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La comezón del séptimo año

Si llevás varios años de pareja y estás preocupada porque empezaste a sentir un combo de aburrimiento y falta de motivación, (casi) todo tiene solución




No es matemático, pueden ser siete o cinco o diez años, pero, sin duda, las "comezones" son etapas cíclicas de aquellas parejas que hace años que están juntas y se conocen muchísimo. Vos sabés que no lo cambiarías por nada del mundo, te sigue gustando como el primer día –aunque ahora tenga un poco más de panza y canas o entradas, o ambas–, lo admirás, te divierte, lo amás y sabés que él también te ama. Pero estás en una zona crítica, notás que algo está pasando, o más bien que algo falta. Sentís que la relación está estancada, aburrida, que te gustaría hacer cosas diferentes o reencontrarte con él de otra manera. Y, aunque no te lo dice, lo conocés tanto que sabés que le pasa lo mismo. El tema es que con tantas ocupaciones diarias de ambos, ¡¿cuándo hablar?! Incluso un par de veces lanzaste alguna indirecta, pero él no parece haber acusado recibo.
Si bien ya sabés que el enamoramiento es una etapa, tampoco querés resignarte a sentirte así. Te empezás a preguntar si esto va a ir en picada, si es solo una meseta y hay que tener paciencia (como otras veces), si es normal y a todos les pasa lo mismo, si realmente es una señal de alerta. En fin, lo cierto es que tu sensación de malestar no desaparece y te empezás a preocupar. Incluso tus amigas te dicen: "Es una etapa, paciencia". Pero hay veces que pica más que otras, e igual te desconcierta.
Para empezar, lo cierto es que la "comezón del séptimo año" no existe verdaderamente en el historial de la psicología, sí es cierto que es un tema que se generalizó y que actualmente se lo considera una etapa que puede atravesar una pareja, tenga hijos o no. Pero ¿de qué se trata verdaderamente? Es simple: de la falta de novedad. La realidad es que, después de muchos años de estar en pareja (ya sea casados, juntados o de novios), sucede que, de a poco, todos los deseos compartidos que los dos tenían –casarse, viajar, buscar departamento para mudarse juntos, transitar los primeros momentos de intimidad, la ilusión de tener hijos y, finalmente, el hecho de convertirse en la familia que tanto anhelaban con una, dos o varias criaturas– se van haciendo realidad. Los sueños se cumplen, y ESE es el gran tema. ¿Y entonces? Comienza una etapa más rutinaria, que puede darse en el séptimo año, pero también en el sexto, octavo, décimo (¡depende!), más aún si hay niños de por medio y la pareja queda, digamos, "camuflada" o absorbida por la paternidad. ¿Dónde está el tiempo para ustedes? ¿Cómo podés automotivarte? Y si no tenés hijos pero llevan muchos años juntos, también te puede pasar que esa idealización inicial que tenías de la convivencia, de tu hombre y de todo lo que serían los dos como pareja esté en un nivel tan bajo que ¡necesitás urgente nuevos desafíos que te lleven a hacer crecer la relación! ¿Qué hacer entonces? Te damos algunas herramientas para que puedas rediseñar la situación.

Cómo "rascarse" la rutina

Darle espacio al diálogo: si hay voluntad de ambas partes de tirar para adelante busquen como sea un momento para hablar del tema, aunque sea difícil en el día a día.
Entender que algunas etapas son más exigidas: por lo tanto, demandan energía extra, tomar decisiones impostergables, cumplir con horarios y rutinas que no pueden cambiarse (como la etapa escolar de los chicos) y con responsabilidades que no se pueden postergar. Todo eso nos agota y, al estar cansados, es más fácil que surjan las fricciones y discusiones. Por eso, es clave estar más compasivos y pacientes, dejar que pase el maremoto.
Buscar espacios para estar solos y fuera de casa ¡como sea!: si son padres, tengan en claro que, además, son una pareja que necesita tener tiempo para hablar, mimarse, escucharse y, sobre todo, ¡reencontrarse! Si no se puede una vez a la semana, al menos intenten salir solos una vez al mes. Y si no hay hijos en común pero ambos tienen muchas ocupaciones o viajan todo el tiempo, generen como sea espacios de encuentro.
Desdramatizar la rutina: una frase hecha es "la rutina mata el amor". No es cierto. La rutina puede alterarnos y generarnos aburrimiento, pero también nos da seguridad y disfrute a largo plazo. Pero si nos produce estancamiento, tan solo identificando la situación le damos batalla a esa "comezón".
Sacar la atención sobre el otro: para lograr cualquier cambio, la clave es no quedarse en el relato de la queja, sacar la lupa del otro y ponerla en nosotras. ¿Qué debería hacer yo para sentirme mejor?, ¿qué cambios puedo proponer yo en nuestra rutina?, ¿cuáles son mis necesidades?: muchas veces estamos tan ensimismadas con nuestros compromisos cotidianos que nos olvidamos de qué queremos, qué nos hace feliz, y ese "no saber" se proyecta en el caos externo. Ese es el momento de parar la pelota y de volver a vos.
En definitiva, en los vínculos siempre hay altibajos, aquellas que recorren el camino de la pareja estable lo saben, ya se han tragado más de un bache. Y son esos momentos desnivelados los que te permiten también valorar aquellos más lisos y con lindo paisaje. Si los dos tiran para el mismo lado, cualquier "zona de ripio" se atraviesa, ya sean siete, veinte o cincuenta años.
¿A vos ya te dio comezón? ¿Qué hacés cuando te afecta la rutina en la relación?

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