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Candelaria Schamun: “Tenía 3 meses cuando me mutilaron el clítoris porque era más grande de lo normal”

Candelaria Schamun es intersex: cuando nació los médicos creyeron que era un varón. A los pocos días llegaron las descompensaciones y un diagnóstico: prescribieron medicina de por vida y cirugías normalizantes.


Candelaria Schamud de pequeña, junto a su familia.

Candelaria Schamud de pequeña, junto a su familia. - Créditos: Fotos: gentileza de Candelaria Schamun. Collage: Juliana Yantorno



Cuando nació, el 5 de octubre de 1981, los médicos de La Plata creyeron que era un varón, “sin testículos descendidos”, dijeron. Sus padres, religiosos practicantes, lo bautizaron con el nombre de Esteban, el primer mártir del catolicismo. 

A los pocos días, a su mamá le empezó a llamar la atención que su bebé vomitara todo lo que tomaba, tuviera diarrea y, como consecuencia de la deshidratación, la zona blanda de la cabeza estuviera hundida. Fueron urgente al pediatra: el resultado de un análisis de sangre mostró un “desequilibrio metabólico incompatible con la vida”. Estuvo 10 días internado hasta que una endocrinóloga dio con el diagnóstico.  

Faltaban pocos días para Navidad cuando los médicos los citaron para darles la noticia e indicarles los pasos a seguir. El diagnóstico fue hiperplasia suprarrenal congénita perdedora de sal. “Tendrá que tomar medicación de por vida para controlar los valores normales. Y además la patología alteró los genitales externos: su hijo no es varón. Son padres de una niña”, dijeron. 

- ¿Cómo de una niña? -preguntó su mamá. 

- El estudio citogenético muestra una constitución cromosómica femenina normal, 46XX. Primero debemos encontrar la dosis justa de medicación para estabilizarla. En paralelo hay que operarla a la brevedad para corregir los genitales externos. Por el grado de virilización la vagina está muy arriba, para llegar a ella debemos hacer un abocamiento. Además, hay que reconstruir el clítoris para achicarlo y llevarlo al tamaño normal. 

De regreso, los padres –completamente desconcertados- pensaron cómo se lo dirían a los 3 hermanos y a la abuela, que esperaban en casa: “Queremos que sepan que Esteban en realidad es una nena. Tienen una hermanita y se llama María Candelaria”. Con ese nombre la iban a bautizar a los pocos días. La noticia llegó a tíos y primos y la consigna era que no trascendiera de la familia. 

Lo que siguió para esa beba fue empezar con una medicación que la mantuviera estabilizada y compensara la pérdida de sal. Esto, acompañado de controles con extracción de sangre todas las semanas. Enseguida fijaron fecha para la primera cirugía, establecida para “mejorar la malformación”. Mientras, sus padres contrataron un abogado para iniciar el cambio de sexo y nombre en la partida de nacimiento y el DNI, que llegó en menos de un año, en 1982, plena Guerra de Malvinas. 

“La primera operación fue a los 3 meses. Me mutilaron el clítoris porque era más grande de lo normal, según los libros de medicina”, relata Candelaria, en una videollamada. Ese clítoris que en el momento del nacimiento habían confundido con un pene y que “mutilaron para que entrara en esta lógica, en este binarismo hombre-mujer". A los 9 meses llegó la segunda cirugía, abocamiento de vagina, para seguir corrigiendo la malformación, como le llamaban.  

A los 13 años la operaron de nuevo, para realizar una “corrección del abocamiento, cavar un orificio más profundo”. Detectaron que Cande tenía ovarios, útero y trompas de Falopio, así es que establecieron que el canal debía llegar hasta el útero. Por eso pudo empezar a menstruar. 

Candelaria Schamun, autora de Ese que fui, expediente de una rebelión corporal.

Candelaria Schamun, autora de Ese que fui, expediente de una rebelión corporal. - Créditos: Sudamericana

De esta operación, una de las secuelas que le quedó por mala praxis fue la incontinencia urinaria, que repararon en una nueva cirugía, la cuarta y última, a sus 17 años. Las secuelas no fueron solo esas: a ella le cuesta estar desnuda en la intimidad; tuvo períodos en que no quería que la tocaran; le resultaba imposible imaginar cómo sería gozar en el sexo, al punto que su primer orgasmo fue una sensación tan inédita que creyó estar teniendo un ACV: su psicóloga la tranquilizó y celebraron ese avance.  

Fue la misma psicóloga quien le dijo: “Aún estás transitando un shock postraumático comparado al shock que sufren los soldados cuando regresan de una guerra. Una mutilación genital es considerada una tortura. Te torturaron”.  

En un momento de la videollamada con Cande –ella desde hace un tiempo vive en un pueblo bonaerense de mil habitantes-, se asombra de la naturalidad con la que va relatando su vida. Ella misma tiene la respuesta: hace más de 20 años que investiga, escribe y reescribe buscando su propia identidad. Recién a los 17 descubrió de casualidad, en una carpeta archivada en su casa, la partida de nacimiento de Esteban y su diagnóstico médico. No lo pudo compartir con nadie. Se puso a investigar.   

