Fútbol y superación. La increíble historia de Evelina Cabrera, presidenta de AFFAR
22 de junio de 2020 • 12:05
Créditos: Gentileza de Alejandra López y Penguin Random House.
Evelina Cabrera (33) arranca la charla emocionada, disfrutando de un nuevo sueño cumplido. A principios de este año lanzó su libro, Alta Negra, y decretó que lo iba a presentar en OHLALÁ!: "Todos se reían y yo les decía que quería estar en OHLALÁ! para que cambiara un poco el paradigma de lo que es una mujer en el fútbol", cuenta entusiasmada por esta entrevista. "Siempre digo ‘no dejes para mañana lo que podés hacer hoy’, es mi filosofía. Me crié con el concepto de que no sabemos qué va a pasar mañana y todas las noches quiero quedarme tranquila de que hice todo. A algunos la muerte los asusta, a mí me motiva para dejar todo y pensar que fui lo que yo quise".
Tuviste una infancia difícil...
Sí, muy. Nací en Virreyes, en San Fernando. Soy la mayor de tres hermanos y desde chica me enseñaron que estudiar y trabajar era lo que me iba a sacar adelante. Mis viejos no eran muy cariñosos, pero sí tenían esa bandera y me quedó muy grabada. A los 13 años mis papás se separaron y yo me fui de mi casa. Nos golpeó la crisis de 2001 y yo me daba cuenta de que mi presencia les quitaba un plato de comida a mis hermanos, así que me fui y cuidaba autos a la tarde en el Puerto de Frutos. Seguía yendo al colegio, siempre fui, me quedé libre el último año nada más y lo terminé de grande.
¿Habías perdido totalmente la relación con tu familia?
No, nunca perdí contacto, los seguía yendo a ver, pero entendía que era una situación extrema en la que no había comida. Mis viejos no se hablaban para nada, pasaron situaciones difíciles y se hicieron adultos de muy chiquitos; yo también era una adulta más y nadie tenía conciencia de eso. No sabían dónde estaba porque mi papá creía que estaba con mi mamá y mi mamá, que estaba con papá, era así. A los 15 años conocí a un chico y arrancó ahí una etapa muy rara, porque yo no sabía lo que era el amor. Me hacía sentir culpable por todo lo que me pasaba a mí o a él, me pegaba y ahí toqué fondo. Decidí volver a la casa de mi viejo a los 17 y dejé a ese pibe.
¿De dónde sacaste la fuerza para terminar esa relación violenta?
Pensá que ahora hay muchos casos expuestos de violencia de género, imaginate lo que era hace 15 años. Yo no sabía qué hacer, pensaba: "¿Le digo a la policía para que se me rían en la cara?", y en la desesperación se me ocurrió atacarlo donde más le iba a doler: su ego. Mi ex tenía un sueño, quería tocar en un grupo de cumbia. Se me ocurrió agarrar ese sueño y cumplirlo yo, para demostrarle que sí podía hacer algo. Porque el que te golpea, además de que te maltrata, te hace sentir que vos no vas a poder hacer nunca nada sin él. Así que busqué un lugar donde enseñaran a tocar el timbal, que era el instrumento que usaba él, y terminé tocando en vivo en la tele, con el pelo teñido de fucsia, en un grupo de cumbia. Ese mismo día, a la medianoche, toqué en un boliche en Flores y pasadas las 24 cumplí 18 años. En ese instante entendí muchas cosas: me di cuenta de que yo podía hacer lo que se me antojara, lo que quisiera. ¡Rompí todas las limitaciones! Yo nací en un lugar donde por ser pobre y mujer siempre tuve el "no" adelante. Por más que haya sido valiente en la calle y en un montón de cuestiones, la sociedad te limita cuando querés proyectar.
¿Te enojaste con tu familia en algún momento?
No, para nada. Soy una persona que trata de no llevarse rencores. Me gusta seguir para adelante y trato de tener empatía, entendiendo que cada uno hizo lo que pudo. Hoy conozco a un montón de personas que tuvieron más recursos que yo en su momento y pasaron por lo mismo, sus padres tampoco les daban bola. Creo que va más allá de un contexto social, la diferencia es que yo no tenía para comer y mis viejos tampoco. Eso generaba otra presión, pero creo que una de las cosas que a mí me hicieron salir adelante fue el nunca ir con el rol de víctima.
Siempre con mucha fortaleza.
Yo sé que mi peor enemigo son mis pensamientos, así como hoy puedo tirar para adelante, mañana me pinta el bajón y arruino todo en dos minutos. Una tiene que ser tolerante con esas cosas, conozco muchas chicas que tienen la autoestima destruida porque les hicieron creer cosas que en realidad son pensamientos de los demás. Una se apropia de eso y termina viviendo la historia contada por otro, no su historia. Siempre digo: "No me instales tus miedos, dejame intentar, dejame fracasar...". En un punto, siento que las personas resilientes son aquellas que ya están pasadas. A mí me fue mal tantas veces, me crié en un contexto tan malo...
