El agua cotiza en bolsa: todo lo que tenés que saber para ayudar y generar soluciones
En el Día Mundial del Agua, un repaso del estado de la situación crítica que atravesamos
22 de marzo de 2022 • 10:46
Crisis hídrica. Todo lo que hay que saber. - Créditos: Alexander Lesnitsky en Pixabay
No tiene color, olor ni sabor. Parece que no fuera nada; y, sin embargo, es todo. El agua es la fuente vital de la vida, nuestro cuerpo está compuesto en un entre 50 y 65% de agua y esta representa más del 70% de la superficie del planeta Tierra. Cuando la bebemos, limpiamos nuestro cuerpo, lo hidratamos y, además, nos energizamos, porque el agua representa una de las principales fuentes de energía. Cuando nos sentimos decaídas, no necesitamos cafeína o estimulantes, ¡necesitamos agua!
La noticia de que el agua cotiza en la bolsa de los mercados de futuro de Estados Unidos encendió la alarma. Sí, un recurso que creíamos infinito ahora tiene un precio, que fluctuará como el petróleo, el oro o el trigo. El futuro que siempre pensamos lejano ya llegó.
En el Día Mundial del Agua te contamos que el panorama actual es poco alentador: hay escasez de agua, sufrimos el cambio climático y existen varias dificultades de acceso en todo el mundo. La ONU estima que hacia 2025 cerca de 1800 millones de personas vivirán en zonas con riesgo hídrico.
¿Hay que preocuparse? Sí. Pero también hay que ocuparse. La llave está en nuestras manos, si logramos comprender la magnitud del problema y enfocar nuestra creatividad en generar soluciones.
El acceso universal al agua potable es un derecho humano, pero su uso irracional y la falta de regulación generaron una importante disminución de reservas naturales. Nos acostumbramos a pensar que estábamos frente a un recurso infinito, del cual podíamos abusar sin culpa y sin temor. Pero con el paso del tiempo aprendimos que todo bien preciado es escaso. La crisis hídrica es inminente y, sin embargo, no nos termina de despertar. No logramos ponernos en acción.
Y ojo, no nos confundamos, no es algo que afecta solamente a países en desarrollo, todo el mundo está envuelto en el mismo problema. Estamos consumiendo el agua mundial, está empezando a desaparecer. La temperatura del planeta aumenta sin parar mientras las cantidades de agua disminuyen. Hay cosas para hacer, hay ideas que aplicar y personas visionarias que buscan sin cesar formas para evitar una catástrofe. ¿Qué nos frena? La falta de acción.
Lo primero que tenemos que hacer es replantear nuestros consumos, estudiar qué hay detrás de cada proceso de producción y ser más conscientes a la hora de elegir. Porque la huella hídrica avanza y parece no tener freno. El horizonte se ve bastante negro, pero también asoma algo de luz: hay innovaciones que llegan para demostrar que, si queremos, podemos; hay leyes que intentan proteger los glaciares y las reservas y ambientalistas que luchan a diario para concientizar y resguardarla; hay proyectos, hay fundaciones y, aunque nos parezca muy chiquito, hay un montón de cosas que podemos hacer en nuestra propia casa para contribuir. Es hora de ponernos en acción y comprender que el mundo está en crisis, porque el agua está en crisis.
El agua de la canilla tiene más controles que la envasada - Créditos: Freepik.es
¿Agua envasada?
Hace algunas décadas comenzó en el mundo un cambio cultural que proponía una vida más saludable y que incluía realizar deportes, evitar fumar y llevar una mejor alimentación. Esta tendencia se extendió en los años 90 a la cultura hídrica y se tradujo en el aumento –injustificado– del consumo del agua embotellada. Actualmente, cada minuto se compran un millón de botellas plásticas a nivel global.
Esta obsesión por el agua envasada, que en muchos casos es innecesaria, significa un grave problema ambiental. En un mundo que produce unos 40 kilos por persona de residuos plásticos al año, reducir su generación y consumo es un imperativo ético. El panorama no cambia por el hecho de que las botellas plásticas gocen del atributo de “reciclables”, porque la realidad es que actualmente solo el 14% del plástico se recolecta para ser recuperado. El resto termina en rellenos sanitarios o, en un escenario aún peor, en el océano. Los científicos estiman que 8 millones de toneladas de desechos plásticos llegan a los océanos cada año, por lo que, si no se deja de arrojar residuos, en 2050 el océano tendrá más plástico que peces.
