Paso a paso: cómo recuperarte de una ruptura amorosa
Cuando una historia de amor se termina o una desilusión te golpea, hay que entrar a boxes para hacer el duelo.
10 de julio de 2023 • 11:00
Paso a paso, cómo recuperar tu corazón roto. - Créditos: Freepik.es
Una pérdida profunda es como una intervención al corazón, pero no como una cirugía de bypass, sino como un asalto a mano armada. Aun cuando somos fuertes, incluso si la vimos venir, no hay forma de que no duela. Es inevitable quedar un poco paralizada, desparramada, sin entender del todo dónde estás parada (o tirada), mientras la platea te reclama y espera que te repongas al grito de “todo va a estar bien”. Y vos quizá también lo sospechás, claro. Pero tu corazón, después del cimbronazo, puede haber quedado herido, triste o penando en el fondo de algún lugar oscuro, acorralado por cinco rotweillers en ayuno.
Así se siente una ruptura amorosa. Todas las que pasamos por eso lo entendemos a la perfección (¿a quién no le rompieron el corazón alguna vez?). Y no vamos a decir que apretás el botón de reset, cambiás de canal y listo; en cambio, te proponemos presionar la tecla de play e ir recorriendo a tu ritmo el proceso del duelo, que, aunque hoy te resulte impensado, siempre tiene final feliz.
¿Cómo rearmarte? A veces los pasos se dan mezclados; otras, sucesivos; lo importante es que se vayan dando, sin saltearnos ni uno, para, en su momento, volver a construir un vínculo sano. La buena noticia es saber que el proceso tiene un inicio y un fin.
Terapia intensiva: shock y negación
El impacto inicial es tan grande que no entendemos nada y entramos a negar (“no pasó”, “voy a reconquistarlo/a”, “está confundido/a”, “es solo un tiempo”, “si yo hubiera hecho tal cosa, esto quizá no pasaba”), y así surge la famosa manija de cómo reconquistar, reintentar, remediar. Es común fantasear con la escena triunfal del ex volviendo de rodillas a decirnos que no puede vivir sin nuestro amor.
Placebo: en esta fase es importante encontrar una oreja generosa (amigo/a-profesional-planta) que nos escuche. No estamos para recibir consejos ni opiniones ni mucho menos a alguien que analice lo que hicimos bien o mal ni aquello que dejamos de hacer. La clave es estar con gente que nos quiera, que nos pueda abrazar hasta el cansancio o poner el hombro para llorar.
Un calmante: escribir “cartas de rabia” –que no enviaremos jamás– ayuda a sacar todo para afuera y vaciarnos de sensaciones desagradables y que no nos hace bien tener guardadas.
Atenti con las trampas: recurrir a contactos comunes para seguir al otro de cerca o creer que por no pensarlo el tema va a desaparecer. ¿Lo mejor? Ser sinceras con nosotras mismas y de ninguna manera tapar el tema. Los duelos duelen.
El prequirúrgico: aceptación y tristeza
Antes de una ruptura, el estrés es un factor común. En esta etapa, la calma y el silencio son buenos aliados. Esto incluye no chequear sus redes, el WhatsApp, ni andar espiando cualquier cuestión que visite la vida del otro.
Con la excepción de que el final haya sido de común acuerdo, cabe hacer una distinción; no es el mismo camino para el que deja (o toma la decisión de la separación) que para el dejado. Aunque la relación haya estado en terapia intensiva, al dejado se le suma una sensación de impotencia, más allá de que con el tiempo hubiera tomado la misma decisión. Es posible que el que deja haya hecho la mitad del recorrido “en secreto”, todavía dentro de la relación, pero ojo: el dejador corre el riesgo de no hacer bien el duelo –creyendo que no lo necesita–, y si el bajón se demora demasiado en aparecer, la caída podría ser en picada y muy profunda. Por eso, a su manera, ambos deben hacer su duelo.
¿Qué le damos a un cuore en rehab? Ni pastillas ni alcohol, tampoco comida, no le damos nada para anestesiarlo; lo dejamos que se recupere simplemente dándole amor. Amor hacia nosotras mismas: buenas dosis de comprensión, compasión y autocuidado. La clave es simple: respetarnos y vivir en el presente.
En el quirófano: negociación con una
La tentación de tomar atajos que nos ayuden a arrancar tanta angustia de encima existe. Reactivar nuestras últimas dates, pasearnos por las apps de citas o salir a emborrachar las penas con cuanto ser se nos cruce son opciones. Pero no es momento de alimentarnos con fast-food: dicen que los buenos platos son los que valen la espera. La reflexión de calidad es la mejor dieta para este momento: ver qué aprendimos con este vínculo, con qué nos quedamos y para qué se cruzó esa persona en nuestra vida nos ayuda a hacer un balance justo.
