Seductores seriales: cómo saber si sos (o si salís con) uno de ellos
17 de agosto de 2018 • 00:12
Te puede pasar que te enganches con uno. O podés reconocerte a vos misma en este patrón. ¿Qué esperar cuando lo que gusta es gustarles a todos? - Créditos: Mariana Roveda.
La seducción es un superpoder que requiere criterio y sensibilidad. Administrada en dosis precisas, puede ser halagadora e, incluso, astuta, pero aplicada con compulsión, es más bien violenta. La destreza en el arte de gustar, aplicado "a troche y moche", se puede convertir fácilmente en "el arte de irritar". Y la capacidad de suscitar fantasías en el otro, en una herramienta narcisista de ostentación voraz. ¿Cuándo nos damos cuenta de que nos convertimos en seductoras seriales? ¿Y de que nos topamos con uno?
¿Cuándo estamos seduciendo demasiado?
1. Si nos deja de gustar alguien no bien lo "tenemos".
Cuando lo que nos excita es el desafío de seducir, la adrenalina de ejercer el poder de la belleza y el encanto sobre otro, el final es fácil de predecir: nuestra conquista quedará "depreciada" apenas muerda el anzuelo. Esto sucede, en parte, porque lo que divierte al seductor es él o ella misma en ese rol. Luego, en general, la caída del deseo es más bien abrupta. Donde antes había un reto, de pronto aparece tedio o aburrimiento. No se trata de que el seducido se revele como menos bello o interesante, se trata de que se revela "posible" y, al hacerlo, mata la magia de ser inalcanzable. Este uso descartable del objeto de deseo hace que los seductores seriales parezcan fríos y crueles. Son algo un poco más complejo: eternos insatisfechos.
2. Cuando vamos dejando historias abiertas.
Eso de que "el pasto siempre es más verde en el jardín del vecino" es el pensamiento base de quienes siempre están seguros de que pueden encontrar "algo mejor" en otro lado. La idea de "asentarse" o, al menos, darle tiempo a alguien conlleva la angustia de "salir del juego" y perderse otras ofertas. Este discurso interno extremadamente racional revela, de movida, una fuerte desconexión con la capacidad de sentir, de entregarse y dejar de especular.
3. Si seducimos incluso delante de nuestra pareja.
Seguramente lo viste o, lamentablemente, lo viviste. Aunque flirtear con otras personas delante de nuestra pareja es considerado un gesto absolutamente descortés de forma casi universal, hay personas que parecen no poder dejar de hacerlo. La seducción no es algo que activamos simplemente cuando nos gusta alguien: podemos seducir para obtener favores, para llamar la atención, para sentirnos más "a salvo" en contextos donde creemos que vamos a pasar desapercibidos, y hasta para tener en vilo a nuestra pareja si la consideramos más atractiva o poderosa que nosotros.
4. Cuando queremos gustarle a alguien que ¡ni siquiera nos gusta!
Si bien es clásico de la adolescencia y del principio de la adultez intentar agradar a todo el mundo, cuando somos adultos es algo que directamente nos dejamos de plantear. Lo que tenemos que preguntarnos cuando nos encontramos a nosotras mismas intentando probar nuestro "valor" frente a alguien que no nos gusta es si realmente somos capaces de parar ese flirteo o si se trata de una cuestión compulsiva. ¿Qué nos daría ganar el "botín" de la atención de alguien que vamos a olvidar apenas nos demos vuelta?
5. Cuando nos resentimos con un rechazo.
"Rebotar" no es algo que le divierta a nadie. Engancharnos y ponerle fichas a una persona que prefiere seguir sin nosotros es un cachetazo a nuestro ego que a todos nos pasará en algún momento. Reponerse de los rechazos, dejar ir a quien nos atrajo, es una enseñanza que tarde o temprano todos debemos aprender. Sin embargo, para ciertas personas con rasgos de personalidad infantil, la tarea resulta imposible. Muchas conocemos a (o vergonzosamente fuimos) la que stalkea las fotos de la nueva novia o la que mete algún que otro like indiscreto para crear discordia. Hay mujeres y hombres que llegan mucho más lejos y montan verdaderas tempestades en la vida de la persona que las rechazó.