De todo te podés levantar.
Hay que analizar los procesos más allá del resultado y no castigarse. Quizá te vaya mal, pero tenés que analizar qué te llevás de ese intento y tal vez eso te lleve por otro camino. Cuando arranqué a ser dirigente de fútbol, pensaba: "¿Cómo es un dirigente? ¿Quiénes son mis referentes?", ¡eran todos tipos! No sabía ni cómo me tenía que vestir. Si pensás en un dirigente de fútbol, te imaginás a un hombre con traje, punto. ¿A la mujer cómo te la imaginás? Tenía que construir a una persona en un rol que nunca fue ejecutado por mujeres. Siempre tuve dudas con esas cosas, porque no tuve a mi mamá diciéndome: "Esa ropa te queda bien o te queda mal". Yo me crié sola y me ponía lo que podía porque no tenía ni siquiera para comer.
Créditos: Gentileza de Alejandra López y Penguin Random House.
¿Cuándo entró el deporte en tu vida?
Cuando volví a vivir con mi papá empecé a engordar porque, claro, en la calle no comía, y el impacto se notó en mi cuerpo. No estaba a gusto y decidí empezar a entrenar. Después conocí a una chica que jugaba al fútbol y me autoinvité. Me compré botines, me puse la ropa deportiva y encaré. Llegué, conocí al equipo y eran horribles, así que les propuse entrenar y la capitana se ofendió, me echó y me dijo: "Andá a formar tu propio equipo si querés entrenar". Le agradezco hasta el día de hoy que me haya dicho eso, porque si no, nunca le iba a dar bola al fútbol. Quería demostrarle que podía armar mi equipo, así que me fui a la puerta del profesorado de educación física y les preguntaba una por una a todas las mujeres que iban saliendo si se querían sumar. ¿Sabés qué pasaba? Otra vez me habían dicho que no. Logré armar el equipo y me anoté en el mismo torneo para jugar en contra de ellas. Les ganamos por un gol. Ese partido para mí fue el quiebre, porque en ese momento decidí que mi camino iba a ser el fútbol.
El deporte tiene esa esencia de trabajo en equipo, de propósito...
Para mí es importante fomentar el deporte en los chicos, porque te enseña un montón de cosas: a ser tolerante, paciente, aprendí a ganar, a perder, a trabajar en equipo... Todos esos valores los vi reflejados en la cancha de fútbol. Después pasé a un club y ahí descubrí lo que era la desigualdad de género. En el fútbol no teníamos pelotas, canchas, ropa, nada..., y los hombres tenían todo. No nos dejaban entrenar porque tenía que entrenar el masculino, usábamos la ropa que les sobraba a los juveniles y llegó un punto en el que me enojé. Salí a buscar sponsors y gracias a eso vinieron nuevas chicas y ahí me di cuenta de que me gustaba gestionar.
"A mí lo que me trajo hasta acá fue creer en mí. Todo el mundo me quería encasillar en un lugar y yo no quería ser eso, quería que alguien me dijera
Abriste el camino en el mundo del fútbol femenino.
Si nadie me daba una oportunidad, la oportunidad me la tenía que hacer yo. Cuando armamos la Asociación Femenina de Fútbol Argentino, éramos cinco gatos locos y empezamos a hacer cosas: formé el primer equipo de ciegas de Buenos Aires, empecé a entrenar mujeres en la cárcel... En las cárceles las mujeres no tienen lugar recreativo deportivo; los hombres sí. Las mujeres no tienen nada, nada. Entrenábamos en un 5x5 sobre las cloacas. Ahora ese pabellón es el de las mujeres deportistas, tienen horarios para usar las canchas, se lo ganaron. Trato de hacer con ellas lo que no hicieron conmigo: aconsejarlas, guiarlas.
¿De dónde creés que salió la fuerza para llegar hasta donde llegaste?
A mí lo que me trajo hasta acá fue creer en mí. Todo el mundo me quería encasillar en un lugar y yo no quería ser eso, quería que alguien me dijera "vos podés". La gente es muy cruel, te estigmatiza y de repente vos te metés en el libro de otro, no en tu libro.
¿Qué es para vos la resiliencia?
Es reinventarse todo el tiempo. Yo no me quedo con el concepto de "sos un ejemplo de superación", porque no me creo eso. Soy una piba común de barrio que trata de hacer un mundo un poquito mejor. Me parece que la resiliencia tiene que ver con "dejame ser como quiero, dejame ser libre". La resiliencia es aceptarse y seguir, no enfocarse en el problema. •