14 de febrero, día de la valentía
En esta columna, Beta Suárez nos cuenta que festejar San Valentín, y hacerlo visible, es para valientes. Enterate por qué.
14 de febrero de 2023 • 11:19
San Valentín: por qué es cosa de valientes - Créditos: Getty
Si ustedes no me conocieran o yo no fuera yo, el título de esta columna podría referirse a ese lugar tan común, pero cierto, de que para enamorarse hay que tener cierto grado de valentía. Pero no, la verdad es que hablo de otra cosa.
En época de redes sociales, de promociones y ofertas con corazones, de publicaciones dedicadas y de efemérides que marcan, como mojones, el paso de los días, festejar San Valentín, y hacerlo visible, es para valientes. Les cuento por qué.
Hasta hace pocos años, no tantos como creen, no tener una pareja para festejar en febrero era desolador. Te miraban con penita sin disimulo por no tener a nadie que te mande un oso de peluche de dudosas proporciones con globos metalizados rojos atados a su mano y, claramente, cortándole la circulación. Hay varias películas pochocleras (me gustan, no sabemos bien por qué) que centran su argumento en la idea de alquiler de parejas para fechas importantes. Bueno, vieron que no hay nada más real que la ficción.
Unos años después, pero mucho más cerca de aquí, se dio vuelta la cosa y si resulta que te enamoraste y querés mostrarle al mundo, porque te pone feliz, el corazón de bombones de chocolate que te regalaron o que regalaste vos, sos una naba (sí, en especial nosotras, colegas) que le falla al género y a todo lo alcanzado hasta aquí. Te falta empoderamiento, querida, si festejás el amor romántico.
Una creería, porque una es una persona de fe, que lo que sigue es, naturalmente, el equilibrio. Pero no, vino otra cosa de la que se habla hasta el cansancio, también, para esta fecha: el amor propio.
El amor propio
Cambiar un mandato por otro es como vivir el día de la marmota, pero con otro filtro. Una locura.
Y entonces resulta que nadie te pide (ponele) pareja porque con el amor que nos tenemos, como si fuera solo una decisión, como si se pudiera sostener todos los días, alcanza y sobra.
Y entonces la frustración porque puede que justo ese día no te quieras tanto como para festejar el cupido que hizo el verdulero con manzanas rojas sobre un fondo de manzanas verdes.
Yo, al menos, tengo días en los que no estoy para regalarme flores, mildis Miley.
Puede también que estés hiper feliz sin pareja o que estés planificando la sorpresa del siglo para tu amorcito. Puede que ni te enteres del tema o que todo te duela y quieras meter la cabeza debajo de la almohada hasta que sea 15 de febrero y ya estemos hablando de otra cosa.
Y como todo esto es muy complejo, también puede que a pesar de amarte a vos misma con locura tengas ganas de tener una pareja y romance y esas cosas. ¿y qué?
Qué hermoso San Valentín algunos años.
Qué infierno San Valentín, otros.
Qué ni fu ni fa San Valentín, también de vez en cuando.
El amor (por los demás)
En esta parte de la columna debería venir la conclusión, esa que te deja en paz, que te baja línea.
Pero ustedes llegaron hasta este párrafo y yo no puedo hacerles eso, las conozco, me conocen.
Porque, justamente, no hay un modo bueno y otro malo. No hay un camino a seguir.
A lo único que me atrevo, confieso, y se lo dije a una amiga hace un rato, es a compartir que podemos, llegado el caso y si nos da la vida, intentar que no falle el amor. El amor por los otros digo.
Y un buen modo de expresarlo es no meternos con el modo de los otros de festejar, o no, lo que se le cante. Y luego, ya que estamos, mirar lo que nos duele con esa caridad, y lo que nos pone felices con esa alegría, con lo que miramos a los demás.
Y si bien claro que el tema es mucho más profundo, me permito, las invito y con humor, a cuestionar absolutamente todo lo que se espera de nosotros hoy.
San Valentín colegas, feliz día de las valientes.
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