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¿Cuáles son las fantasías sexuales más recurrentes?

Sexólogas consultadas por OHLALÁ! ponderan estas representaciones mentales que alimentan nuestro erotismo; los modos de potenciarlas


Foto: Canva

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Hacer un trío, tener relaciones con alguien del mismo sexo, disfrazarse y jugar un rol nuevo en la cama, mirar a la propia pareja teniendo sexo con alguien más, imaginarse practicando sexo en ciertos lugares… fantasías sexuales. ¿Qué son? ¿Para qué sirven? ¿Todas las personas podemos tenerlas?
Sexólogas consultadas por OHLALÁ! coinciden en que todos tenemos la capacidad de generar fantasías sexuales, desarrollarlas o no dependerá de la historia de nuestra sexualidad. Como nuestro órgano sexual por excelencia es el cerebro, ahí se enfocan las especialistas para hablar del tema.
La sexóloga Analía Pereyra define a las fantasías sexuales como pensamientos o imágenes de contenido erótico, que pueden ser voluntarias o involuntarias. “Cuando se dice voluntarias es que podemos decidir conscientemente llevar la imaginación a determinadas situaciones que hemos identificado como placenteras”, señala esta educadora en sexualidad. “También puede que lleguen a nuestra mente ideas que no hemos decidido traer de manera voluntaria y que, muchas veces, están en conflicto con nuestros valores y creencias, por lo que no nos permitimos expresarlas y por ello solemos dejaras en el plano de lo oculto”.
¿Todos tenemos fantasías? “Sí, todas las personas podemos fantasear”, dice Pereyra. Y cita al psicólogo neozelandés especializado en sexología John William Money, para decir que “las fantasías sexuales entretienen la cabeza permitiendo concentrarnos en situaciones placenteras y sin censura”. Agrega: “Son nuestras y de nadie más, están a nuestra entera disposición, no hay nadie que nos impida imaginarlas”.
Su colega, la psicóloga y sexóloga Denise Regadío coincide en que todos tenemos esa capacidad de fantasear. “Tenemos que desarrollarla. No es innata”, aclara”. “Las fantasías sexuales van a tener que ver con la historia de nuestra sexualidad en nuestra vida: cuánto tiempo del día le dedicamos en nuestro pensamiento al contenido sexual, cuánto contenido erótico consumimos. Todo eso va generando material erótico, sexual que podemos utilizar a la hora de generar una fantasía”.
Todos tenemos la capacidad de fantasear. “Tenemos que desarrollarla. No es innata”, dice la sexóloga Denise Regadío.

Todos tenemos la capacidad de fantasear. “Tenemos que desarrollarla. No es innata”, dice la sexóloga Denise Regadío.

Agrega que si una persona tiene “pocos recursos para fantasear” lo que hace en su consultorio es trabajar para amplificar los contenidos sexuales. “Tenemos literatura, películas, audios eróticos. También se puede recurrir a masajes, explorar ciertos sabores o texturas. Todo eso contribuye a generar material que después nos va a permitir fantasear”, enumera. Los cinco sentidos al servicio de la eroticidad.
La ginecóloga y sexóloga Sandra Magirena pondera las fantasías sexuales y habla en sintonía con sus colegas. Recuerda que el cerebro es el órgano sexual por excelencia y se explaya: “Toda la maquinaria de la respuesta sexual es un fino sistema de relojería preciso entre neurotransmisores químicos que hacen que aparezca el deseo, la excitación y el orgasmo”. Y sigue su explicación didáctica, como si les hablara a sus miles de consultantes en los vivos de Instagram.
“Imaginemos que el cerebro es una maquinaria para poner en marcha la respuesta sexual y el erotismo es la gasolina que necesita ese motor para ponerse en funcionamiento. Cuando hablamos de erotismo, hablamos de esa energía interna, esa posibilidad que nos hace sentirnos personas deseadas y deseantes. Y ahí entran en juego las fantasías sexuales”. Y sintetiza: “Una fantasía sexual es la aparición de una imagen, de un recuerdo percibido o no por los cinco sentidos, que se construye dentro de esa maquinaria imaginaria que está dentro del cerebro y que nos despierta las sensaciones sexuales, nos pone deseantes, y hasta se puede llegar a tener un orgasmo sin estar en presencia de una persona o en sueños, por el simple hecho de que aparezca esta fantasía sexual”.
Según nos dice la autora del libro de sexualidad Regreso a mí (El Ateneo), hay personas que tienen más facilidad para recrear esas fantasías que otras, y eso está directamente relacionado con el nivel de deseo sexual. “Cuanta más facilidad para tener una fantasía erótica tenés, mayores posibilidades de deseo sexual van a aparecer”.
Analía Pereyra enfatiza en que las fantasías sirven para alimentar nuestro erotismo. ¿Qué es el erotismo? “Es el arte de sentir y provocar placer, aprovechando las múltiples posibilidades de los cinco sentidos. El erotismo es la sexualidad transformada por la imaginación”, expresa. Agrega que la intensidad del erotismo crece y va menguando. “Como el erotismo tiene que ver con el misterio, a muchas parejas que están juntas hace mucho tiempo y manifiestan falta de deseo por la rutina les solemos recomendar potenciar su erótica de pareja a través de descubrir y explorar otras posibilidades, abrir las sensaciones de todos los sentidos y dar lugar a placeres nuevos”.
Reconoce que, por su experiencia, a las personas les cuesta hablar de sexo abiertamente incluso con sus parejas. Por eso dice que siempre se recomienda buscar un momento para que cada integrante de la pareja pueda manifestar qué le gusta y qué le gustaría explorar o hacer como novedoso. “En muchas ocasiones suelen sentir miedo por el qué pensará la otra persona, si será juzgado su pensamiento o idea y si se alejará de él o ella por lo que piensa y fantasea, por lo cual es de fundamental importancia el diálogo abierto y sincero con la pareja o vínculo amoroso”, propone.

