
Placer al desnudo: tocate para mí
Una forma de construir el deseo a través del juego de mirar y ser mirado
15 de diciembre de 2015 • 00:33

Mirar al hombre que te gusta dándose placer, y permitirle ver lo mismo, es mucho más que un simple acto picante. En pleno enredo de sábanas, en la proximidad intensa y simbiótica de un buen revolcón, los cuerpos no se ven, los amantes no se miran. Pensalo: en la urgencia del deseo, cuando logramos la mayor cercanía, casi siempre cerramos los ojos. A la distancia, sin embargo, una percepción diferente es posible. En ese espacio que separa a un cuerpo de otro circula otro tipo de información: una información estética que nos permite descubrir un nivel de deseo distinto. El "tocate para mí" es una invitación a desnudar algo que a todos nos vuelve locos, algo que exacerba nuestro deseo: la intimidad que solo se comparte con uno mismo, la posibilidad de espiar aquello que se nos escapa y de compartir, además, un nivel de exposición intenso. ¿Las mujeres no somos tan visuales como ellos o hay ahí una limitación cultural? En una era mayormente visual, las mujeres nos estamos permitiendo explorar más que nunca el poder de nuestras pupilas, el aspecto voyerista de nuestra sexualidad. Nos estamos atreviendo, además, a exhibir con orgullo lo que antes era tabú: no solo nuestros cuerpos, sino también nuestra calentura. Pero... ¿cómo funciona nuestro voyerismo? ¿Somos igual de "mironas" que los hombres? ¿Cómo encaramos nuestra búsqueda de placer visual y el deseo desde otro lugar?
Aventuras visuales
La atención visual fue siempre importante en el proceso de atracción, pero la relevancia que adquirió últimamente, en el tiempo de la web, es inédita. Cómo eso afecta la relación con nuestra imagen y la de los otros es algo de lo que recién estamos tomando dimensión. Hoy más que nunca, habitamos nuestros cuerpos de modo estético. Como si fueran lienzos en blanco, los mostramos, los mutamos y expresamos a través de ellos lo que nos pasa. Hoy, queremos ver y ser vistos. Pero hay más. Lo que estamos buscando (y, con suerte, logrando) es algo de lo que tal vez ni siquiera somos conscientes: que nuestra propia imagen nos caliente. Sabemos que a través de los ojos se producen todo tipo de sensaciones y esta certeza nos vuelve a las generaciones tecnológicas más exhibicionistas, más voyeristas, más dispuestas a experimentar que todas las generaciones que nos antecedieron. Y, encima, tenemos los medios. Como siempre, estos cambios resaltan especialmente cuando se expresan en nosotras, las mujeres. Que quieras ver, que no tengas problema en mostrar y que lo vivas con libertad aún puede sorprender a algunos. Pero ¿es realmente tan sorprendente? ¿Es acaso nuestra búsqueda de la belleza masculina uno de los terrenos más desconocidos del deseo femenino?
¿Solo para caballeros?
El arsenal de estimulantes visuales del mundo a. I. (antes de Internet) estaba diseñado just for men. Durante siglos, a las mujeres nos educaron advirtiéndonos que los hombres se calentaban mayormente a través de la vista y las chicas..., bueno, las chicas, a través de cosas que incluían palabras de amor, historias guionadas y colores pasteles. El mundo d. I. (después de Internet) vino a poner en boca de todos, de nosotras mismas y de quienes estudian los comportamientos sociales, que eso no es tan así. Si se pensaba que lo meramente visual no nos calentaba tanto, era simplemente porque lo meramente visual no estaba en el menú que se nos ofrecía. Hoy, que el deseo femenino puede intentar medirse a través de clics, de consumos culturales y de diferentes discursos, muy pocos se atreven a discutir si la mujer es también "un animal visual". La sexualización progresiva del cuerpo masculino (la aparición de la figura metrosexual, por ejemplo, o de los miles de gimnasios crossfit que exacerban las formas masculinas) responde, justamente, a este "descubrimiento": a las mujeres también se nos entra por la vista. Nuestra actitud, más honesta y abierta al respecto, está dejando entrever, además, que las ganas de "fisgonear" femeninas tienen algunas características especiales que nos diferencian de los hombres.

Créditos: Ilustración de Maite Oz
Voyeristas kinestésicas
Menos "quirúrgicas", más integrales, detallistas, poéticas y, fundamentalmente, kinestésicas. Así somos las mujeres como espectadoras sexuales. Lo de "kinestésicas" se refiere a un modo de mirar que repara también en las sensaciones del otro, que busca información para llegar a intuir sus sensaciones. Para simplificarlo: si te permitís conectarte con tus cualidades perceptivas y sensitivas, si te permitís explorar tu sensibilidad mientras él se exhibe para vos, vas a ver mucho más que un cuerpo desnudo. No solo vas a reparar en sus formas, también lo harás en su piel erizada, en su respiración, en sus gemidos, en sus gestos y movimientos. Poco a poco, vas a sentir la capacidad de vivir su placer a través de tu cuerpo. El don de la empatía es muy femenino y se aplica también a lo sexual. Esta forma de vivir nuestra sexualidad y conquistarla se va revelando a medida que nosotras mismas nos permitimos indagar primero y compartir después.
Juego horizontal
Mirar y mostrarse implica también cierta dinámica de poder. Pero no se trata de un poder vertical, como solemos creer. No es que el que se muestra se pone al servicio del que mira y por eso es "menos poderoso". El enfoque es otro y desafía creencias muy arraigadas. Durante siglos, hubo muchas represalias sobre las mujeres que disfrutaban mostrarse y, aunque no lo creas, el peso de la historia vuelve sobre nosotras cada vez que decidimos sacarnos la ropa para exhibirnos ante un otro. Al empezar a mirar a sus hombres, muchas mujeres descubren algo interesante: que así como un hombre no se está degradando ante ellas por presentarse como objeto de deseo, ellas tampoco lo hacen si asumen ese rol. Esto es importante porque compartir el cuerpo, el placer y un orgasmo implica un acto de confianza también hacia una misma. Y es cuando nos gustamos a nosotras, cuando no nos sentimos "sucias", que logramos convencernos de que realmente podemos gustarle a alguien más. Cuando nos sentimos empoderadas y en control de nuestra sexualidad, podemos realmente disfrutar este juego.
Tocate a salvo
En la movida de tocarse para otro vía celu, las implicancias emocionales son otras y el riesgo también. Para empezar, ambos tienen que sentirse cómodos con la situación de autofilmarse y, además, tienen que estar seguros de que ese material solo circulará entre ustedes dos. Hoy, que los backups son automáticos y los celulares, fácilmente "extraviables", esa seguridad es imposible. Entonces, existe una sola regla para practicar "safe cyber sex" o "69 visuales seguros": no muestres la cara cuando lo hagas. Y, preferentemente, usá redes como Snapchat que te garantizan poder controlar cuánto tiempo el otro va a disponer de las imágenes que le mandes sin que queden en su celular. En estos tiempos, eso también es cuidarse.
Experta consultada: Silvina Valente. Sexóloga
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