este sábado es la penúltima función (la próxima es el viernes 28). Si Torchia siempre es un interlocutor lúcido, que estimula la reflexión y la mirada crítica, esta ocasión resulta especialmente oportuna: los últimos hechos de la realidad rozan lo inverosímil, ni qué hablar de poder reírse, algo que él logra en un público que estalla en carcajadas durante la hora y 10 que dura el show. 

 

“Sí, es muy difícil reírse hoy”, reconoce. “Cuando Milei asumió la presidencia, pasaron unos primeros meses y llegó el momento de empezar a ensayar, y me costaba todo muchísimo, me parecía que no íbamos a poder, que no nos íbamos a poder reír y, además, era increíble porque cada cosa que pasaba en la actualidad nos iba desinflando más”. Sin embargo, entre todo el equipo lo fueron logrando, rememora en el café palermitano donde charlamos. “No tengo ninguna duda: la unión hizo la fuerza”. 

Un día después de la entrevista con Torchia, en la que ponderó la función del humor en nuestro país -destacó su rol “monumental” incluso en la época de la dictadura militar- murió el humorista Antonio Gasalla. Franco lo despidió en las redes, como tantas miles de personas, pero además su espectáculo podría leerse como un homenaje a Gasalla, a Tato Bores, a Pinti, por nombrar algunos grandes.  

público, en el Teatro Picadero

El Teatro Picadero se llena de risas, a carcajadas, en las funciones de Como nunca... ¡otra vez! - Créditos: Gentileza de Maru Campello

- ¿Sentís que faltaba humor político? 

- A mí no deja de asombrarme la escasez de humor político en este momento. Porque, vos viste el espectáculo, tampoco Milei es el único que cobra, cobran varios. Lo que pasa es que, bueno, hoy el presidente es Milei, entonces, ¿cómo no te vas a dedicar a él o a Patricia Bullrich? Están dominando la actualidad. Y al ser nosotros también personas LGBT, por supuesto estamos especialmente atacadas en este momento, entonces, no deja de ser también una respuesta artística a esos ataques. Pero, sobre todo, lo que terminó pasando es que Como nunca... ¡otra vez! es una especie de cita barra tertulia, porque a la salida, el teatro cierra y mucha gente se queda en ese pasaje charlando, agradeciendo la risa. Eso es impagable. 

- Las feminidades también tienen un lugar: ¿cómo surgió el personaje de la petera del presidente? 

- Cuando Florencia Peña en 2021 dijo al aire en su programa en Telefe: "Yo no soy la petera del presidente", Juampi me llamó por teléfono y me dijo: "La petera del presidente tiene que existir". Le dije: "Me encanta". Y grabamos un video que subimos a youtube y está superviralizado. Es una entrevista que le hago a Silvia Cañoli, la petera del presidente, que es un personaje gestado por él en ese momento con la particularidad de que, cuando ese video salió en 2021, empezó a ser muy compartido y un montón de personas, esto no lo vas a creer, pero te juro que es verdad, empezaron a preguntarnos si era real. Hasta una trabajadora de Casa Rosada que ahora está jubilada me llamó por teléfono y me dijo: "¿Cómo puede ser que yo no haya conocido a esta mujer nunca?". Estaba cantado que teníamos que llevarlo al teatro porque es un personaje adorable.  

 

- ¿Qué creés que viene a decir este personaje de las feminidades y del poder? 

-Mucho. En principio a mí me parece que estamos ante una trabajadora sexual. Y una trabajadora sexual reconocida por el estado. Esto me parece, como mensaje político, especialmente denso, sobre todo porque el trabajo sexual no está reconocido legalmente en nuestro país. En segunda instancia creo que desacraliza el sexo en general y toda estrategia que desacraliza el sexo me parece muy bien acompañarla. No solamente lo desacraliza, lo burocratiza. Porque ella es una trabajadora de planta permanente. Fíjate cuál es su aspecto, cuáles son sus modos. Ella no tiene una estética muy estridente. No, es una mujer de trajecito. Más bien uno diría una especie de persona gris, tradicional, muy modesta. No es más que eso. Y esa fue una decisión, también. Para darle una especie de sobriedad y hasta incluso de aburrimiento. Una trabajadora del Estado cuya única función es practicarle sexo oral, sobre todo y fundamentalmente, a los presidentes. 

Respecto de la femineidad, si eso es así de verosímil, es porque también en nuestro guion mental siempre imaginamos allí a una mujer. Por eso en un momento el personaje dice: "Brasil tiene peteros". Y son peteros que llegaron al poder con Bolsonaro y en ese momento no daban abasto porque eran hombres atendiendo a Bolsonaro y a todos sus hijos. Eso lo dice el personaje en un momento. Entonces, ojo, porque puede haber hombres que sean peteros. 

Además, porque surge de aquello que dijo Florencia Peña y a Florencia Peña se le dijo petera porque es mujer; no se hubiera dicho esto a Pablo Echarri si él hubiera ido a ver a Alberto Fernández. Le podrían haber dicho corrupto, otra cosa; no petero.. 

Franco Torchia y Juampi Mirabelli, en su papel de petera presidencial.