¿Cuánto debería durar un duelo? Lo que dure, la prisa no es buena. Si estamos atentas y seguimos el proceso sintiendo cada etapa, lo superamos. Si intentamos hacer como que no pasó nada, se perpetúa y vienen las repercusiones: “nunca voy a poder tener otra pareja”, “ninguna relación me funciona” o “son todos/as iguales”.
Dos grandes enemigos: la depresión y la melancolía. Si bien los duelos no duran un tiempo establecido, se calcula que al año la tristeza tiene que cesar. ¿Por qué un año? Es el tiempo que nos lleva volver a vivir –por primera vez– todo sin el otro. Superados estos meses, es bueno revisar si quedamos estancadas en alguna etapa inicial; de ser así, sería bueno buscar ayuda de un profesional.
A kinesiología: abrazar la esperanza
Como toda rehabilitación, dedicarle esfuerzo para volver a poner todo en marcha es importante. Porque mientras que el amor nos toma sin avisar, el duelo en sí es un trabajo que tenemos que hacer –nos guste o no– para poder volver a amar bien.
Ojo con las muletas. Este sería el caso del famoso dicho “un clavo saca a otro clavo” o buscar cualquier excusa ridícula para seguir manteniendo contacto con tu ex. Son un engaña pichanga a una misma, y lo que menos necesitamos después de tanto esfuerzo es mentirnos. Sería esconder las pelusas debajo del sillón: quien se “enamora” antes de haber terminado un duelo necesariamente arrastra a la relación nueva mecanismos y cuestiones no resueltas que eran de la antigua. Entonces, a los diez minutos de romance, pueden aparecer ciertos reclamos que, en realidad, van dirigidos al ex: “no me gusta que me hablen así”, “siempre vas a volver a cualquier hora”, “si hacés esto es porque tal cosa”, etc. Los pensamientos negativos son claros indicios de que todavía no estamos recuperadas al 100%.
¿Qué onda los recuerdos?: lo mejor es quitar de la vista todo lo que nos recuerde al otro. Podemos hacer una selección con aquello que sí o sí queremos conservar, entregárselo a una amiga que lo cuide por un tiempo y lo demás entregarlo en donación. Nos hacemos un favor a nosotras y a la humanidad.
El síndrome del corazón partido existe. - Créditos: Collage de Ignacio Rivas.
El alta: apertura a lo nuevo
La pregunta del millón: ¿cuándo estamos listas para volver a enamorarnos y a confiar en una pareja? ¿Cuándo nos damos a nosotras mismas el alta? Los expertos coinciden en que el trabajo del rehab está completo cuando logramos transformar el fantasma del otro en un recuerdo; cuando nos quitamos de adentro a ese otro que nos habitaba para darle lugar en la memoria. Porque el duelo no tiene que ver con el olvido, sino con el recuerdo.
La sensación de sentir que esa historia ya vive dentro de nosotras es clara señal de sanación: ya no hay que ir a buscarlo en una foto, objeto o lo que sea. También cuando podemos recuperar lo mejor que tuvo ese vínculo y honrarlo desde nuestro presente.
Termómetro infalible. Volver a sonreír es un claro síntoma de que estamos listas para volver al ruedo. De repente, nos encontramos recordando vivencias con el otro y dentro de esas vivencias, nos quedamos con los buenos momentos, con los aprendizajes y wow, estamos sonriendo..., esa es la respuesta. Entender para qué llegó y para qué se fue esa relación de nuestra vida es una de las señales de oro que indican que el corazón está curado. Somos aquello que perdimos y también lo que podemos crear, creer y vivir a partir de esta pérdida. •
Corazón partío
Por Mario Boskis, Cardiólogo (MN 74002).
El “síndrome del corazón roto”?existe, es cuando sentís que tu corazón está partido, literalmente. Está comprobado que se da más frecuentemente en las mujeres. Una angustia?importante,?un?gran “susto”?o un momento de estrés agudo pueden provocarlo. Las hormonas responsables de eso?son,?entre otras,?las?catecolaminas (adrenalina y noradrenalina). La liberación de estas?hormonas ante una situación angustiante genera una cascada de eventos que?pueden?producir?fuertes?dolores?en el pecho?y alteraciones en el electrocardiograma que simulan un infarto, sin que el evento real esté presente, pero con daño cardíaco.?Cuidado,?entonces,?con la angustia, los sustos y el estrés porque pueden “romper” –literal y médicamente– tu corazón.
Expertas consultadas: Patricia Faur. Psicóloga y escritora, especialista en dependencias afectivas. @patofaur. Graciela Moreschi. Médica psiquiatra y escritora. @gracielanormamoreschi. Gabriela Fernández Jover. Coach emocional y de relaciones. @amorsano.es.
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