La versión online
Algunos de nosotros convertimos nuestras redes sociales en un book de fotos sexies. La competencia por la acumulación de likes o la voracidad por aumentar la cantidad de seguidores revelan públicamente que, en mayor o menor medida, nos gusta y nos divierte contar con un harén virtualmente dispuesto a rendirse a nuestros encantos. Y el mensaje final es una suerte de exhibición de un poder que emana exclusivamente de nuestro atractivo sexual. Aunque muchos influencers legitiman su seducción indiscriminada en la figura de "esto es trabajo", tanto los que creamos este tipo de perfiles como los que los consumimos deberíamos no perder de vista que este esmero por agradar es también una forma de seducir serialmente, en detrimento de otros aspectos de nuestra personalidad que decidimos no iluminar ni exhibir y, a veces, incluso mutilar. Por otro lado, en un ámbito aún virtual pero más privado, existen también los "acumuladores de matches" que en las aplicaciones de citas no chatean con nadie, pero se van a dormir felices por haber logrado cierta cantidad de respuestas en un día. Aunque ninguna conduzca a nada, para este tipo de personalidades, la reafirmación del atractivo sexual puede ser un premio de por sí.
Cuando te enganchás con un serial
Primero sentís que te sacaste la lotería: él, que tuvo tantas mujeres, se está fijando en vos. Después, sentís que se trata de un premio que tendrás que esforzarte por retener. Más tarde, te dará la sensación de que, hagas lo que hagas, se te va a "escurrir". Y cuando querés acordarte..., ¡es un estrés! Si bien para algunas mujeres vivir tratando de distinguir si a su pareja realmente le interesa otra persona o simplemente "está jugando" es un aliciente sexual, para la mayoría de nosotras es un bajón. En general, las mujeres que encajan bien con los seductores seriales son aquellas con la autoestima un poco baja. Claro que la fantasía sexual es divertida: si te gusta un seductor serial, divertite y soltalo a tiempo (¡o incluso antes de que él te suelte a vos!). Y controlá los impulsos de flashear que vas a ser la excepción. Ponerle fichas a eso de que "conmigo va a conocer el amor" funciona bien en los guiones de comedias románticas, pero la realidad es bastante más compleja que una peli de Hollywood.
¿Fuiste o te enganchaste con alguno/a?
Fernando Lublon, 33 años, emprendedor: "He sido un seductor serial cuando era más chico. Creo que no lo hacía de malo, sino que ahora creo que era porque no sabía realmente lo que quería. Para mí, seducir es divertido hasta que te enamorás. Y ahí te quedás con el corazón en la mano".
Francesca Chini, 29 años, diseñadora: "¡Claro que me han tocado seductores seriales en mi vida! Creo que esta es la era de la seducción serial. La que diga que no le pasó nunca... ¡miente! Solo haber pasado por esa experiencia te enseña a detectarlos. Ahora ya estoy más curtida y los evito".
Tomás Giru, 30 años, consultor: "Soy muy naíf. Siempre creo que un coqueteo es el principio de un gran amor, así que sigo adelante sin medir demasiado las consecuencias y a veces me doy cuenta cuando ya estoy hasta las manos. Soy la víctima perfecta para las seductoras seriales".
Abril Lucero, 33 años, maquilladora: "Les escapo a los vuelteros. Cuando veo que la cosa no se define o que empiezan las zonas grises, prefiero definirla yo. Siento que así se me reduce el riesgo de pensar que pierdo el tiempo con gente que hace lo mismo con muchas personas a la vez" •
Y vos... ¿En qué bando te reconocés? ¿Cómo administrás tu poder de seducción? También te mostramos: Experiencias y productos eróticos para disfrutar sola, o de a dos y Estos 4 casos demuestran que la amistad entre el hombre y la mujer es posible
Experto consultado: Lic. Sebastián Girona, psicólogo, especialista en vínculos, sebastiangirona.com.ar.
Maquilló Tere Bernardo para Vardo Management. Peinó Chris Di Petta para Vardo Management. Agradecemos a Complot, Las Pepas, Lee, Kevingston y Gorsh por su participación en esta nota.
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