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Adolescencia: por qué tenés que ver esta serie de Netflix si tenés hijos

Criar varones en estos tiempos es todo un desafío. Por eso te recomiendo la serie de Netflix Adolescencia, que te invita a reflexionar sobre los temores, las dudas y los fantasmas que atraviesan madres y padres en esta tarea.


Adolescencia, serie de Netflix

Adolescencia, serie de Netflix - Créditos: Netflix



La crianza de hijos varones en la actualidad es un desafío que desborda los límites de la familia y se inscribe en un entramado social, cultural y tecnológico que impone múltiples presiones y demandas. La serie Adolescencia, de Netflix, con su retrato crudo y certero de las experiencias juveniles, nos invita a reflexionar sobre los temores, las dudas y los fantasmas que atraviesan madres y padres en esta tarea.

Stephen Graham, actor y coproductor de la serie, quien representa a Eddie Miller, padre del Jamie, al ser consultado sobre si la historia está basada en hechos reales, mencionó que en parte sí, y que fue especialmente impactado por dos casos de muertes de adolescentes mujeres en manos de varones jóvenes. Su necesidad de entender el "por qué" fue un motor fundamental para el desarrollo de la trama, lo que resuena con una problemática social urgente.

Las redes sociales han reconfigurado el modo en que los adolescentes se relacionan consigo mismos y con el mundo. La inmediatez de la virtualidad, la sobreexposición y la constante comparación con estándares inalcanzables de éxito, belleza y masculinidad generan nuevas formas de ansiedad y sufrimiento. La masculinidad hegemónica con sus estándares, aún vigentes, imponen mandatos que restringen la expresión emocional, sancionan la vulnerabilidad y glorifican la competencia y el dominio sobre los demás. En este contexto, el acoso escolar adquiere nuevas dimensiones, amplificadas por la tecnología y la viralización del escarnio público.

La crianza de los hijos varones se ve atravesada por estos desafíos, pero también por la responsabilidad compartida de las familias, las instituciones educativas y la sociedad en su conjunto. Sin dudas la plataforma que se ofrece en los entornos familiares es el punto de partida de la constitución socioafectiva de una persona, sin embargo, no hay variables exactas ni garantías, ni manuales, ni un “saber hacer” al momento de criar, que ofrezca garantías. 

Estar disponibles emocionalmente, sostener y contener, establecer límites y transmitir valores dentro de las casas será fundamental, pero no alcanzará sino se promueven cambios estructurales que habiliten otros modelos de masculinidad. La escuela, como espacio de socialización, tiene un papel crucial en la promoción de vínculos saludables, en la prevención de la violencia y en la construcción de una mirada crítica sobre los estereotipos de género.

 

Es fundamental reflexionar, visibilizar y propiciar en las masculinidades el valor de una mayor conexión con sus emociones, rompiendo con estructuras largamente arraigadas de una dureza patriarcal que refuerza acciones violentas y una labilidad para habitar las frustraciones.

El antropólogo español e investigador y divulgador sobre las masculinidades, Ritxar Bacete, explica que uno de los elementos íntimamente ligados a la construcción de la identidad masculina es la violencia y que esta ha sido promovida por factores culturales. Desmontar esta asociación implica generar espacios donde los varones puedan expresar su emocionalidad sin temor a ser censurados o ridiculizados.

 

No podemos ignorar que los hombres son los mayores perpetradores de actos violentos, y es urgente trabajar hacia una representatividad que rompa con estas dinámicas enquistadas. Es necesario ofrecer otras referencias por fuera del modelo único que tanto daño produce, tanto a nivel intragénero como intergénero. Los movimientos hacia masculinidades más libres, menos atadas a la dureza y más abiertas a la expresión emocional, son fundamentales no solo para la construcción de identidades más sanas, sino también como factores protectores de la salud mental. Fomentar el contacto con la ternura, la implicación en tareas de cuidado y la validación de emociones como la tristeza o el miedo son pasos necesarios para desandar el camino de la rigidez y del mandato de autosuficiencia.

Criar hijos varones en esta época abre una oportunidad para interpelar el presente y sembrar semillas de cambio. La complejidad del entramado social nos exige una mirada atenta, una escucha activa y un compromiso colectivo para que las futuras generaciones de varones crezcan con mayor libertad y bienestar.

 

La serie conmueve profundamente e interpela, al encontrarnos con un adolescente de 13 años, que vive en un entorno familiar constituido, que es buen alumno, “inteligente” y que es funcional en términos sociales. Esta elección narrativa logra generar el impacto buscado, el de recordar que estas problemáticas son transversales e interseccionales.

Bucear en este relato, que también es policial y psicológico, por las motivaciones y todo aquello que llevó a Jamie a perpetrar este acto, es una oportunidad para conversar con nuestros hijos e hijas y sus pares sobre la importancia de tender y fortalecer puentes con adultos de confianza y referentes de cuidado. La serie retrata muy bien una brecha profunda entre el universo de los adultos y el de los jóvenes, marcada por la falta de entendimiento, conexión y diálogo genuino, así como por una ausencia de respeto bidireccional y contención. Cerrar esa brecha es un desafío urgente y necesario para construir relaciones más saludables y entornos más seguros.

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