Día de la Madre: ¿por qué celebramos las que no somos madres?
En el mes en que se celebra el Día de la Madre, la directora de OHLALÁ! reflexiona en el editorial de la revista sobre la validación del amor en el "Día D".
13 de octubre de 2024
Día de la Madre: una celebración del amor. - Créditos: Canva
En el Día de la Madre suelo encontrar varios mensajes en mi celu del estilo: “¡feliz día a vos, que maternás de tantas formas!”. Durante mucho tiempo me dieron cierto alivio, porque implicaba entender que el cuidado y la ternura no eran exclusivos de aquellas que habían tenido hijos. Por varios años, ese día estaba cargado de un aura extraña, me entristecía en la previa sin identificar que estaba llegando el Día D, y ese domingo armaba mis propios rituales para sobrevivir al duelo con un plan familiar que me mantuviera entretenida. Suele pasar que los días festivos, cuando no tenés un motivo para celebrar, ponen el dedo en la herida.
Pero pasó el tiempo, y ese deseo de ser madre se fue deshilachando. No fue de un día para otro, se reunieron poco a poco un conjunto de señales: ya no sentí envidia por mis amigas con hijos; podía conversar del tema sin un nudo en la garganta; cuando veía un bebé, no me desvivía por hacerle upa; empecé a ver las ventajas de no tener hijos... Muchas veces frené para repensar: ¿será un mecanismo de defensa?, ¿me estoy haciendo creer a mí misma que esto es lo mejor, cuando, en realidad, tengo el sueño de maternidad agazapado? Entonces, ¿será que ese sueño inconcluso –ya llegada la menopausia– volverá como una frustración de deuda insaldable? Lo rechequeé varias veces, lo sigo haciendo de vez en cuando, porque no me fío de mi mente, siempre habilidosa para venderme el cuentito que me quede cómodo.
Así fui encontrándome con preguntas y certezas, con calma y comodidad, también con ideas contrapuestas. ¿Podría tener un hijo hoy si se dan las condiciones que yo creo adecuadas? La respuesta es sí. ¿Tendría un hijo a cualquier costo? La respuesta es no. Me doy cuenta de que podría disfrutar ambas dimensiones, ser mamá y no serlo. Como todo, tiene sus pros y contras, sus ganancias y sus pérdidas, sus desafíos y bendiciones. ¿Hay una sola manera de ser feliz? Creo que no. Mientras mi deseo dejó de ser un tabú para mi familia y mis amigos, y circuló el tema con comodidad y apertura, empecé a pensar que esa idea de “feliz día para vos también” me sonaba rara. Es la primera vez que lo digo (quizás algunos de los que me leen me mandan estos mensajitos, ¡yo también lo hice!).
La Pachamama (o Dios) nos habla de otras formas de maternar esta existencia que excede a las mamás y los papás, todos estamos siendo cuidados de maneras vastas, incontrolables e incomprensibles. Hasta los nuevos modelos de maternidad nos han enseñado que el casillero del amor incondicional no se completa pariendo un hijo. Pero ¿se tiene que llamar “mamá”? ¿Acaso el hecho de amar es patrimonio de lo materno? No todos cumplimos con las mismas experiencias al llenar nuestro formulario de vida, y no por eso nos perdimos la experiencia. Quizá para llegar a los mismos lugares elegimos otros caminos. Tampoco fui astronauta, ni probé ayahuasca, ni fui hombre en esta vida, pero me sentí tocar el cielo tantas veces, me conecto con lo más sagrado cada día, amo la maestría de lo masculino.
¿Me perdí de algo?, ¿y si eso que “nos perdimos” no era para nosotras?, ¿alguien tiene que validarnos un día para que sintamos que igual lo hicimos bien? Siento que no, que para todas nosotras no se trata de un “feliz día”, sino de lograr la felicidad con esa materia prima que está disponible cada día, como podamos, con nuestros altibajos, siendo mamás o sin serlo, pero siempre abrazando lo que soñamos y lo que la vida nos dio, con nuestros sueños renovados y con el calendario entero para seguir amando.
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