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Así podés entrenar físicamente tu cerebro en positivo: ejercicios simples para lograrlo

En la previa al balotaje, donde se define la elección presidencial, reina la incertidumbre. Cómo podemos entrenar físicamente nuestro cerebro en positivo y fomentar el contagio de climas emocionales positivos. 


Así podés entrenar físicamente tu cerebro en positivo.

Así podés entrenar físicamente tu cerebro en positivo. - Créditos: Getty



Los climas emocionales se contagian y las emociones -como la decepción, la desilusión, la tristeza, la angustia, la frustración, la sorpresa, la bronca, el enojo, la ansiedad, el estrés y el miedo- en estos tiempos de incertidumbre se apoderan de nosotros.

Sentimos tormentas de cortisol, que es la hormona del estrés, que en su justa medida es vital para el correcto funcionamiento de nuestro cuerpo, pero cuando nos sentimos en modo supervivencia y estamos tomados por el miedo, de alguna manera nos contamina en exceso. Recordemos que nuestro estado de ánimo está enormemente impactado por nuestra química interna. 

¿Cuántos miedos irreales imaginamos a diario que nos podrían ocurrir? ¿Qué nos genera la incertidumbre? ¿Qué sentimos cuando no sabemos qué va a pasar?

Nuestro cerebro siempre va a elegir la supervivencia porque nos quiere proteger. De alguna manera siempre tiende a pensar lo peor, a ser conservador para garantizar que nada malo pueda pasarnos. Y aquí me parece oportuno citar un clásico filósofo griego, Epicteto: “Concentra tus energías en aquello que depende de ti y no pierdas el tiempo, e intenta no sufrir por aquello que no depende de ti”.

En la gestión de las emociones siempre podemos elegir nuestra actitud y recordemos que tenemos esencialmente dos tipos diferentes de capacidad de respuesta:

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    La respuesta del sistema límbico, que incluye las amígdalas, que son las respuestas rápidas, inconscientes y automáticas. Estas respuestas nos ayudan en situaciones límite y de urgencia ante cualquier peligro.

  2. 2

    La respuesta de la corteza prefrontal, que necesita conciencia y tiempo para analizar la variedad de datos y variables de las situaciones. 

Dentro de las respuestas básicas de supervivencia podemos evidenciar el contagio emocional, en la energía relacional compartida y así en los climas emocionales se contagian. 

En el contagio intervienen las llamadas neuronas espejo, donde nos contagiamos muchas veces desde el bostezo, la risa, con las que también aprendemos a empatizar y donde otras veces actuamos impulsivamente sin razonar y atacando lo diferente como un peligro potencial. 

Como educadora emocional hace años que facilito una competencia que a mi parecer es la base de todas las autonomías, la “autonomía emocional”, no depender de nada ni de nadie para sentirme de una u otra manera. Y automotivarse e implicarse emocionalmente en actividades que promuevan nuestro bienestar y plan vital.

Pero claro, como ya mencionamos, sabemos que los climas emocionales se contagian, porque nuestras amígdalas cerebrales se contagian, especialmente en situaciones de enojo o agresión  y eso mismo nos hace estar listos para la lucha, el ataque o la huida. Sin lugar a dudas estas respuestas primarias en situaciones extremas son necesarias, pero la mayoría de las veces a nivel social causan conflictos innecesarios.
 
Entonces con más razón en estos tiempos sería bueno preguntarnos, ¿qué climas nos predisponemos a crear y cultivar en nuestros distintos entornos? 

¿Somos conscientes de que podemos ser el alivio y el bálsamo de una persona o de un grupo?, o por el contrario ¿estamos siempre a la defensiva, con actitud dominante y dando respuestas impulsivas, como decimos en criollo, con la “mecha corta”?

Generalmente en nuestra vida cotidiana esa impulsividad nos crea problemas relacionales muy importantes. Por eso es importante incorporar el entrenamiento emocional de habilidades que nos permitan utilizar otras áreas cerebrales aportando recursos de respuestas más conscientes. Lo que comúnmente traducimos como poner la pausa entre el estímulo y la respuesta.

Es vital aprender a entrenar físicamente a nuestro cerebro en positivo y fomentar el contagio de climas emocionales positivos. Les propongo que reflexionemos lo siguiente, en nuestra vida diaria:

  • ¿Qué porcentaje de reacciones impulsivas tenemos?

  • ¿Nos hacemos cargo de nuestras emociones y estados emocionales, o les echamos la culpa a los demás?

  • ¿Solemos prestar atención a nuestras críticas hacia los demás?

  • ¿Nos cuidamos de no contagiarnos de emociones que no nos favorecen?

Qué necesario para todos es educarnos en la esperanza, ya que nos permite dar la oportunidad de cambiar, a encontrar una pequeña solución o alguna posibilidad de mejora y vivir con expectativas realistas, pero también esperanzadoras. Y usar más palabras de posibilidad: si utilizamos constantemente palabras limitantes como desastre, problema, tristeza, horror, fingir demencia etc. eso limita nuestro mundo. 

Pongamos más énfasis en la oportunidad, en la amabilidad, en el desafío, en la cooperación, en la pasión, en la generosidad, en el entusiasmo por el futuro y en los que nos une.

La clave principal en estos escenarios de tensión y altas dosis de estrés es tener espacios renovación diarios para re energizarnos, cuidando el presupuesto de nuestros propios recursos internos. Ser emocionalmente sostenibles con nosotros mismos, con los demás y rodearnos de relaciones sociales que sean redes y círculos de empatía. 

Dejamos huella en todo lo que hacemos, decimos y compartimos tanto para bien como para mal. Entonces, ¿qué mejor que influir positivamente en las personas que nos rodean?, de esto depende en gran medida nuestro bienestar personal y social.

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