San Valentín, toma 2: "Detrás de mis miedos, estaba lo mejor del amor"

¿Por qué será que, si bien sabemos que no tenemos el control de casi nada de nuestra vida, sentimos la necesidad de controlar? Algunas más y otras menos, pero a todas nos da tranquilidad saber qué es lo que tenemos que hacer y qué es lo próximo que va a pasar. 

Si esperabas que te dé la respuesta, lamento contarte que no la sé. Pero reflexionando un poco, siento que tiene que ver con la incertidumbre. La incertidumbre es incómoda: la mayoría de las veces no nos permite avanzar porque nos quedamos ahí, en ese espiral, sin saber qué hacer. Nos da miedo. Hay algo detrás de ese lugar incómodo que nos asusta y elegimos evitarlo o alejarnos lo más posible de ese miedo. 

Muchas veces creemos que sabemos lo que va a pasar, como si nuestro pasado nos asegurara nuestro futuro: "seguro que me separo y me quedo soltera para el resto de mi vida", o "claramente me engañó y por eso ahora me dice todas estas cosas, por culpa" o "me van a echar, estoy segura de que el mes que viene estoy sin trabajo". ¿Por qué hacemos esto?

Tampoco lo sé; te pido perdón que hoy te estoy dejando más preguntas que respuestas, pero quizás ni exista una sola respuesta, y cada una tenga que encontrar la suya. Si tuviera que decir cuál es la mía, sin pensarlo demasiado, te diría que es el MIEDO. Tenemos miedo a que eso que creemos pase de verdad, entonces como no soportamos la incomodidad de la incertidumbre, elegimos asegurar que lo que creemos va a ser así. Y nos quedamos tranquilas, porque ya no tenemos que esperar el mes que viene a que pase: nosotras mismas tenemos la respuesta.

En lo personal, cuando me encuentro afirmando cosas como si pudiera adivinar el futuro, me gusta agregar al final de la oración dos palabras muy sencillas, pero que cambian al instante mi forma de pensar. Mirá cómo cambia todo: 

"Seguro que me separo y me quedo soltera para el resto de mi vida… O NO…"

"Claramente, me engañó y por eso ahora me dice todas estas cosas, por culpa… O NO…"

"Me van a echar, estoy segura de que el mes que viene estoy sin trabajo… O NO…"

Esas 3 simples letras cambian mi 100% de sentencia de muerte por un 50% de libertad.

Y esto me hace pensar en la película Moana (si no la viste, mirala porque es hermosa). ¿Qué pasa en esta peli? Ella quiere salir de su isla y explorar qué hay más allá, pero para salir hay que cruzar el arrecife, y le da miedo. Lo intenta una vez, le va mal, y decide que va a dejar de querer irse de la isla y se queda. Pero el deseo sigue ahí… y detrás del deseo viene el miedo. Finalmente, decide vencer su miedo y cruzar el arrecife (¡ya te spoileé todo, ja!) Esta otra vez lo logra, y como resultado, no solo pierde el miedo, sino que consigue cumplir su sueño. 

Y esto también me pasó a mí cuando, por ejemplo, me daba miedo manejar: atrás de ese miedo tan grande había un deseo aún más grande: tener libertad y poder ir a donde quisiera sin depender de nadie. ¿Y adivinen cuándo me animé a manejar y decidí enfrentar el miedo? Una semana antes de decidir que me iba a separar, y les juro que ese día en el que decidí vencer el miedo, no sabía que una semana más tarde me iba a separar.

Pero...“¡sorpresas nos da la vida!” Y cuando me separé, ya no necesitaba de nadie. Yo podía sola.

Antes de despedirme, todavía me da vueltas en la cabeza una pregunta… (perdón, ya sé, es la última, te prometo... ¡o no!). Te las dejo para que las pienses: 

¿Que harías hoy si no tuvieses miedo?

¿A qué le tenemos tanto miedo que no nos permite hacer lo que queremos?