Más allá de la contaminación, existe además el problema de la falta de agua, de la que Argentina tiene, lamentablemente, sobrados ejemplos. Con el agua cotizando en Wall Street y el pronóstico de que este “recurso” vital se convierta en un bien cada vez más escaso, es difícil vislumbrar para la industria del agua envasada (que, debemos reconocer, aún mueve 19.000 millones de dólares al año) un futuro muy sustentable. Al tanto del surgimiento de una generación de consumidores más conscientes e informados, muchas empresas son llamadas a activar acciones que van desde su contribución a asegurar el acceso y la calidad de agua en sus comunidades hasta la reconversión de su packaging para que sea más amigable con el ambiente.
Minería
La minería a cielo abierto no solo altera la condición del suelo, sino que también libera tóxicos al aire, sustancias contaminantes a las napas subterráneas y a las aguas superficiales. Por este motivo es que cada vez que un proyecto de este tipo busca desarrollarse en alguna parte del país, existe una alta conflictividad social.
En el último año, de hecho, la ciudadanía les ha dicho que no a la minería y a la contaminación del agua en dos casos emblemáticos. En Mendoza, la defensa del agua se consolidó a través de la ratificación de la vigencia de la Ley 7722, que hace un año se intentó modificar para habilitar el uso de cianuro en la explotación minera, lo cual obtuvo un rechazo general por una parte de la sociedad.
En la meseta chubutense, por su parte, hay oro, plata y uranio. Allí, un total de 42 comunidades, incluidas Lago Puelo, Esquel, Trelew, entre otras localidades no turísticas, se han opuesto históricamente al negocio cuyo costo es la contaminación del agua.
Huella hídrica
Cuando hablamos de nuestro “consumo de agua”, solemos pensar en el agua que bebemos o la que usamos para cocinar o higienizarnos, pero esa es solo una fracción de toda el agua que utilizamos. A este consumo más obvio o evidente, debe añadirse el indirecto, es decir, el volumen de agua dulce necesario para la producción de los bienes y servicios que consumimos habitualmente. Esto es lo que mide, precisamente, la huella hídrica, y es aplicable a la producción de desde un microchip hasta las verduras de la ensalada que comemos. Para ello se tiene en cuenta tanto el agua de lluvia que necesitan las plantas para crecer como la utilizada por la industria. Se calcula que alrededor de un 70% de la huella hídrica mundial está relacionada a lo que comemos y bebemos. En este aspecto, los productos de origen animal tienen generalmente una huella de agua más grande que aquellos provenientes de cultivos. Por ejemplo, en promedio, cada hamburguesa de carne vacuna consume 2400 litros de agua, mientras que la huella hídrica promedio de una planta de lechuga ronda los 240 litros y de un tomate, los 50 litros.
La industria de la moda también cuenta con una gran huella hídrica. Cualquier camiseta de algodón necesita 2700 litros de agua para su producción, ya que el cultivo de algodón es el mayor consumidor de agua dentro de la cadena de suministros del mundo de la moda.
Tomar de la canilla
Es probable que las leyendas “pura”, “limpia” o “saludable” repetidas hasta el cansancio en las etiquetas y publicidades de agua envasada nos hayan hecho inferir, por descarte, que el agua de red no lo es tanto y esto nos haga mirarla con desconfianza. Pero donde el agua de red es segura, la compra de agua envasada es injustificada.
Lo cierto es que el agua de suministro público está sujeta a regulaciones mucho más estrictas que el agua embotellada. Los controles de calidad que realiza AySA, por ejemplo, se inician en el agua cruda, continúan en las etapas de tratamiento y salida de los establecimientos potabilizadores y siguen durante todo el recorrido del sistema de distribución hasta nuestras casas. Ahora, ¿por beber agua de la canilla nos perdemos de ingerir ciertos minerales? No. Cualquier beneficio que se le quiera atribuir al contenido salino de las aguas minerales no está científicamente demostrado. Para quienes aún compran agua porque perciben gusto a cloro o desconfían de la limpieza del tanque, una buena opción son los filtros, dado que pueden mejorar su olor, color y sabor.
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