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Playas de Brasil: 8 opciones paradisíacas para todo tipo de viajeros


Créditos: Mario Cherrutti y Revista Lugares.



Los ocho mil kilómetros de litoral marino convierten a Brasil en la costa tropical mais grande do mundo. Con el verano en el horizonte, es un buen momento para repasar sus diferentes playas, desde las selváticas del estado de Río de Janeiro hasta las de Bahía rodeadas de palmeras y las del nordeste, ideales para el esnórquel y el kitesurf. ¿Cuál te tienta más?

Fernando de Noronha

  • Para fans del ecoturismo

Créditos: Mario Cherrutti y Revista Lugares.

Ubicada a 545 km de Recife, esta isla de 17 km de largo y 7 en su parte más ancha es la principal de un archipiélago de 21 islas volcánicas. Santuario de vida marina, la isla tiene un cupo de visitantes y cobra una tasa diaria (la tarifa por 5 días es de US$95). Las playas del "mar de fora" que miran a África son parte del Parque Nacional Marino, mientras que las playas del "mar de dentro" que miran hacia Brasil pertenecen a un Área de Protección Ambiental. Las ocho playas del "mar de dentro" son de libre acceso y de arena blanca y fina. La más grande es Conceição, una amplia bahía que comienza en el inquietante Morro do Pico, un cerro rocoso, angosto y de 323 metros de alto, y se cierra en grandes rocas planas que entran en el mar. Las seis playas del "mar de fora" son en su mayoría rocosas y de acceso restringido. Para ingresar hay que comprar un pase a Econoronha (cuesta US$55 y es válido para diez días). En la bahía de Sueste, las tortugas gigantes llegan para comer y aparearse y está permitido hacer esnórquel por cuenta propia: podés ver tortugas de hasta ¡250 kilos! Atalaia es la playa más protegida del Parque, solo puede visitarse en grupos reducidos acompañados por un guía y un guardaparque. El pase también habilita a recorrer la pasarela con miradores que lleva a las bahías dos Golfinhos (podés ver delfines), do Sancho y dos Porcos, también espectaculares.
  • Cómo llegar: Gol vuela con escala a Recife, por US$820.
  • Para dormir: Pousada Solar do Pico, desde US$170 la doble.

Jericoacoara

  • Surf & caipis

Créditos: Mario Cherrutti y Revista Lugares.

Jericoacoara es una villa de 2000 habitantes y calles de arena a 290 kilómetros de Fortaleza que pueden hacerse directamente por la playa en una 4x4. Llegar a Jeri es sumarse enseguida al relax de andar descalza por todas partes. Playa y villa son la misma cosa. Lo que fue hasta hace unos años una tranquila aldea de pescadores se transformó en la meca mundial de los amantes del wind y kitesurf. No solo acuden deportistas de todo el mundo, sino que reciben a novatos con escuelas y casas de alquiler de equipo.
Amanece muy temprano y el mar está calmo hasta las once, cuando empieza a soplar el viento, que alcanza ráfagas de 30 km y ya no para hasta la noche. Desde el mediodía, el mar se llena de tablas que hacen piruetas imposibles. Con los últimos rayos de sol, surfers y amigos clavan las tablas en la arena y trepan a la duna más alta a contemplar el atardecer, un programa que termina en aplausos. Con la luna alta, la villa se llena de velas y la música en vivo sale de bares, posadas y restaurantes informales. Olas de día, música y drinks de noche.
Un bonus track: la excursión a Pedra Furada, a 15 minutos, donde hay una gran roca que forma un arco sobre el mar.
  • Cómo llegar: Gol tiene vuelos a Fortaleza a US$760.
  • Para dormir: Pescador Pousada do Charme, desde US$100 la doble.

Angra dos Reis

  • Diversión con amigas

Créditos: Mario Cherrutti y Revista Lugares.

