Mundial Qatar 2022: la fotografía que dejaron los festejos en Buenos Aires
Jose de Cabo vivió la final del Mundial acá, en su casa, y después de pasar varios días en Qatar. En su nueva columna, reflexiona sobre los festejos y qué nos hace argentinos.
22 de diciembre de 2022
Lio Messi celebrando después de haber ganado la Copa del Mundo. - Créditos: Getty
Otro 20 de diciembre. Otro helicóptero. Los de mi generación tenemos grabado a fuego el anterior: el del dolor, la bronca, el silencio, la incertidumbre. Esta generación se va a acordar para siempre del helicóptero de la alegría, la unión y la celebración. Por primera vez en 21 años los noticieros no hablaban del pasado, hablaban del presente y el futuro. Por primera vez en 21 años el 20 de diciembre en Argentina fue un día feliz.
Cinco millones de personas ocuparon la ciudad de Buenos Aires y alrededores e hicieron imposible que el colectivo que llevaba a la Selección Argentina de Fútbol (¡Campeones Mundiales, bebé!) avanzara en la procesión que tenía planificada para saludar a los hinchas. Finalmente, tuvieron que abordar helicópteros que los llevaron de nuevo al predio de la AFA en Ezeiza y desde ahí, a sus hogares.
Durante el día los grupos de WhatsApp explotaban de fotos y videos de lo que iba pasando en las calles. Debo admitir que, en los míos, mucho de lo feo y yo pensaba: "¿Para qué mostramos esto?", "¿Para qué nos revolcamos en lo malo de ser argentino y no miramos lo bueno?", "¿Por qué sólo vemos los desmanes y no la unión y la celebración?".
Los argentinos somos mucho más que sólo nuestros defectos.
Somos el Dibu bailando en el medio de los penales mientras todos sufríamos. Somos los jugadores pidiendo que bajen a sus familias a la cancha para poder celebrar el triunfo con ellos. Somos Jorgelina, memoriosa con los periodistas que hablaron mal de Ángel y Antonella besando la copa (tan suya como de Leo, permítanme decir).
Somos la chica que andaba desnuda por la 9 de Julio, los que cantaron "Abuela laralalala", los que se unen entre todos para subir al que no puede al techo de la parada del bondi, el que se tira al colectivo, el que rompe el semáforo, el que se queda dormido adentro del obelisco. Somos los que devuelven las latas de cerveza caidas, somos Leo retando a Rodrigo para que no se caiga del colectivo, somos las familias que se pasaron el día entero con carteles y banderas al sol solo para ver -aunque fuera de lejos- a nuestros campeones. Somos los que nos preocupamos porque los jugadores no tienen sombra en el colectivo, somos los que festejamos en el obelisco pero también en Times Square, la Ópera de Sydney o la fuente de la Hispanidad en San José. Somos los que nos juntamos a festejar donde sea que estemos porque tenemos un imán que nos acerca a otros argentinos siempre.
Somos el que roba las motos aprovechando que no hay nadie para mirar y el que sale a la calle con la tobillera de prisión domiciliaria. Somos los que inventamos Muchachos, los que lloramos y nos abrazamos con desconocidos después del penal de Montiel. Somos Leo compartiendo la copa con sus compañeros y somos Scaloni llorando abrazado a sus hijos.
Somos el helicóptero de 2001 y los de 2022. Porque sí, somos argentinos. Somos dementes, solidarios, empáticos, violentos, pasionales. Somos todo eso y mucho más. Pero para qué te lo voy a explicar, si no lo vas a entender.
*Les prometo que la semana que viene vuelven las columnas habituales, es que no puedo parar. ¡SOMOS CAMPEONES DEL MUNDO, ARGENTINA!
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