Terapia de pareja: según los expertos, el 70% de los problemas de un vínculo no se resuelven
Charlamos con la Lic. Asunción Barrancos, una psicóloga especializada en terapia de pareja y familia sobre la importancia de negociar, algunas herramientas concretas para vincularnos mejor y sobre las conductas riesgosas en un vínculo de a dos.
13 de septiembre de 2023
hablemosdeamor_principal.jpg - Créditos: Ilustración María Eugenia Hernández
¿Cuándo es necesario ir a una terapia de pareja? ¿Cuáles son las red flags a las que prestarles atención? Seguramente alguna vez te hiciste esta u otras preguntas acerca de las relaciones de pareja, porque un vínculo pasa por diferentes etapas y cada una de ellas trae sus propios desafíos o crisis. Y cuando todo esto pasa, buscamos respuestas y certezas. “No hay escuela de aprendizaje como la pareja”, dice Joan Garriga, el psicólogo español.
Por eso, charlamos con Asunción Barrancos, psicóloga especialista en pareja y familia. Se entrenó en el Método Gottman, una técnica utilizada en terapia de parejas que fue diseñada a base de muchas investigaciones por un matrimonio canadiense, John y Julie Gottman, quienes estudiaron cómo hacen las parejas para estar tanto tiempo juntas de manera exitosa.
¿Cuáles son las preguntas que no hay que dejar de hacer durante las primeras citas?
Las preguntas pueden oscilar desde las cosas más básicas, como tus cosas favoritas, películas, lugares, hasta información sobre tu infancia, como qué te marcó, qué personas influyeron en vos, cómo es tu relación con tu familia, qué miembros de tu familia sentís cercanos y con quiénes no te entendés. Otra área que es importante también es el trabajo, preguntar: “¿Hacés lo que te gusta?, ¿es tu pasión?, ¿estás satisfecho con lo que hacés?”. Eso también te puede llevar a querer saber: “¿Cuáles son tus sueños?, ¿qué anhelás en el futuro?, ¿cómo te imaginas?”. Oscila entre cosas del pasado, del presente –”¿quién soy hoy?”– y del futuro –“¿dónde te imaginas de jubilado?” o “¿te irías un día a vivir al campo?”–. Parecen cosas muy sencillas, pero a veces es lo que puede generar un quiebre absoluto en una relación. No haber dejado esto aclarado puede suscitar: “Yo siempre te dije que no quería esto para el resto de mi vida”. Ese sueño, como vamos cambiando, también puede ir cambiando. Entonces, mantener actualizado ese mapa del amor del otro es lo que genera que una pareja sea amiga.
¿Qué cosas sentís que son innegociables?
Las parejas pueden ser diametralmente opuestas. Pero lo que tienen que tener es una capacidad de diálogo y de negociación muy grande. No hay que asustarse con ser muy distintos. Pueden ser súper distintos, pero la clave es respetarse. El tema es cómo negocian eso, porque si uno de los dos –por el otro– se corre mucho de su zona de confort, posiblemente esté irritado, con menos paciencia, quejándose más, haciendo más reclamos, más reproches, queriendo que se visibilice todo el tiempo ESE esfuerzo, ESE cambio. Entonces, tampoco vale; porque si vas a cambiar, hacelo porque tenés ganas, no porque te lo pidieron. El 70% de los problemas que atraviesan las parejas son problemas que no van a tener una solución definitiva y final. Se los llama “problemas perpetuos”. Algunos, un 30% de los problemas, se resuelven y ya está. Pero esas cosas por las que una pareja una y otra y otra vez pelea, y que vuelven, son esas diferencias de cultura, de valores, de estilo de vida, de personalidad, de carácter, que van desde “me gusta dormir tapado”. ¿Y qué hacemos? Tenemos dos mantas, camas separadas, cuartos separados. Cada pareja encuentra formas de negociar eso.
Una de las herramientas que trabajás en tus terapias es la cultura de la apreciación, ¿cómo funciona?
Es un antídoto del desprecio. La cultura de apreciación es una manera de nutrir la relación de esas cosas muy chiquititas, validando y valorando al otro. No hace falta más. “¡Ay, qué rico que preparaste el café hoy!”, “¡cómo me gusta cuando sonreís!”, “ay, qué genia, vos siempre encontrás las llaves”, por ejemplo, no darlo por hecho, son esa cantidad mínima de cositas chiquititas. Al principio, por supuesto, cuando una las sugiere, parecen como medio artificiales, ¡¿de dónde voy a sacar yo estos comentarios que no me nacen?! Pero vas incorporándolos y ves la buena recepción que genera.
¿Qué hacés con ese problema que no se resuelve?, ¿cómo convivís con el problema irresuelto?
