Por Juan Yesnik
Especial para RevistaOHLALA.com
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Inevitablemente, la llegada de los hijos condiciona la vida sexual, modifica los hábitos, el espacio y los tiempos de la pareja. Ya nada volverá a ser como antes, pero eso no significa que estemos condenados a perder la intimidad y la pasión. No hay culpables de la represión o la pérdida del placer, sólo responsables, y esos no son los chicos, precisamente.
Cuando hay hijos en casa hay una nueva forma de intimar, en la que, indudablemente, habrá que poner un "plus extra" de energía para sostener el espacio de encuentro y alimentar la pasión. Como siempre decimos: "ante todo el buen diálogo y la comunicación", para evitar que los puentes nos alejen, en lugar de acercarnos. No sólo se trata de pensarnos potentes para amarnos como cuando había más tiempo y ganas; hay parejas que, incluso, pierden la sensibilidad por los besos y las caricias.
Más allá de que se vea interrumpida la frecuencia e, incluso, disminuidas la cantidad de tiempo y/u orgasmos disponibles, no deberíamos dejar que se altere la calidad del encuentro que se pueda llegar a tener. No es fácil preservar el amor en tiempos de sobre exigencias y demandas pero, cuando hay "interés o ganas de amor", el compromiso es quien sostiene la intimidad y la pasión.
Si bien, históricamente, la mujer es quien suele cargar con los mayores niveles de demanda en la crianza, el padre responsable ya aprendió (o está aprendiendo) a asumir la parte que le toca en la distribución de tareas. En este juego saludable de la paternidad compartida, es mucho más sencillo balancear, incluso, las energías restantes, de unos y otros, para encontrarse en la cama (o en el lugar de la casa que resulte posible). De esta manera, al haber también hombres cansados, no sólo habrá mujeres agotadas y resistentes, sino que las "excusas" estarán repartidas y será rotativo el "alguien tiene que ceder". Es mucho más positivo para la pareja llegar a la cama con las energías balanceadas y buscar el encuentro que se pueda, en lugar de sostener históricas discusiones porque hay uno que "siempre quiere" y el otro al que "nunca le queda resto".
Alcanzar un orden y una armonía, los que se puedan, siempre que persista el intento, es un primer y gran punto de acuerdo, que ayudará a sostener el vínculo que, por momentos, parece debilitarse.
En el otro extremo de este escenario están los hombres que aún no entendieron de la importancia de esta "tarea de a dos" y que demandan la presencia de "una mujer multifacética y disponible las 24 horas"; así como también están las mujeres que creen que por haber tenido un hijo dejaron de ser mujeres para ser, exclusivamente, señoras destinadas a la maternidad. Una y otra forma -enquistadas en viejos modelos y mandatos culturales- son pasaportes directos a la pérdida del vínculo de la pareja.
No es nada fácil pero, insisto, no es imposible. Hombres y mujeres, "fifty-fifty", somos los únicos y máximos responsables de que, si hay amor, no se vaya todo al tacho junto con los desechos del bebé o los juguetes descartables de los más grandecitos. Porque no todo es difícil durante los primeros meses de vida del bebé, cada edad o etapa tiene sus demandas y condiciona la vida privada de las parejas.
En los primeros meses: el sueño alterado, los horarios de teta y mamadera, la depresión post parto, la baja libido y autoestima, los cuerpos con su anatomía y estéticas alteradas. Con el correr de los meses y años: la irrupción o invasión del cuarto de los padres, las pesadillas, los miedos, los prejuicios sobre el cuerpo que no vuelve a sus formas...
La vida sexual de la pareja, así como los hijos, también padece de insomnio, estrés, miedos y pesadillas. Y, como venimos diciendo, es la misma pareja quien tiene la solución. Somos padres y eso es lo más maravilloso e importante, pero, si así lo deseamos, no dejamos de ser pareja.
Entender esto es crucial (para nosotros y para nuestros hijos, también). Habrá que distinguir y respetar, entonces, cada uno de los espacios y momentos; y salir a reconquistarlos cuando hayamos creído haberlos perdido.
Pasado el shock inicial de la llegada (para algunas familias, unos meses; para otras, un años largo y algo más) habrá que poner "cada cosa en su lugar" para que "el lugar común" sea gozoso y saludable, para todos; cada uno en su cuarto y en su lugar (el hijo, en el lugar de hijo; el padre y la madre, en el lugar de padres y de pareja).
Si bien no hay soluciones generales ni mágicas, siempre hay posibilidades cuando hay amor, diálogo y capacidad de reflexión.
¿Qué pasó en tu pareja con la llegada de los hijos? ¿Cómo afectó a tu vida sexual? ¡Contá tu experiencia!
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