La costa de Angra dos Reis es escarpada, boscosa y con pocas playas. Su tesoro está escondido en la gran bahía: ¡365 islas! El plan, entonces, será recorrerlas en barco, ya sea en lujosos yates privados o en concurridas lanchas colectivas. La mejor playa de Angra –y para muchos, entre las top 10 de Brasil– es la Lopez Mendes, que se encuentra en la isla más grande, llamada –sin mucha imaginación– Ilha Grande, la única con un pueblito, Villa Abraão, con posadas y servicios para instalarse por unos días. Para llegar a la Lopez Mendes hay que tomar un barco desde Villa Abraão hasta la playa do Pouso y luego caminar un kilómetro, atravesando un morro, para llegar a este paraíso de 3 km donde solo hay arena blanca, enormes almendros que dan sombra y un mar perfecto para el baño y el surf. El último barco de vuelta parte de Playa do Pouso a las 17, por lo que hay que emprender el regreso a las 16.30. Cerca del sendero, hay vendedores de bebidas y snacks, pero solo en verano y los fines de semana del resto del año, por lo que no está de más llevarse algo para pasar el día.
Otras islas para visitar son las Botinas, pequeñas y rocosas que asombran por la transparencia de sus aguas y son un punto privilegiado para el buceo y el esnórquel. En la isla de Gipóia hay playas desérticas: da Amaral, Pequena y Fazenda. Y otras con buenas olas para surfear, como la Praia de Fora o la Grande. Las más concurridas son la de Flechas –preferida por las celebridades– y Vitorino, ambas con servicios turísticos. Y Jurubaíba convoca una gran cantidad de barcos que anclan en su bahía cerrada, donde hay un bar flotante.
  • Datazo: para moverte por las islas, lo más económico es Barcas S.A., que sale de Cais da Lapa por US$4 y tarda 90 minutos.
  • Cómo llegar: Vuelos a Río de Janeiro: Gol tiene vuelo directo por US$385; Aerolíneas, por US$465; y Azul, con escala por US$356. Costa Verde. Micros desde la terminal Novo Rio hacia Angra cada una hora, cuestan US$15.
  • Dónde dormir: Pousada Agua Viva, Vila do Abraão, Ilha Grande, desde US$65. aguavivailhagrande.com.br / Cama & Cafe Pe na Areia, Vila do Abraão, Ilha Grande. Desde US$157 la doble. penaareiailha.com.

Paraty

  • Historia, gastronomía y arte

Créditos: Mario Cherrutti y Revista Lugares.

A 232 kilómetros al sur de Río, Paraty nos sumerge en el ritmo del pasado. Su casco urbano de treinta manzanas, de callecitas angostas y esquinas sin ochava, solo se recorre a pie. Por estar ubicada entre Río y San Pablo, los fines de semana atrae a cariocas y paulistas, por eso cuenta con excelentes restaurantes, hoteles boutique, bares sofisticados, galerías de arte y talleres de artistas. A la noche, las mesas copan la calle y hay música en vivo. Cafeterías y heladerías, como Sorveteria Pistache y Café Pingado, aportan el broche dulce. Otro imperdible es comer en Banana da Terra, donde la chef Ana Bueno prepara platos de autor auténticamente brasileños, como la hamburguesa de langostinos, bruschetta de pulpo y torta de banana. Entre bares y negocios se levantan cuatro iglesias históricas: Nuestra Señora de los Remedios, de 1787, que antiguamente recibía solo a campesinos y pescadores blancos; Nuestra Señora del Rosario y San Benedito, de 1725, reservada para los negros; Nuestra Señora de los Dolores, de 1820, levantada para la aristocracia blanca; y la de Santa Rita, de 1772, ubicada frente al puerto.
La bahía tiene 65 islas y se las puede recorrer en lancha, escuna o baleeira, rústicos barquitos de pescadores. Y desde el Casco Histórico se puede acceder a dos playas ubicadas del otro lado del antiguo fuerte: Pontal y Jabaquara, rodeadas de la imponente floresta tropical de Joatinga.
  • Cómo llegar: Vuelo a Río (desde US$356) y luego un micro (unos US$21).
  • Para dormir: Pousada Arte Colonial a US$63 la doble.

Porto de Galinhas

  • Un paraíso para los más chicos

Créditos: Mario Cherrutti y Revista Lugares.

Ubicada a menos de una hora de viaje desde Recife, debe su nombre a la época colonial, cuando la esclavitud fue abolida pero los esclavos siguieron llegando al puerto de contrabando, declarados como "cargamento de gallinas". Por eso, el animado pueblo está lleno de enormes gallinas pintadas de colores, además de repetirse en artesanías y souvenires.
En las playas del centro están las jangadas (balsas pintorescas), que se contratan en la orilla para llegar hasta las piscinas. El agua es verde turquesa, transparente y llena de peces que se ven con una máscara y esnórquel. Muy cerca está Muro Alto; como su nombre anticipa, desde la orilla se ve un muro de roca paralelo a la orilla, a cincuenta metros, lo que forma una piscina más o menos profunda según la marea, ideal para los más chiquitos. Cuando sube, la ola rompe contra el muro y salpica. Se puede nadar hasta allí, treparse al muro, caminar por arriba y ver escondidos erizos, cangrejos, caracoles y otros tesoros del mar. Maracaípe es otra playa, sin muro y con buenas olas para surfear. Es considerada una de las mejores de Brasil para practicar este deporte. A la noche, las tablas se guardan y empieza el relax de los bares, con cerveza, caipirinha y música en vivo.
  • Cómo llegar: Gol vuela con escala a Recife, por US$820.
  • Para dormir: Pousada Porto Sol e Mar, desde US$70 la noche.

Maraú

  • Naturaleza virgen para dos

Créditos: Mario Cherrutti y Revista Lugares.