Franco Torchia y Juampi Mirabelli, en su papel de petera presidencial. - Créditos: Gentileza de Maru Campello

- En OHLALÁ! tenemos la sección “El hombre”. ¿Qué es ser hombre para vos? 

- No tengo la menor idea y me encanta poder responder eso. Hace rato que aprendí que ser mujer y ser hombre es una ficción, es una ficción política. Con ficción política me refiero a una ficción del estado. Eso no significa que sea mentira, ni que en nombre de esa ficción no se perpetúen ni se cometan atrocidades, injusticias y no reine como reina una desigualdad absoluta, abrumadora, entre la ficción hombre y la ficción mujer. Es una narrativa identitaria y, básicamente, creo que todos nosotros, como personas, nos identificamos y nos desidentificamos. 

Hace tiempo que empecé a problematizar la categoría que tanto argumento les da a movimientos políticos como el de Milei: la autopercepción. La categoría de autopercepción siempre fue problemática. Lo vemos hoy permanentemente: cuando se ataca a las identidades trans se las ataca justamente con esa palabra y se bastardea ese término. 

Es un término psicologista complicado, que en su momento fue crucial y la ley de identidad de género de Argentina sigue siendo al día de hoy una ley maravillosa, modelo imitado, etcétera. Ahora la categoría de autopercepción creo que podemos dejarla un poco de lado y pensar que básicamente lo que nos ocurre es que nos identificamos y nos desidentificamos con los géneros. A veces, de manera más marcada, a veces de manera menos marcada. Creo que la profusión hoy de identidades no binarias justamente señala esto mismo. Para generaciones muy previas, como la mía, que tengo 48 años, fue torturante tener que probarme como varón, acercarme a esa identidad, ensayar mi masculinidad. Torturante. Yo no soy una persona trans y tampoco soy una persona no binaria. No obstante, eso funcionó como una verdadera tortura. Hoy ya no. 

 

- ¿Porque tuviste que masculinizarte para encajar en el rótulo de varón? 

- Hace un tiempo estaba mirando un VHS de un momento en el que yo tenía 17. Y después vi uno de cuando tendría 10. Yo era infinitamente más maricón que lo que soy hoy. Cómo caminaba, cómo actuaba, cómo miraba, cómo usaba mi cuerpo, cómo hablaba... Y fue muy shockeante para mí, porque me vi hoy infinitamente más, entre comillas, hombre. Dije: ¿qué hice conmigo? ¿O qué hicieron? No sé si esto o aquello es mejor, no existe el mejor o el peor. Lo que vi es otra persona. Vi otro trabajo que el género había hecho sobre mí. 

Es decir, el intento de corrección nos acompañó, por lo menos a quienes somos de mi generación, permanentemente. Y esto es lo que hoy discursos como el de Milei están habilitando y esto es lo que ocurre en un sinfín de hogares. Porque las mayores violencias en nuestras vidas están adentro de nuestras propias casas, y no podemos ingresar a esas casas, no podemos dar cuenta en la mayoría de los casos, ni periodísticamente, ni judicialmente y están ocurriendo estas cosas.  

El otro día estaba por salir a escena y me acordé. Yo vivía en Ensenada, tendría unos 10 años, y con una vecina intentamos montar como una especie de desfile de modelos en el patio de su casa, que daba al patio de la mía. Recuerdo que el proyecto era, hoy podríamos decir, travestón total. Me parece que yo era el presentador, pero todo era un escándalo. Mi madre se asomó desde la ventana de mi casa, y me prohíbió seguir adelante con ese juego, ese espectáculo circense, barra show de drags, no sé. El otro día estaba por salir a escena y me acordé. Porque no deja de ser esta también la posibilidad de recuperar ese juego con el que no pude seguir.  

Franco Torchia

Franco Torchia: una entrevista que recorre su vida y su trabajo. - Créditos: Gentileza Sebastián Freire

- Franco, ¿sentís que con tu paternidad también te habilitaste a volver a jugar?  

- Mirá, mi hija Teresa tiene 16 hoy. Teresa creció de una manera tan radicalmente distinta. Bueno, porque creció conmigo también. Me estoy acordando de tantas cosas... Te acordarás de los muñequitos de He-Man. Bueno, yo, ¿qué muñequitos quise? Al príncipe Adam, que era una especie de novio ideal, digamos, y a She-Ra, una super woman. Eso también generó indignación y violencia en mi madre, porque cómo me iba a comprar a She-Ra, que era como comprarme una Barbie. Todo eso me traía muchos problemas. Por supuesto que yo amaba las Barbies y las quería tener, pero me daba vergüenza pedirlas. Todavía hoy me paro en las jugueterías a verlas. 

- ¿Cómo vivís esto de las nuevas paternidades en tu rol con tu hija? 

