La moda coquette es tendencia: por qué está rodeada de polémicas
Los moños y el estilo hiperfemenino son el último fenómeno de las redes. Repasamos de dónde viene, quiénes son sus referentes y qué significa verdaderamente.
5 de marzo de 2024
De que se trata la moda coquette y por qué está rodeada de polémicas. - Créditos: RNDR
Coquette significa “coqueto” en francés y en los primeros meses de este año se convirtió en el nuevo fenómeno tiktokero. Parecía una de esas tendencias fashion que nacen y mueren en las redes. Un estilo hiperfemenino, algo nostálgico, con el moño rosa como ícono indiscutido, pero también con otros elementos girly como las perlas, el mal llamado “cuello bobo”, los corazones, los volados y el encaje.
Digo que parecía una moda pasajera por dos razones. La primera, el romanticismo hiperfemenino es más un estilo que una moda masiva. Era difícil que todos quisiéramos ponernos moñitos rosas. En segundo lugar, cuando el impacto es tan rápido y contundente, la vorágine al final nos agota y casi antes de que llegue a las calles (o a las vidrieras) ya queremos pasar de página.
Un poco pasó eso. Rápidamente aparecieron los memes y se empezó a hablar de “pobrette”, “vagabundette”, “darkette”, entre otros ingeniosos juegos de palabra. Pero esta moda, como tantas otras, no solo nos entretuvo, nos recordó algún look de nuestras infancias y hasta nos sacó una sonrisa, sino que también abrió un debate y habilitó una observación sociológica que vale la pena. ¿Es coquette el nuevo punk que nos permite afirmar sin vergüenza que amamos ser mujeres y que los símbolos que en algún momento eran sinónimo de banalidad hoy pueden ser la imagen del poder? O, muy por el contrario, ¿puede ser que este estilo hiperfemenino tenga relación con la nueva oleada conservadora y mire a las mujeres con ojos patriarcales porque las sexualiza e infantiliza? Hay muchas opiniones encontradas y en esta nota intentamos dilucidar qué rol vinieron a jugar los moños rosas en el juego articulado de la sociedad de consumo.
¿Qué es el coquette?
Según Pinterest, “atuendos con lazos”, “collar de lazo” y “tacones con lazo” son búsquedas que crecieron un 190% el último verano. Este accesorio ornamental tiene obsesionada a la generación Z, que desde hace un tiempo se volvió fan de los estilos nostálgicos y contenidos que se convierten en un viaje en el tiempo a la infancia. La estética “coquette” habla de la niñez, pero también habla de la hiperfeminidad. Romantiza la vida cotidiana con colores pasteles, moños grandes, faldas plisadas, flores, perlas, zapatos tipo ballet o guillerminas y soquetes con puntillas, cuellos, volados y mangas puffy.
Referentes coquette
Históricamente, este estilo tuvo su auge en la época victoriana con vestidos hiperelegantes con mangas voluminosas y faldas en capas decoradas con encajes y moños. Pero la verdadera reina del estilo coquette es María Antonieta. En el siglo XVIII, con ella se incorporan los elementos decorativos a la ropa: lazos, moños y flores, todo exagerado. Mucho más acá en el tiempo, la serie Bridgerton nos hizo viajar a esa época en la que los vestidos eran incómodos, casi tortuosos, pero románticos y extremadamente bellos. Y ahí recordamos a Blair Waldorf y sus moños, al estilo de Lana del Rey, Ariana Grande y Olivia Rodrigo. Y, mucho más acá, a la China Suárez, que fue muy criticada por sexualizar la niñez y por “estar grande para vestirse como una nena”.
Girl power
Lo cierto es que lo que hizo el coquette, más allá de ponerle moños rosas a todo, fue abrir un nuevo capítulo en la representación de estereotipos: ¿qué representa el rosa? ¿Y los moños? Durante años creímos que los moños y el color rosa representaban lo femenino. Los volados y el encaje estaban linkeados directamente con estilos románticos que pertenecían a las mujeres. Después, las mujeres ya no quisimos usar rosa, no quisimos que fuera nuestro símbolo. Elegimos otros colores, otras banderas, otros estilos. Lo típicamente femenino sonaba a superficial. No queríamos ser una más, queríamos ser diferentes, queríamos mostrar nuestra fuerza. Primero adoptamos las hombreras, después el estilo andrógino, y la última década estuvo protagonizada por las girl bosses.
Pero de a poco, con la convicción de quien ya no tiene nada más que demostrar, el rosa cobró un nuevo significado. El puntapié inicial lo dieron las militantes feministas de Estados Unidos con su pussyhat. Hicieron visible el color rosa que “representa caridad, compasión y amor. Cualidades que parecen débiles, pero que, en realidad, son lo que hace fuertes a las mujeres”, explicaban Suh y Zweiman, creadoras de la web Pussyhat Project. Después vino Barbie, de Greta Gerwig, que nos reconcilió con la polémica muñeca e, increíblemente, la convirtió en un nuevo ícono feminista. De repente, amamos ir al cine con nuestras amigas todas vestidas de rosa celebrando nuestro costado más girly. Ya no nos dieron vergüenza las ganas de usar perlas y volados. Podíamos afirmar: “Soy una chica más y estoy orgullosa de eso”. En este escenario, las redes coronaron el coquette aesthethic como la gran tendencia del verano.
El anticoquette
Pero no todo es color de rosa, ¿o sí? No tardaron en llegar las críticas. Así como le llovió el hate a la China Suárez cuando subió sus looks llenos de moños, fueron muchos los que no se convencieron con el pink power. Las críticas por la forma en que se representa lo “femenino”, la burla sobre la hiperfeminidad e incluso los posibles nexos con la pedofilia aparecieron como cuestionamientos recurrentes. Lucía Levy, de @lacurvadelamoda, habla del coquette como una consecuencia del gran avance de los grupos conservadores con un contragolpe a los feminismos. Dice que es una estética que infantiliza a las mujeres y que refuerza el binarismo de género. Lejos de empoderarnos, se ve como la imagen del desempoderamiento y la pérdida de derechos.
Fashion power
Es verdad que la tendencia es polémica y que, más que una moda, es un estilo que solo algunos pueden adoptar. Es cierto que probablemente no perdure, como tantos otros fenómenos líquidos de las redes sociales. Al final, solo lo que se vende es lo que persiste y si los moños venden, el discurso se va a mantener. Pero lo bueno (y lo más lindo de la moda) es que nos hace hablar, pensar(nos) y debatir. Nos hace buscar significados rebuscados y otros más literales. Nos permite decir sin decir. Nos permite evadirnos, jugar a la infancia, leer a Jane Austen sobre un acolchado Liberty rosa. Pero también nos permite revelarnos, elegir quiénes queremos ser y cómo contárselo al mundo. El poder de la moda es grandísimo, por algo es una de las industrias más millonarias del planeta. Y nuestro poder también es infinito