El baño,
ese espacio en el que nació la selfie original, la que hacíamos frente a un espejo porque aún no existía la cámara frontal, parece no terminar jamás de agotar sus posibilidades creativas. Pasó de ser un lugar en el que nos auto retratábamos por
default, a convertirse en un patio de juegos de erotismo millenial (¿qué hay más íntimo que
un baño?) para terminar deviniendo ahora, en un símbolo de vida social. Eso parece indicar la tendencia que puso a muchos bares, restaurantes y hoteles de grandes ciudades, a demoler sus baños para reinventarlos. El objetivo: transformarlos en verdaderas "photo opportunities", es decir, en escenografías en las que se vuelve casi imposible no querer tomarse una foto. No son pocos los espacios gastronómicos que reformaron sus
toilettes en versiones más llamativas y dignas de quedar inmortalizadas, geolocalizadas y tagueadas en las redes de sus clientes. El resultado final es, claro, publicidad gratis.
Porque la relación costo-beneficio demuestra que se trata de una inversión estratégicamente conveniente, los aseos han pasado de ser esos lugares meramente necesarios y apestosos, a convertirse en los rincones más excéntricos y cuidados de bares, hoteles y restaurantes que quieren mantenerse en el mapa de "lo hot".
Hoy, es fácil encontrar toilettes de fantasía. Los hay con hamacas para amenizar el tiempo de espera como en La Havanera de Madrid, y con letras de neón invertidas para que el mensaje sea leíble frente a un espejo, como en Shakeembuns, Singapur. También hay toilettes con carteles que convocan a compartir tu retrato ¡haciendo pis! como lo hace Motel Morris en Nueva York o con una puesta de luces digna de una rave, como los de Shywawa, en París. Para llevar a cabo estas reinvenciones, no siempre es necesaria una escenografía digna de Viaje a las estrellas (chequeá la de Sketch, en Londres). Con lindos espejos, iluminación digna y paredes empapeladas con motivos originales, un simple bañito puede convertirse en el lugar en el que todos quieren retratarse. En realidad, al parecer, el éxito de esta tendencia radica en que la mayoría de los clientes, iban a hacerlo de todas formas.
En los últimos años, los estudios de comportamiento de los consumidores en espacios gastronómicos vienen mostrando un aumento creciente del "momento baño". Ya no acudimos a los aseos únicamente a liberar nuestra fisiología, hablar con amigas o retocarnos el make up. Nuestro fin ahora, es mucho más narcisista y complejo: queremos mostrar a dónde estamos, lo lindos que estamos, los felices que somos. Y eso es algo que, como habrás notado en tu timeline, todos venimos haciendo en baños no necesariamente bellos, mientras haya un espejo que muestre nuestro look. Al parecer, el motor de las selfies WC (selfie del "water closet", como bautizó al fenómeno el diario El País de España) no es la belleza de un entorno, sino el deseo de exposición. Aún así, las ganas de exhibirnos en contextos especialmente lujosos, originales y elegantes, incrementa las chances de que publiquemos y geolocalicemos nuestras fotos. Ahí es donde nuestro deseo coincide con el de los bares de moda.
Tiene muchos espejos. Cuántos más, mejor.
Tiene un componente de fantasía. Simulan selvas, naves espaciales, camarines, nubes y lugares de fantasía
Toma elementos de los photocalls. Invitan al acting con accesorios, sillones, y elementos de juego. Parole, en Madrid, te permite retratarte inserta en la tapa de una revista.
Utiliza colores fantasiosos. Shocking, pasteles o fluorescentes.
Apela a consignas. Un mingitorio ubicado en la boca de Donald Trump o baños forrados de consignas feministas, son ejemplos.
El clásico. El baño del Hotel Faena. Con su mármol blanco, sus cisnes de bronce y espejos enormes.
El yummy. Donut Therapy. Su efecto glasé logra algo insólito: que quieras chupar las paredes ¡de un baño!
El campestre. El baño de Pani recrea una cocinita rústica de campo.