- Está bueno que me lo preguntes porque eso nunca lo viví. Cuando Teresa nació hacía rato que no estaba como pareja con su mamá. El nacimiento de Teresa fue completamente transformador para mí. Nunca me sentí ni nuevo ni viejo como padre, digamos, respondiendo a esto de las nuevas paternidades. Yo creo que ser mamá y que ser papá es imposible. Parto de esa base: del reconocimiento de la imposibilidad del rol. ¿En qué me parece productivo reconocer que es imposible? En el sentido de que plantea una serie de desafíos que son irrealizables en la mayoría de los casos. Se trata de poder hacerlo de la mejor manera posible, ni más ni menos. Y esa mejor manera posible supongo que tiene mecanismos universales y otros propios. A mí no vivir con la madre de mi hija me permitió tener una relación superíntima con ella. Entonces, pasaba lo siguiente: cuando ella era muy chiquitita, cuando estaba con su mamá, su mamá con ella hacía lo mismo que yo hacía cuando estaba conmigo. No había esa distribución de roles que hay cuando se vive bajo el mismo techo: yo me encargo de los pañales o de la comida, vos de bañarla. Hablamos mucho con la mamá de mi hija, por supuesto, nos vamos apoyando permanentemente, eso sí.  

Volviendo a mi paternidad, yo asumí un compromiso absoluto con mi hija: le dije a Teresa sin que me entendiera, pero quizás algo percibió. Cuando la vi nacer, le dije: "Yo voy a trabajar con la verdad". Ahí es cuando también termino, de algún modo, de salir del clóset con todo lo relativo que es esto, porque vivimos saliendo del clóset todos los días de nuestra vida, pero ahí fue el envión final. Y fue a través de su nacimiento, de verla nacer. Yo le doy mucha importancia a la verdad. Es un poco anacrónico eso de mi parte, porque no se usa mucho, la verdad.  

Marlene Wayar

La psicóloga social y activista Marlene Wayar, en el show de Torchia. - Créditos: Gentileza de Maru Campello

- Franco, el matrimonio igualitario, ¿cómo te impactó? ¿Vos te habías casado antes, no? 

- Sí. La mamá de mi hija fue compañera mía en el secundario. Nunca fuimos novios en el secundario ni nada y yo tuve una adolescencia muy introvertida, difícil. Pero me la reencontré un día en Buenos Aires, todo aquello había ocurrido en La Plata. Y un día fuimos al registro civil y nos casamos. Me encantó haberlo hecho, lo hice convencido.  

El matrimonio igualitario me interesa cada día más por sus efectos, por todo aquello que permitió, que vino a socavar, por aquello que vino a desestabilizar, a ampliar. Ahora, no deja de ser interesante pensar en retrospectiva el matrimonio igualitario y las estrategias para conquistarlo. Porque recordarás muy bien por tu trabajo que hubo que insistir mucho en el amor. Que es algo también muy injusto porque sabemos que el matrimonio no está regido solamente por el amor. Se casan millones de personas en el mundo que sienten que se aman, pero también el matrimonio es una institución que regula otros intereses. ¿Y por qué nosotros pudimos conquistarlo solo insistiendo en que nos amábamos? Que fue el gran conflicto que se desató cuando se supo que Alex Freire y José María Di Bello se habían casado antes de la ley de matrimonio en Ushuaia y no eran pareja. O sea, ¿hay que hacer una investigación de cuánta gente cis heterosexual se casa en las mismas condiciones? Es claro que si no insistíamos con el amor la ley no salía. Pero ha sido una tremenda injusticia tener que insistir con el amor, porque el amor es un fenómeno indefinidamente más grande que no entra en un matrimonio. 

 

- ¿Con Tomás [Balmaceda], sí fue por amor? 

- Sí, claro. Pero hace poco, me separé de Tomás. De todas maneras, somos personas que nos queremos un montón. Hemos estado 12 años juntos y esta es una decisión serena, comprometida y basada, sobre todo, en seguir acompañándonos. Tomás es una persona importantísima en la vida de mi hija e importantísima en mi vida y eso va a seguir siendo así. Pero nosotros no somos más pareja, no somos novios, no somos amantes, no somos marido y marido. Bueno, sí, todavía sí, porque estamos casados legalmente. 

La conversación con Franco sigue y trama, a lo largo de casi dos horas, pensamientos que lo llevan a su niñez, a ciertas violencias que va revisitando como puede, a sus múltiples modos de estar en el mundo, como periodista, conductor de radio, panelista de televisión, activista, escritor, actor. Tiene principios que no negocia y trabajó muchos años para forjar este amor propio que lo sostiene. “Hago muchas cosas conmigo mismo y justo me encontrás en un momento en el que me siento muy cerca de mí mismo, muy encontrado conmigo mismo, muy abrazado a mí mismo, prestándome atención, porque no me presté mucha atención, no pude, no supe”, dice. 

Se despide hablando sobre la búsqueda del deseo y sobre el ejercicio diario de ser fiel a eso. Ser verdadero con uno. “Esto es lo único que hay, en principio, y es absolutamente finito y es superdébil y es muy fugaz. Suficiente”. 

¡Compartilo!


Verónica Dema

Verónica Dema Editora de Actualidad en OHLALÁ! Licenciada en Ciencias de la Comunicación, Especialista en Prácticas Redaccionales. Tiene un Máster en Periodismo por LN/Universidad Torcuato Di Tella. Dedicada a temas de géneros, cultura y sociedad.


En esta nota: