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En el Día de la Mujer decimos "chau mandatos": cómo hackear los modelos que limitan tu poder

Decimos R.I.P. (descansen en paz) mandatos. Te proponemos poner en jaque los modelos que limitan tu libertad y tu poder. Las expectativas de los otros no son tu responsabilidad.


Mujer

En el Día de la Mujer decimos chau mandatos. - Créditos: Getty



Todas crecimos rodeadas de creencias limitantes que, como mosquitos con pancartas, nos vuelan alrededor generando condicionamientos. Llegamos a la etapa adulta con tatuajes invisibles que contienen instructivos quizás invisibles de cómo construir nuestra vida. Sé prolija, arreglate, cuidá a los que te rodean, mantenete en forma, no envejezcas, incluso nos ponen en calendario la necesidad de formar pareja y cuándo procrear.

La clave es cuestionarte, hablar con vos misma con dulzura y valentía, animarte a extirpar los mandatos y reemplazarlos por tus propias creencias potenciadoras, que refuten las ideas precocidas y te permitan ser en plenitud. Requiere trabajo, pero te va a abrir a escribir otra historia protagonizada por vos en libertad. A continuación, te contamos a través de voces expertas cuáles son los siete mandatos que más nos limitan a las mujeres hoy, con caminos alternativos para empezar a romper cadenas. 

Chau mandatos: miradas que nos ayudan a decirles adiós

mujer libre

Chau mandatos: las mujeres con libertad y empoderadas. - Créditos: Getty

1. Chau al mandato de formar pareja: "Estar en un vínculo no es símbolo de bienestar”

Por Asunción Barrancos. Psicóloga, especialista en pareja y familia.

Desde chicas nos llenan la cabeza con ideas sobre el amor romántico. Películas, series, canciones, redes sociales. Todo nos dice que la felicidad está en encontrar a alguien, como si tener pareja fuera el único camino para ser plenas y exitosas. Este “mandato” social está sobrevalorado, porque tener una relación no asegura una vida feliz. Por el contrario, nos somete a una presión por encontrarla que nos lleva a crear expectativas poco realistas sobre lo que es el amor. Las redes sociales, con su vida perfecta de parejas idealizadas, no ayudan; en cambio, solo refuerzan la sensación de que si no tenés pareja, te estás perdiendo de algo maravilloso. Un peso innecesario que nos impide disfrutar de otras formas de vida.

Y aquí va la pregunta que muchas no nos hacemos: ¿estamos con alguien porque realmente lo elegimos o porque todo el mundo nos dice que así debería ser? En una era en la que nos comparan con las vidas de los demás, el estar solteras puede hacernos sentir incompletas, como si no fuéramos suficientes. Y eso no tiene nada que ver con nuestro sentido de “ser". 

 

Entrar en relaciones para “encajar” o mantener una imagen puede resultar en relaciones sumamente insatisfactorias o en parejas disfuncionales que llevan a un desgaste emocional muy grande. El estrés y la ansiedad de cumplir con lo que se espera sin sentirlo pueden tener efectos en nuestra salud mental. Ataques de pánico, depresión, tener que medicarse o incurrir en reacciones violentas son algunos de los síntomas más extremos. Nuestra paz mental y nuestro sentido de “ser” no están ligados a tener una pareja. Aprender a querernos, a ponernos límites con lo que los demás esperan de nosotras y rodearnos de relaciones auténticas son claves para mantener nuestra salud mental y emocional en equilibrio.

Un concepto que cada vez gana más fuerza es el de self-partnered o “estar autoacompañada”. Se trata de reconocer que podemos sentirnos completas por nosotras mismas, sin depender de una pareja para validarnos. Esta idea nos invita a enfocarnos en nuestra autonomía emocional y a aprender a amarnos y acompañarnos en nuestro propio camino. No se trata de rechazar la idea de una relación, sino de entender que la felicidad no está atada a estar con alguien.

Lo importante es que dejemos de pensar que si no tenemos pareja, es porque no podemos encontrar a alguien. Esa presión social termina afectando nuestra autoestima y haciéndonos creer que la solución a todo es tener pareja. A veces, la clave está en rodearnos de otros vínculos importantes, como amigas o redes de apoyo. Y si no estamos felices en una relación, no tengamos miedo de dejarla. Las relaciones de pareja no son lo único que necesitamos para ser felices. 

2. Chau al mandato de ser prolijas y correctas: “Empecemos a boicotear la intención de agradar a los demás”

Minirrepo a Clara Garriga, activista de La Rebelión del Cuerpo (@larebeliondelcuerpo).

Una frase que en Argentina no se usa mucho, pero es común en Chile y en otros países latinoamericanos, es “calladita te ves más bonita”. A las mujeres nos enseñaron que hay que agradar a los demás a cualquier costo, y nos taparon de prejuicios como “si estás desalineada, sos una dejada” o “si estás indispuesta, seguro estás rayada”; que no está bien que te sientes en público con las piernas abiertas, tampoco que hables muy fuerte. Todos estos mandatos esconden la idea de que debemos agradar como fin último. 

¿Cómo estar más despiertas al consumir contenidos, especialmente en medios o en redes sociales? 

La única manera de generar un cambio es entendiendo que eso que estamos viendo en la pantalla no nos hace bien. Sirve mucho la metáfora de “ponerse los lentes violetas”, que consiste en preguntarse si lo que estoy viendo me hace sentir incómoda. Entonces, buscar el trasfondo, ver cuál es el verdadero mensaje que hay detrás y, por supuesto, cuestionar todas aquellas verdades que se presentan como absolutas y que alguna incomodidad nos producen. 

¿Qué mandatos se perpetúan en las redes sociales?

Hoy, las redes sociales son el altavoz de una industria que lucra con nuestra inseguridad. Normalizan la imposición de incurrir en gastos entendidos como gustos, y todo el tiempo se nos bombardea con tratamientos, productos y técnicas de belleza llamadas “de autocuidado” y soluciones a problemas que ni sabíamos que teníamos.  

Compartir con otras mujeres alivia...

Sí, al desprivatizar nuestras experiencias, exteriorizamos y analizamos este sentir colectivo, evidenciando que tiene un trasfondo sistémico. Sabemos que llevamos una vida entera recibiendo violencia simbólica, pero estamos convencidas de que la mejor manera de hacerle frente a eso que nos pasa en lo más íntimo es poder hablarlo y compartir este dolor. 

3. Chau al mandato de tener hijos: "Tener útero no define tu hoja de ruta”

Victoria Viola

Victoria Viola, de Comadre. - Créditos: Gentileza Prensa

Por Victoria Viola. Comunicadora y cocreadora de la plataforma “Comadre” (@vdeviola).

Tanto la maternidad como la ausencia de ella encierran mandatos que nos conectan con el dolor. Muchas veces nos vemos expuestas al escrutinio del público que, con muchísima confianza injustificada, cuestiona nuestras decisiones (o destino) con relación a la reproducción. Tanto es así que las mujeres que somos madres vivimos nuestra maternidad atravesada por mandatos que nos separan de la experiencia real. Muchas veces, sentimos dolor por no encajar en el modelo idealizado de madre plena, devota y perfecta, sin poder ver con claridad que no existe tal ideal. Cuando perdemos la paciencia, un modelo de madre zen aparece como un fantasma, dejando que la culpa nos carcoma; y cuando encontramos tiempo personal, la pregunta “¿y con quién quedó?” nos aplasta, dejándonos sin ganas de más. Sabemos que pensar en la vida sin juzgamientos es una utopía, pero existen formas creativas de diálogo interno, para que esos juicios no calen tan hondo. Se trata de salir de esa jaula invisible que te encierra en cada elección de vida o renuncia por miedo al juicio. Es importante liberarnos de esos modelos que nos llenan de ruido mental y nos quitan flexibilidad para cometer errores (tan necesarios siendo mamás). Con el tiempo, la palabra y la tribu, podemos lograr conectarnos con lo posible, con el amor y la potencia que trae maternar, que es puro presente. 

El mandato de “tener hijos para realizarse” es otra idea instalada que incluso cuando no lo deseamos, en algún momento se presenta como cuestionamiento desde el afuera o el adentro. Pareciera que tener útero viniese con una hoja de ruta obligatoria: formar pareja estable, maternidad múltiple y felicidad plena. Quien osa correrse de ese camino debe justificarlo: “¿quién te va a cuidar de grande?”, “¿y para cuándo el segundo?”, “¿no vas a buscar la nena?”. Esas preguntas no siempre vienen del interés genuino, y generalmente producen mucha incomodidad. Sucede que hay experiencias que te corren del molde: disfrutar de la soledad, perder un embarazo, sufrir violencia obstétrica, atravesar la maternidad sin red o desde la exigencia extrema, son algunas. A veces, no es que no podamos, simplemente no queremos. Y como nadie conoce en profundidad el dilema de la otra, siempre es mejor bancarse las ganas de chismes y titulares. 

Los mandatos funcionan como vallas invisibles: te hacen creer que podés moverte libremente, pero, en realidad, cada paso que das fuera de la norma viene con una advertencia de peligro. Correrse de ahí conlleva valentía, desgaste y voluntad, pero hay que saber que la condena social, la culpa y la vergüenza son mecanismos de control.

4. Chau al mandato de la hiperproductividad: "Lo más sano es no poder con todo”

Por Helena Estrada. Escritora y coach (@helenamestrada).

Ser la agenda familiar –con la carga mental que conlleva– y quien se ocupa más de los hijos, recuperarse en tiempo récord del puerperio (física y laboralmente) y, a su vez, sostener la lactancia, pero también ser exitosa laboralmente y trabajar a la par de los hombres, son solo algunas de las cláusulas de este mandato. Nos tapamos de responsabilidades y somos rápidamente voluntarias para todo, quedando atrapadas en las urgencias. Ser hiperproductivas siempre es otra bandera que ya nos está costando demasiado. 

El mayor costo es personal: resignamos horas de sueño para poder cumplir cuando nuestros hijos duermen y la casa está en orden. También cedemos horas de ocio, no llegamos a hacer deporte, a ver amigas ni a ir al médico. Poder con todo sale caro, porque se paga con salud. En muchas mujeres aparecen síntomas de agotamiento físico y mental, que, tapados por hiperactividad, persisten, instalándose a veces como una depresión o un burn out. 

5 atajos para priorizarte

1. Sé brutalmente honesta con vos misma. No siempre se pueden cumplir todos los roles en simultáneo. 

2. Maternidad y trabajo pueden tener idas y vueltas dinámicas: no hace falta que te definas en uno u otro rol. Podés tener etapas en las que el trabajo es prioridad y explicar familiarmente esto, y viceversa. 

3. Evaluá dónde estás parada: pensá si realmente estás haciendo lo que querés y sentís o si estás abarcando de más por mandato. Como en el avión, si no te salvás primero a vos, no podés ayudar al resto. 

4. La gente siempre va a hablar: nunca pierdas de vista que, hagas lo que hagas, la gente va a hablar, bien o mal. Que eso simplemente te resbale. 

5. Preguntate: ¿qué importa más, agradar a otros –imaginarios o reales– o agradarte a vos misma? Tenés que sentirte orgullosa de tu vida, y debe tener un sentido para vos. Tené siempre en consideración los costos de vivir en función de las opiniones ajenas.

5. Chau al mandato de la juventud eterna: “Hay que quitarle la carga negativa al paso del tiempo”

Andy Clar y Beta Suárez

Andy Clar y Beta Suárez cuestionan los mandatos con su plataforma Poscua. - Créditos: Gentileza Prensa

Por Beta Suárez y Andy Clar. Comunicadoras y creadoras de Poscua (@somosposcua)

Envejecer, para las mujeres, es un poco dejar de ser. Sobre todo entre los 40 y los 70. En las publicidades que tienen que ver con la belleza, con el placer y con los proyectos, recién ahora empezamos a ver a mujeres que peinan canas, aunque de momento sigan teniendo pieles tersas y pómulos perfectos (como las gordas con cintura de avispa). Lo mismo pasaba –y aún pasa– con las protagonistas de las buenas películas, así como con las becas para estudiar y con búsquedas laborales, entre muchas otras situaciones que se pueden sumar a esta lista. Tanto es así que cuando alguna se sale, casi siempre a las patadas, de esa norma, se vuelve noticia, posteo e inspiración porque es la confirmación empírica de que “nunca es tarde cuando las ganas son muchas”.

Lo loco es que ni las mismas mujeres queremos que nos hablen de la vejez, aunque eso implique no tener la suficiente información para tener una vida longeva y feliz, en plenitud. Es que, pegadito al mandato, está la condena a la que no lo cumple: no queremos ni que nos nombren el tema porque envejecer implica ser invisible, no ser ni objeto de deseo ni poder desear. Un limbo espantoso que nadie quiere y que ya no nos representa. 

Aumentó la expectativa de vida y vamos a ser durante mucho más tiempo POSCUA (poscuarenta) de lo que fuimos niñas, adolescentes o jóvenes. Pero, entonces, ¿de qué vamos a vivir? ¿Podemos volantear y cambiar de trabajo, de vida, de pareja? ¿Queremos eso? Es época, además, de una segunda adolescencia en la que vamos a experimentar un montón de cosas por primera vez. Tal vez hayas escuchado hablar de la “madurescencia”... 

Los mandatos son colectivos, por eso son mandatos, pero los dolores que destilan se viven de modo personal, en cada cuerpo, en cada arruga y en cada menopausia. Correr una carrera, la del paso del tiempo, que sabemos que vamos a perder, no se corresponde con el camino recorrido de cualquier persona poscua. Busquemos disfrutar, volvamos a empezar si es necesario, amemos y corramos riesgos. Elijamos. 

Hoy somos más jóvenes que mañana, dicen, pero, llenas de proyectos y con las herramientas que los años nos dieron para gestionar lo que se venga, porque aprendimos que el valor no está en ser joven, sino en ser. Hay que quitarle la carga negativa al paso del tiempo. Mantenernos jóvenes tiene un costo altísimo que no se paga con dinero: el de perdernos el regalo hermoso del presente que necesitó de todos los años que vivimos para existir. 

6. Chau al mandato de la belleza: “Cada rincón de nuestro cuerpo, una exigencia distinta”

Minirrepo a Candela Yatche. Psicóloga, fundadora de @bellamenteorg. 

1. ¿Cuál es la belleza hegemónica de esta época? 

En Argentina, hay un ideal de belleza que refuerza el valor de la delgadez desde hace muchos años, al que hoy se le suma la tonificación. Ese modelo aspiracional viene de la cultura fit, donde tenés que ser flaca, pero también estar trabada, y deberías tener curvas, pero no tantas. Es decir, hay dos tendencias: delgadez y musculatura. Pero no es solo esto: cada rincón de nuestro cuerpo tiene una exigencia distinta y un producto o servicio para consumir. En el mercado hay cada vez más oferta de cremas para broncearse la piel, para aclararse manchas, para brillar más, para rellenar más; cirugías para la nariz, hialurónico para labios más pomposos, botox para las arrugas, te podés hacer las tetas, y son importantes también las uñas. Así como en un pasado se esperaba mucho de la silueta, desde que nacieron las selfies, hay algo muy potente también con relación a cómo es nuestra cara –si es simétrica o no– y cómo tenemos la piel. El beneficio de la industria del skincare es directamente proporcional al aumento de inseguridades.

2. ¿Qué respuesta podríamos darles a comentarios como “¿te vas a dejar las canas?” o “¿estás más gordita?”? 

Está comprobado que cuanto más escuchamos las críticas sobre el cuerpo, mayor insatisfacción corporal tenemos. Podés quedarte en silencio o intentar frenarlos. Es difícil, cuesta, pero si podemos al menos responder “bueno, es una elección propia” y no dar más cabida, suma. 

3. Siendo uno de los países con mayor índice de TCA, ¿cómo podemos contribuir socialmente?

Tratá de analizar tu rol en los grupos a los que pertenecés. ¿Sos quien critica otros cuerpos? ¿Ponés foco en cómo se viste una persona? Cuando opines sobre otra mujer, destacá cómo piensa, su profesión, lo que hace. Empezá por vos.

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7. Chau al mandato de estar siempre disponibles: "Con amor, pero NO”

Por Den Muchnik. Master coach ontológica, especializada en liderazgo valiente (@denmuchnik).

Nos la pasamos atendiendo las necesidades de los demás y dándoles prioridad. Estamos siempre disponibles, incluso cuando sabemos que nos está por explotar la agenda –y la cabeza–. Somos las que sostenemos nuestras relaciones, pero también nos ocupamos de las de nuestros hijos, llevando y trayendo niños, comprando regalitos de cumples e invitando a jugar. A veces, hacemos de agenda y de RR. PP. de nuestra pareja también, y respondemos a las necesidades de padres, hermanos y amigos.

Este mandato de mujer “dócil” viene de antaño: cuando un bebé salía del cuerpo de una mujer, automáticamente se sentía dueña y, por lo tanto, responsable de aquello que había creado. La repetición de ese rol fue abarcando nuevas áreas y la mujer se convirtió en la cuidadora por excelencia. Te damos tres claves para poner en práctica:

1- Usá las Declaraciones básicas 

¿Escuchaste hablar de las “declaraciones básicas”? Tu calidad de vida depende del acceso que tengas a ellas y del uso que les des. Son: “sí”, “no”, “basta”, “no sé”, “te quiero”, “gracias” y “perdón”. El gran antídoto frente a esta tensión entre la mujer “cuidadora” y tu bienestar es aprender a decir que no, que es la declaración básica de los límites. Hay que perder el gran miedo que esto implica, que esconde el temor a la expulsión. Es una falacia que podés manejar lo que piense el otro de vos. 

2 - Entendé que el límite es un borde de amor 

En un vínculo verdadero, aceptás y te aceptan como sos, y hay un límite en el medio. Es sano buscarlo e implica un proceso de autoconocimiento porque te expone a preguntarte qué querés de verdad. También implica entender que no hace falta dar explicaciones, porque las personas de las cuales te rodeás entienden que cuando decís que no, es un sí a vos misma. Elegí a las personas que estén dispuestas a recibir tus “no”, que confían en tu criterio a la hora de comprometerte con vos misma. 

3 - Andá de menos a más

Si querés empezar a decir que no, pero no te sale, podés practicarlo en los lugares que menos te cuesten, como en la panadería: cuando te estén por dar esa medialuna quemadita que no te gusta, podés comentar: “Esa no porque está muy quemada, prefiero la otra, por favor”. Esa interacción tiene menos peso que decirle que no a tu mamá, a tu mejor amiga o a tu pareja y, por lo tanto, será menos costosa para tu aprendizaje. 

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Ana Paula Queija

Ana Paula Queija


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