Primero es reconocer que una va a tener esas diferencias con el otro, que las va a llevar adelante. Yo digo siempre que es como que una las lleva rodando con la pareja, como si una llevara piedras que van rodando con una. El problema es cuando se estancan las negociaciones. Entonces, tengo que actualizar la realidad del otro y buscar una negociación diferente. Estos problemas no se van a resolver, pero se van a negociar constantemente.
¿Qué sugerís para generar ese espacio de negociación?
Una de las cosas es que la pareja tiene que encontrar pequeños momentos de la comunicación diaria, del desestrés del día. Hasta lo podemos hacer por teléfono, volviendo, manejando, se pone en manos libres: “¿Cómo te fue en el día?”. “Me preocupa esto, pasó lo otro”. Esa conversación, no sé si todos los días, pero casi todos los días, o al menos una vez por semana. Y no solamente hablar de cuentas, de los hijos, sino que “estoy contenta con tal cosa”, “me gustó tal otra”, “logré tal cosa”, “me preocupa tal cosa”. Y dentro de eso, ahí mismo pueden surgir: “Mirá, me gustaría que volviéramos a hablar sobre...”. Se plantea directamente. Cuando la pareja sabe comunicarse, no va a utilizar los jinetes. Si una lo dice con un planteo suave, y no dice: “¡Estoy harta de que siempre tengo que hacerte yo la propuesta porque vos nunca...!”, ahí aparecen la crítica, el desprecio; y cuando yo arranco allá arriba, la otra persona se va a defender. Y es lógico decir: “¿Y yo qué hice ahora?, ¿por qué tengo que saber todo?”. Entonces se empieza a generar ese malestar, que no tiene que ver con el problema, con el contenido del problema, sino que se desvía a la forma en que se está comunicando. Y así se termina discutiendo, sin saber ni de qué ni por qué.
"El 70% de los problemas de la pareja no se resuelven".
Asunción Barrancos
¿Qué hacer con esos problemas que no se pueden resolver?
Yo siempre digo una frase en inglés que es “we agree to disagree”. Estamos de acuerdo en que no estamos de acuerdo. No tiene sentido hablar hasta las cinco de la mañana, desgastarse hasta resolverlo, no es una buena idea. Hasta ahí llegamos, lo ponemos en el freezer y nos vamos a dormir. Dejamos pasar un día o lo que necesitemos hasta que estemos preparados para abordar eso.
¿Qué sentís que tiene que estar en una pareja saludable?
Confianza y compromiso, tener los dos pies bien adentro. Sumado a la confianza y el compromiso, el respeto por el otro, por quién es, respetarlo, honrarlo. Especialmente, honrar los sueños del otro. Tratar de lograr que los sueños de vida de cada uno se conviertan en realidad. Una pareja, para llevarse bien, hay que trabajarla, ponerle empeño.
Los cuatro jinetes del Apocalipsis: ¿cuáles son los riesgos de una pareja?
4 actitudes que ponen en riesgo a una pareja - Créditos: Getty Images
Actitudes para no soltarles la rienda. Muchas veces caemos en estas formas de vinculación, pero se vuelven riesgosas cuando se establecen en la pareja.
1
La crítica destructiva: casi todos lo hacemos, cuando hablamos del otro en modo de crítica, mirar lo que hace el otro en vez de hablar de una. Si este patrón es repetitivo y se establece como un modelo de comunicación habitual en la pareja o familia, puede escalar al desprecio.
2
La actitud defensiva: implica justificarse, ponerse en posición de víctima. A veces, atacar como defensa. La pareja percibe esta actitud como inmadurez e incapacidad de asumir la responsabilidad de los propios errores.
3
El desprecio: se ve más en gestos que en actitudes o palabras específicas. Es cuando te ponés en actitud de superioridad. Revoleo de ojos, la mueca en la boca. Los microinsultos –“no seas tontita”–, todo eso es desprecio. El desprecio es como el ácido sulfúrico de la relación. Y cuando ves una pareja que está usando el desprecio todo el tiempo, no una violencia desplegada terrible, pero esas microviolencias, descalificaciones, ese desdén hacia el otro, decís: “Bueno, acá hay que trabajar un montón”.
4
El amurallamiento: es todo aquello que genera bloqueos en el diálogo. Viene del inglés stone walling, porque significa crear una pared de piedra. En castellano lo tradujeron como aislamiento. Se da cuando no podés seguir teniendo una conversación en un tono tranquilo, sino que hay gritos o llantos, o a veces es mirar para otro lado, porque no puedo continuar conversando en el mismo nivel. También irse o callarse y aguantarlo. Se produce una reacción fisiológica en ese momento, parecida a las reacciones del estrés.
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