Sustentabilidad emocional: 5 ejercicios para convertirla en una herramienta clave

Cambiar es aprender, aunque estamos programados neurológicamente para evitar lo inesperado, siempre estamos prefiriendo la seguridad a lo desconocido porque sentimos que la incertidumbre nos debilita. Aunque nuestro cerebro es plástico no siempre será nuestro aliado porque prefiere recorrer aquellos caminos que ya le son conocidos. Vivimos tiempos donde lo único constante es y será el cambio, hoy ya no alcanza con adaptarnos, sino que hay que dar un paso más hacia la transformación, ponernos en un rol más protagonista. Entender, ¿en quién queremos convertirnos, ¿que precisamos para eso? y sí, ¿tenemos la flexibilidad mental y la inteligencia emocional para rediseñarnos cuantas veces sea necesario? Nuevos aprendizajes generan nuevas conexiones en el cerebro y esto tiene un efecto positivo ya que lo mantiene flexible y joven. El conocimiento queda rápidamente obsoleto, el presente y el futuro es de los que aprenden con actitud humilde y principiante.

Solemos fijarnos en lo negativo porque tenemos un cerebro diseñado para la supervivencia. Lo negativo es como un velcro para el cerebro, más del 80% de nuestro vocabulario emocional está compuesto por emociones desagradables o poco facilitadoras de nuestro bienestar. Tenemos que aprender a entrenar físicamente a nuestro cerebro, así como entrenamos a nuestro cuerpo. Parar la pelota y observar nuestros pensamientos y sentimientos. Grandes cantidades de incertidumbre pueden ser muy debilitantes para nosotros. Por es la confianza en nosotras mismos, el entusiasmo, el optimismo, la gratitud y la ilusión tienen la capacidad de favorecer las funciones superiores del cerebro, donde tiene lugar el pensamiento más avanzado, donde se toman las decisiones, donde se crean y valoran alternativas y se trazan las estrategias para solucionar problemas. Se dice que lo que el corazón quiere sentir, la mente se lo acaba mostrando.

Estamos viviendo en la era de la distracción masiva y nuestro recurso más escaso es el tiempo. Sugerencias, bombardeos de información, distracciones ansiedad por la inmediatez y continuas interrupciones, provoca una sobrecarga cognitiva que agota al cerebro que no está programado para el multitasking. Nos pusimos a pensar, ¿cuántas veces por día revisamos el celular? ¿regulamos el tiempo de uso?, ¿cuánto tiempo pasamos escroleando en las redes a veces sin un objetivo específico? Algunas recomendaciones para su uso asertivo son:

En la vida diaria el sentir de muchos es el agobio, el agotamiento, la presión excesiva por cumplir con todo y la fatiga. Saber parar, frenar el ritmo frenético, valorar el silencio y el vacío. La habilidad de hacer una pausa se volvió un aprendizaje esencial en nuestra vida cotidiana. Pausar, hace posible la reflexión y otras maneras de pensar. Precisamos liderar nuestro bienestar e incorporar en nuestras agendas nuevos hábitos y estrategias adaptativas para re energizarnos. La pausa y el silencio son amigos de las buenas decisiones y estimulan la creatividad, la memoria, el aprendizaje y la valoración de nosotras mismas.

Lo inmediato nos sesga la ganancia futura, pocas veces prestamos atención a generar posibilidades y a proyectar futuro, algo que es muy importante en estos tiempos, pero no urgente. Ahora si nunca damos pasos y nos preparamos, ¿cómo nos va a encontrar ese largo plazo? Solemos aferrarnos al sesgo que nos hace pensar que la persona que estamos siendo hoy, es la persona que siempre seremos. Y la clave es dedicar tiempo al futuro, incluso cuando haya cosas más importantes para hacer en el presente y cuando además no haya un retorno inmediato y aparente de nuestros esfuerzos, disciplina y perseverancia. El futuro no es lo que va a pasar, sino lo que vamos a hacer. El problema no es el tiempo, sino donde ponemos las prioridades. En la actualidad tenemos la posibilidad de hacer más cosas en menos tiempo, pero las “to do list” son cada vez más largas e interminables. Precisamos entender que nuestra energía vital se agota y hacer un uso sustentable de la misma es la mejor manera de cuidar nuestra salud física, mental y emocional.

Cultivar nuestro bienestar integral y hacerlo hábito desde una real necesidad y repetición diaria. Está comprobado que las personas que llevan una mejor gestión sobre su atención, sus emociones y acciones, manejan mejor el estrés, son más saludables, sus relaciones les brindan más satisfacciones y se sobreponen de mejor manera de la adversidad. Priorizarnos y cuidarnos no es de egoísta, además, si nos cuidamos podemos estar mejor disponibles para los demás y para nuestros diversos roles en nuestra comunidad y sociedad. Sabemos que el equilibrio no es estático, y siempre será un desafío entonces: