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El control del cuerpo: para pertenecer hay que invertir salud, tiempo y plata

En su nueva columna, Candela Yatche reflexiona sobre los estereotipos de belleza y se refiere a este tiempo como de copy paste humano.


La diversidad corporal, cada vez con más espacio en la cultura, pero aún falta camino por recorrer

La diversidad corporal, cada vez con más espacio en la cultura, pero aún falta camino por recorrer - Créditos: Getty



Cuando hablamos de estereotipos de belleza, ¿ponemos en cuestión el costo que tiene en nuestras vidas? 

Vivimos en la era del copy paste humano, donde no hay espacio para lo distinto, para la alteridad. Imitamos gustos, intereses, vestimentas, cuerpos. Como clones: dejamos de ser para pertenecer. Consumimos productos de belleza con la ilusión de acariciar el ideal y nunca alcanza. Sentimos que estamos todo el tiempo en falta. Nos explotamos, vigilamos y producimos a nosotros mismos. Lo singular y lo global: dos fuerzas que tironean. Queremos ser distintos a los demás y, en ese querer, caemos en lo igual. Copiamos lo que vemos de las personas que tenemos al lado y lo pegamos en el lienzo de nuestras identidades.

Pensamos que es una elección puramente personal sin ningún condicionamiento de pautas sociales impuestas desde afuera. Ser, parecer, pertenecer. Somos observados, mientras observamos. Tenemos miedo a ser marginados, a no cumplir con las expectativas de las miradas ajenas. 

Diversas industrias viven de nuestras preocupaciones y obsesiones corporales. Hoy en día, vemos al cuerpo como un producto más y constantemente recibimos mensajes de que lograr acercarnos al ideal de belleza vigente depende exclusivamente de nuestra voluntad. Cada vez tenemos más motivación a cambiar distintas partes de nuestro cuerpo con conductas invasivas. Tenemos una sensación de control sobre nuestra figura. Nuestros cuerpos vendrían a ser objetos que podemos moldear en función de las tendencias del momento. Un día están de moda los labios gruesos, en otro momento las cejas finas, la nariz respingada. Las modas no son solo de prendas de ropa. ¿Es lo mismo cambiar de look que cambiar partes del cuerpo?

El querer encajar en la era del copy paste humano deriva en miedos e inseguridades que aumentan el consumo. Y el costo que implica el acercarnos al ideal de belleza lo pagamos con plata, con tiempo, pero también con espacio mental, salud, libertad. La industria de la belleza absorbe nuestros recursos. Claramente el costo de esta industria varía según el género: las mujeres nos enfrentamos a estándares más exigentes y pagamos mayores penas cuando no cumplimos con estos estándares.

¿Cuánto tiempo lleva preocuparse y ocuparse para que nuestra imagen se acerque al ideal? Hacerse las manos, depilarse, usar cremas anti-age, teñirse, alisarse el pelo… ¿Cuánto tiempo pensamos en qué vamos a usar para una determinada ocasión? Un día pregunté en Instagram a la comunidad de Bellamente cuánto tiempo le dedicaban a pensar sobre su cuerpo. Muchas personas mencionaron que era un pensamiento constante. Me pareció alarmante ver la cantidad de tiempo que se le dedica. ¿Cuántas cosas dejamos de hacer por sentir que nuestra apariencia física no es “acorde”?

Cuando una gran parte de la sociedad está obsesionada con su apariencia, estamos perdiendo mucho. ¿Qué pasaría si le dedicáramos todo ese tiempo a otras actividades?

En un casamiento una vez me dijeron: “¿Por qué no te maquillaste?”. Ahí es cuando me pregunto si las prácticas sobre nuestro cuerpo son una elección libre de condicionamiento o lo hacemos porque “hay que hacerlo”. El consumo de estos productos y servicios están tan naturalizado que se marca como distinto a quien elige no consumir o usar determinado producto. Dar la libertad de elegir es no mirar con ojos filosos a quien elige no someterse a determinado servicio de belleza. 

Démo(nos) libertad de elegir cuánto tiempo, plata y energía queremos invertir en modificar nuestros cuerpos. 

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