¿Por qué resulta sanador registrar los viajes? - Créditos: Getty
Escribir nuestra historia de vida o realizar un viaje autobiográfico son actos sanadores, terapéuticos. Pisar la tierra de nuestros antepasados junto a algún familiar querido o sentarse a escribir la historia de vida puede resultar estimulante para definir nuevos proyectos de vida: desde un giro profesional, una mudanza a otra ciudad o un nuevo tiempo para el amor.
El consultor psicológico Alejandro Czerwacki, autor de la tesis “Los viajes autobiográficos como continuidad de la memoria del Holocausto” (UBA), expresa por qué es sanador y motivador narrar la propia vida:
¿Me gustaría empoderarme de algún tesoro oculto que viví y que hoy no soy consciente que está dentro de mí y podría ayudarme?, es la pregunta que debieran hacerse antes de comenzar, como un punto de partida.
¿Habrá algún “darse cuenta” en el camino? Una información que pueda sorprender y que el pasado traiga mágicamente, generando toma de conciencia y acción. Hechos que están ocultos, detalles que la vida cotidiana tapa y valen la pena conocer.
Las autobiografías como los viajes autobiográficos pueden mostrarnos repeticiones de hechos en nuestras vidas, que quizás celebremos o, más bien, nos guste modificar en adelante.
Todo este proceso muchas veces genera comenzar a hacerse preguntas y consultar a los familiares con los que se pueda aún conversar. En el sistema familiar, con los cuidados del caso, este acto puede ser sanador y puede producir efectos positivos para muchos, no solo para quien se escribe.
En definitiva, recorrerse es un acto de amor y compasión. Nada de lo que pasó, al narrarlo, puede modificarse. Pero sí se puede vivirlo y recordarlo de otro modo para construir futuro.
En un momento de estancamiento profesional o personal, falta de motivación, desgano, proponerse buscar el niño que aún habita en nosotros, el adolescente que quiere rebelarse, las vocaciones que quizás quedaron sepultadas pueden despertar un talento escondido que nos haga sonreír.
Relatos autobiográficos: el impacto personal y social
Czerwacki recuerda que distintas personalidades y celebridades del mundo escribieron sus historias, su autobiografía. Desde Gabriel García Márquez, enfocándose en su infancia y juventud, lo que le permitió luego escribir grandes novelas; Adolfo Bioy Casares, donde habla de su mujer, Silvina Ocampo, y de su amigo Jorge Luis Borges, hasta Oscar Wilde, Marguerite Duras, Stephen King, la cantante y poeta Patti Smith y las desgarradoras historias de Ana Frank, que nunca imaginó que luego serían clave para la humanidad, y, claro está, Nelson Mandela, entre muchos otros.
Los relatos autobiográficos constituyen una de las principales del ser humano para contar historias vivenciales que resultan importantes no solo para su sentido de identidad, sino que también son relevantes para la sociedad. Si estos son publicados generan un cuadro de referencia y de identidad para los individuos que forman parte de su misma cultura.
La indagación profunda a hechos de los que no tenemos memoria porque éramos pequeños (nacimiento, primera infancia) o situaciones familiares que no son claras, nos obligan a acceder a esa información a través de los recuerdos de otros. Hay un proceso de construcción y contribución a nuestra propia identidad. Las huellas del pasado, hechos que cobran mucho sentido al rememorar, da una fuerza inconmensurable para atreverse e ir por más.
Hay que preguntarse: ¿por qué me voy a contar esta historia? ¿Qué me gustaría encontrar? ¿Estoy dispuesto a sorprenderme de mi recorrido de vida? ¿Cuánto tiempo estoy dispuesto a invertir para traer vivencias, recuerdos que hoy pueden ser útiles en mi presente? No hay edad para realizar este hermoso ejercicio.
Por Alejandro Czerwacki: Consultor Psicológico, Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Reportero Vivencial. Autor de la tesis de grado: “Los viajes autobiográficos como continuidad de la memoria del Holocausto” (UBA). IG: @alejandroczok.
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