La península de Maraú, a poco más de 300 kilómetros al sur de Salvador de Bahía, es perfecta para el relax y el romance. La población estable no llega a las mil personas, no hay asfalto ni alumbrado público, todo es playa y cocoteros. Si bien es una península, hay que imaginarla como una isla porque su forma es alargada y paralela al continente y entre el continente y la península-isla se extiende la bahía de Camamú, la tercera más grande de Brasil. Del otro lado de la "isla" están las playas que miran al océano y los pocos lugares para hospedarse. Llegar no es fácil y ahí está el secreto de su encanto: a los 345 kilómetros por tierra desde Salvador hasta Camamú, hay que sumarle una embarcación a Barra Grande, único pueblito de la península.
La primera playa es en el extremo norte y se llama Punta de Mutá, ideal para ir a ver el atardecer. Le siguen Tres Coqueiros, Bombaça, Taipús de Fora –una de las mejores playas de todo Brasil– y Cassange. Cerca de esta última playa está la laguna de agua dulce Cassangem y la Colina do Celular, que ofrece una vista increíble de la laguna y la playa. Dato de color: la colina se llama "do celular" porque es el único punto donde la señal es buena. Allí también hay un curioso faro cuadrado. Otro paseo para hacer, al atardecer o por la noche, es hasta Barra Grande, el único pueblo, recordando siempre que no hay alumbrado público, aunque la luna llena alumbra bien el regreso por la playa.
  • Cómo llegar: A Salvador por Aerolíneas a US$419.
  • Para dormir: Pousada Encanto da Lua, desde US$138 la doble.

Río de Janeiro

  • Para todos los planes

Créditos: Mario Cherrutti y Revista Lugares.

La combinación única de mar, montaña y selva le valió a Río ser la primera ciudad del mundo en recibir el título de Patrimonio Cultural de la Humanidad. El 20% de su superficie está cubierto de plantas, lo que la convierte en la floresta urbana más grande de la Tierra. Aquí las playas no son un mero accidente geográfico, son las arterias por donde late el pulso de la ciudad. Copacabana, Ipanema y Leblon suman apenas 9 kilómetros de los casi 50 de playas que hay en Río. Estas tres playas se dividen en doce "postos" que identifican clubes secretos, del 1 al 6 sobre Copacabana, del 7 al 12 en Ipanema y Leblon. En el 5, mezclados con los turistas, se ven chicos de las favelas cercanas que suelen bajar a mostrar sus habilidades con la pelota. El Posto 8 en Ipanema es el enclave LGBT, mientras que el 9 concentra a los más jóvenes. El 10, ya en Leblon, es el preferido por las familias con hijos chicos; el 11, por los cultores del fitness; y el 12, próximo a Dos Irmãos, convoca a las mujeres más lindas de Río.
Del otro lado del cerro de Dos Irmãos está Saõ Conrado, la preferida por los surfistas. A continuación le siguen la pequeña playa de Joatinga y los 18 kilómetros de Barra da Tijuca, hasta llegar a las agrestes Prainha y Grumarí, un área protegida, donde todo es naturaleza pura.
  • Cómo llegar: Azul vuela con escala por US$356.
  • Para dormir: Vermont Ipanema, desde US$85 la doble con desayuno.

Itacaré

  • En plan aventurero

Créditos: Mario Cherrutti y Revista Lugares.

Aún poco conocidos por los turistas extranjeros, los 70 kilómetros entre Ilhéus e Itacaré regalan playas amplias y casi desiertas de una belleza increíble. El límite norte es el Río das Contas, donde está la pequeña villa de pescadores de diez mil habitantes. Principal puerto de cacao de la región, la zona está poblada de arbustos de cacao que crecen en forma silvestre. Por eso esta región se llama la Costa de Cacao. Resende, Tiririca y Ribeira, las playas próximas a la villa, son más concurridas y cuentan con estacionamiento, barracas de playa, posadas, campings y bares. Las más alejadas están desiertas y casi ninguna cuenta con acceso para autos. Hay que tomar la ruta BR 001 y aventurarse por senderos habilitados dentro de fazendas privadas y caminar entre la tupida mata atlántica hasta la playa, a veces hasta una hora. A pesar del diminutivo, Itacarezinho es una playa inmensa de 3,5 km de extensión donde es posible caminar sin ver más que las huellas de las tortugas marinas que van a desovar entre septiembre y marzo.
Otras playas para conocer son Prainha, Havaizinho y Engenhoca. Prainha es una bahía simétrica, con dos montes verdes al norte y al sur de la playa, a la que se llega tras cuarenta minutos de caminata atravesando selva, arroyos y cascadas. Havaizinho es la preferida por los surfistas por sus olas fuertes, aunque también tiene arrecifes donde es posible espiar la vida submarina con esnórquel durante la bajamar. A la noche, no te pierdas de caminar por Pituba, la calle principal, donde se multiplican los hostels, bares, restaurantes y tiendas de artesanías y souvenirs. Date una vuelta por el puerto y la Iglesia Matriz construida en 1723.
  • Cómo llegar: Azul vuela a Ilhéus por US$460.
  • Para dormir: Pousada Shangri La, desde US$75US$ la doble.

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