Reina Isabel: la carta natal de la monarca en el día de su muerte

Con Ascendente Capricornio, el sentido del deber, el linaje y el seguimiento de la tradición aparecen como fuertes temas. Su importancia se duplica si miramos el lugar que ocupa el planeta regente de este signo en la carta de la Reina: conjunto al Mediocielo, es decir, el punto más alto y visible, aquel que marca lo que nos hará conocidos y reconocidos

Es un Mediocielo en Escorpio: estratégico, algo misterioso y con mucho poder.

Está resaltado por la presencia de Saturno y por la figura tensa que se forma en torno a este lugar de la carta: lo que se conoce como T cuadrada, es decir, una oposición con dos cuadraturas, descarga allí. ¿Qué planetas participan? Marte-Júpiter en Acuario desde casa I, que hablan del estilo de acción, expansivo (y muy adecuado para llevar adelante un imperio) y muy personal (por estar en la casa de la identidad consciente) y, por otro lado, Neptuno en VII, que habla de la popularidad y del eco en el pueblo.

Otros ingredientes muy adecuados para su condición de Reina son el Sol y la Luna. El Sol en Tauro en casa II, ya lindante con la III, está claramente orientado al sustento, a lo material, a la conservación y la preservación del patrimonio tangible y cultural. Tauro es el signo de la casa IV de Elizabeth: allí se juegan lo ancestral y atávico del país, pero también lo familiar. Estos dos significadores confluyen al tratarse de una casa real, y por eso la veíamos siempre tan apegada a las tradiciones y a la conservación, incluso cuando en su camino se cruzaron personajes con voluntad renovadora, como Lady Di y Meghan Markle. Aferrarse al pasado y conservarlo lo más intacto posible son temas que aparecen también en sus casas VI (la ocupación cotidiana, lo que podríamos llamar su trabajo como Alteza) y VII (el otro, puntualmente el pueblo británico). Y en esa casa VI se juega el poder: Plutón, y el norte al que dirigirse: defender ese poder.
 

En cuanto a la Luna, está en Leo, que es un signo afín a la realeza, al oro y a los brillos. Y, si bien está en casa VII, brindada al otro y puesta al servicio de su gente, está conjunta a Neptuno, que la borronea y desdibuja; por eso el mundo emocional de la Reina siempre fue inaccesible para el ojo público. Más allá de trascendidos y chimentos, su mundo emocional siempre fue un enigma. Una imagen imponente, leonina y afanosa de reconocimiento se aligera en la bruma neptuniana. Pero, con Venus en trígono a Plutón, no dejaba de transmitir una investidura de mujer de autoridad.

Fue lo que aparentó ser: una figura encargada de proteger el legado que le llegó. Y a eso abocó su vida.