Probé una clase de paddleboard y así fue mi experiencia
21 de enero de 2019 • 14:48
La sensación es extremadamente liberadora: remar hacia el horizonte para abandonar, aunque sea por un rato, los celulares y las bocinas de los autos y conectarse con el sonido de las olas, el silencio y la soledad de estar en un medio inestable y desafiante como el Río de la Plata.
Debo confesar que, en un primer momento, la idea de mojar mis pies en estas aguas no me sedujo para nada. Había algo de tocar la arenilla del río y caminar por los juncos de la costa que no me cerraba, pero sabía que era la única vía posible para subirme a una tabla de paddleboarding, deporte que siempre quise practicar, pero al que nunca me animé.
Las inclemencias del clima hicieron que tuviéramos que posponer la aventura tres veces. Pero a último momento, como si se tratara de un milagro de Aqueloo, el dios griego de los ríos, el cielo se despejó y me fui a vivir una de las experiencias más flasheras de mi vida. Ahí estaba yo, parada arriba de una tabla y remando hacia el este, con viento en contra, pero feliz de haberme animado a dejar mis "fobias de río" para entregarme a un escenario totalmente distinto. La clave de este deporte es buscar tu propio equilibrio para poder encontrar la seguridad dentro del movimiento del río, que nunca es el mismo.
La conciencia ambiental es un pilar fundamental de este deporte: al salir a remar, es imposible desestimar la basura plástica que circula en el río. "La contaminación es un tema del cual todos somos responsables: cuidar el río desde la ciudad es posible por medio de hábitos conscientes", afirma Luli Gil, mi profe. Al fin y al cabo, el río y la ciudad siempre están conectados. Donde finaliza uno, comienza el otro, y al revés.
Si querés probar
Dónde: WaterJourney (coach Lula Gil) en el Bajo de San Isidro.
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