Hoy tiene 41 años, se reconoce una mujer intersex, que abraza a Esteban y a Cande. Su oficio, cronista de policiales, también tiene su razón de ser: es la formación que le dio las herramientas para indagar y narrar su vida en Ese que fui, expediente de una rebelión corporal (Sudamericana), un libro que ella armó con historias clínicas, entrevistas a médicos, parientes, exparejas, libros académicos, personas con experiencias similares en una trama coral que le permitió reconstruir su identidad. 

Cande cuenta que había empezado a escribir este libro en tercera persona y con pseudónimo, pero en el proceso se dio cuenta de que quería poner su voz y su cuerpo. Un momento clave fue participar del Encuentro Plurinacional de Mujeres en 2019, en La Plata. Allí se sumó al taller de intersexualidad. Les organizadores dieron la bienvenida, pidieron que nadie filmara ni sacara fotos para proteger las identidades, y definieron: “Entendemos a la intersexualidad como corporalidades que varían con respecto a la norma macho/hembra en términos de categorías biológicas. Estas variaciones pueden darse a nivel gonadal (ovarios o testículos), cromosómico, genital y hormonal”. 

Al terminar los testimonios, preguntaron si alguien más quería hablar. Cande tomó la palabra y contó su historia, los datos que fue recopilando, sus recuerdos de esas operaciones de las que ni sus padres estaban bien informados, de su imposibilidad de preguntar, del silencio de su familia. Hubo aplausos y llantos de Cande que, por primera vez, pudo hablar. 

Según investigó, entre un 0,05 y un 1,7% de la población mundial nace con rasgos intersex; el porcentaje que representa el umbral superior es similar al número de personas pelirrojas. “Soy intersex y pelirroja. ¡Bingo!”, se permite ironizar en su libro. 

Ese que fui, el libro testimonial de Candelaria Schamun.

Ese que fui, el libro testimonial de Candelaria Schamun. - Créditos: Sudamericana

Cande no parece enojada, sí por momentos se emociona por lo vivido, como si la conmoviera esa pequeña que, pese a todo, tuvo momentos felices en su infancia, con hermanos y primos que la adoraban: en las fotos de chiquita que comparte se ve que vivía en brazos, era la mimada; también ahora puede comprender el amor de esos padres que ya no están, que callaron para protegerla. Este libro está dedicado a ellos. 

“Hay que poner mi historia en contexto, porque si no perdemos una dimensión muy importante: era 1981, plena dictadura militar, en una sociedad donde no se hablaba de nada, menos de esto”, rememora. “Había nacido un ser que, ¿qué era? Se usaba la palabra malformación, monstruosidad, algo que no se podía caracterizar ni ubicar”. 

Trata de analizar en ese contexto el desempeño de los médicos, entrenados para normalizar con cirugías, y de sus padres, que acataron ese mandato. Hoy las recomendaciones científicas y los protocolos indican no intervenir de modo irreversible. Existe un proyecto de ley en Argentina que pide “garantizar el derecho a la diversidad corporal y sexual”, que implica “preservar las características de los niños y niñas intersex y, si no es médicamente necesario, sólo intervenir con consentimiento de la propia persona”. 

A Cande clínicamente debían estabilizarla con medicación, porque si no hubiera perdido la vida. “Pero podrían haber dejado lo estético para más adelante”, reflexiona. “En mi caso hubo mutilación, pérdida de sensibilidad, de estabilidad emocional... esas cirugías no son urgentes, no está en riesgo la vida”, insiste, con una serena lucidez que emociona.  

Candela Schamun es intersex, investigó su propia vida y la cuenta en el libro Ese que fui.

Candela Schamun es intersex, investigó su propia vida y la cuenta en el libro Ese que fui.  - Créditos: Sudamericana

Y habla de la necesidad de brindar toda la información a la persona intersex y a los adultos responsables para que puedan decidir. Cande se refiere al tema de las cirugías estéticas más allá de las personas intersex, que se practican cada vez más en la población en general, con poca información y con desenlaces fatales, en algunos casos. 

"Pensaba en las cirugías estéticas que se hacen hoy, en cómo van a ser miradas dentro de 20 años. Tal vez diciendo que fue una atrocidad lo que se hizo”, dice. “Para las generaciones que vienen creo que va a ser una demanda repensar las corporalidades, las cirugías que se hacen a cuerpos para que encajen en mandatos sociales, para satisfacer a otro, porque es la mirada del otro la que se satisface”.  

Cande trae en este libro el “expediente de una rebelión corporal”, el testimonio de una adulta que es la prueba fiel de que las intervenciones médicas la dañaron de modo irreversible. Tal vez por eso pide pensar al cuerpo de una manera más amorosa, más contemplativa. Solo así, cree, el futuro será más apacible.

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