Infancias deportistas: cómo acomodar la rutina familiar para cumplir con entrenamientos, viajes y competencias
Es importante incentivar a las infancias a que practiquen deportes; impacta en la salud física y mental; ya sea que se haga de manera recreativa o competitiva requiere acompañamiento familiar
5 de julio de 2022 • 00:20
Infancias que practican deportes: cómo impacta en la organización de la vida familiar
Son muchos los beneficios que obtienen las infancias cuando practican deportes; no solo para la salud física, sino también para la salud mental.
Ya sea que lo hagan de manera recreativa o en forma competitiva, hay una característica que define esta práctica: necesita del acompañamiento familiar.
Para Norberto Debbag, médico deportólogo y cardiólogo, “el acompañamiento es algo muy importante en los chicos porque sienten a sus padres como contenedores”.
El especialista señala las múltiples tareas que tienen a cargo los padres y madres de niños que hacen algún deporte, desde acompañarlos a realizar los exámenes físicos y clínicos hasta llevarlos y traerlos a los entrenamientos semanales.
Si a estos viajes les sumamos los que se hacen los fines de semana, cuando los partidos se juegan en otras ciudades, vemos que el empuje familiar es muy grande e implica reemplazar el esperado descanso semanal por una movida grupal que debe ajustarse a horarios y características específicos.
Al esfuerzo físico hay que sumarle el económico: desde pagar la cuota mensual del club, la ropa y el calzado adecuados para entrenar y jugar, como el equipamiento necesario (y aquí los montos varían según el deporte que se practique). Pero hay algo seguro: cuando se suman costos, la cifra final es otro factor a tener en cuenta, tanto como la carga horaria en viajes y traslados.
La alimentación es otra variable a considerar. Especialmente en esta etapa de la vida, en la que las y los peques se encuentran en pleno desarrollo. “Es importante brindarle una dieta adecuada; que sea equilibrada, balanceada y, por sobre todas las cosas, que tenga proteínas”, destaca Debbag.
Estas moléculas juegan un papel clave en el desarrollo intelectual, pero también son necesarias para el tejido muscular, según nos explica el especialista. “El músculo se daña en condiciones normales y muchas veces son las proteínas las que hacen las reparaciones. Cuando los chicos no están bien nutridos, se transforman en deportistas que tienen lesiones frecuentes cuando llegan a una primera división o son adolescentes”.
Además de organizar la rutina familiar en torno a los horarios de los encuentros y entrenamientos, y la cocina en función de las necesidades nutritivas específicas, otra característica de las familias con peques deportistas es la búsqueda constante de la superación. El contacto estrecho y la comunicación con el director técnico y el preparador físico son fundamentales. Quienes triunfan en el deporte tienen familias que se preocupan por su desarrollo y se interesan por saber de qué manera se puede mejorar esa capacidad deportiva.
A medida que mejora el desempeño en la práctica se requiere un mayor compromiso por parte de los padres. Muchas veces, los jugadores deben cambiar el curso que compartían con sus compañeros en el colegio para acomodar los horarios de los entrenamientos en la nueva agenda. Otras, deben rendir los exámenes para las materias en forma individual, debido a que los torneos y campeonatos no les permitieron asistir a las clases escolares.
Estas cuestiones, sumadas a las exigencias que implica la alta competencia a la salud mental, hacen que el rol desempeñado por la familia sea tan o más importante que las habilidades deportivas. De hecho, existen deportistas consagrados reconocidos por sus habilidades, y otros que han conseguido su lugar en base a un esfuerzo constante, impulsados por sus padres desde que eran infantes.
La perseverancia y la constancia son esenciales, ya sea que haya ganas de jugar o de triunfar. El éxito llega cuando se comparten intereses, cuando los deseos de los chicos de hacer un deporte están en sintonía con los de sus padres, de acompañarlos, cuando el esfuerzo familiar no significa un sacrificio, sino la vida compartida.
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