Distintos tipos de fantasías

¿Hay mucha diversidad de fantasías? ¿Cuáles son las más comunes? Pereyra aclara que como las fantasías son propias de cada cultura y de cada momento histórico no es lo mismo lo que pueda expresarse en pensamientos ahora, que lo que podía fantasearse hace cincuenta años atrás.
Y enumera las más comunes hoy: “Intercambiar con otra pareja (swinger), incorporar a un/a tercero/a en la relación sexual, ver a la pareja teniendo relaciones sexuales con alguien más (puede ser del mismo género o de otro), también todas las relacionadas con las prácticas BDSM (Bondage, Dominación, Sadismo, Sumisión, Masoquismo), tener sexo con amigos o amigas, tener relaciones sexuales homosexuales si generalmente es heterosexual, si es mujer heterosexual suele fantasear con penetrar a su pareja varón (Pegging), también las fantasías de asumir ciertos roles y vestirse acorde. También podría decirse que hay algunas muy comunes a los varones heterosexuales, como son el participar de un encuentro sexual con su mujer y otra mujer más o ser invitado por dos mujeres lesbianas a tener un encuentro sexual y muy concurrente la fantasía de realizar sexo anal a la mujer”.
Las fantasías sexuales son propias de cada cultura y varían según cada momento histórico. Crédito: Mónica Figueras

Las fantasías sexuales son propias de cada cultura y varían según cada momento histórico. Crédito: Mónica Figueras

Según suma, “hay otras menos habituales como participar de una orgía, ser tocado/a por varias personas, participar en películas pornográficas caseras, realizar el bukkake (práctica en la que varias personas con pene eyaculan sobre una misma persona en el centro de un círculo), tener relaciones sexuales al aire libre, entre otras”.

Fantasía vs. realidad

La sexóloga Denise Regadío aclara que hay fantasías personales que funcionan en nuestra mente y no siempre llevarlas a cabo trae buenos resultados. “A veces una fantasía funciona mejor como disparador o como contenido de excitación, pero no para concretarla”, dice. Y ejemplifica con la gran proporción de mujeres que fantasea con estar con otra mujer y que, sin embargo, no tiene la intención concreta de llevarlo adelante más allá de ese juego de la imaginación. Sigmund Freud las definió como “representaciones no destinadas a ejecutarse”.
Sandra Magirena, en esa línea sostiene que hay fantasías que, como su nombre lo indica, en la realidad sería imposible que ocurran. “Mientras eso quede en el imaginario de la persona tiene validez y potencialidad para recrear su deseo sexual. Por ejemplo, uno puede tener fantasías de tener sexo con más de una persona, o tener sexo con una persona del mismo sexo, y no llevarla a la práctica, pero en el cerebro y en la maquinaria funciona como tal”, dice.
Pero contrasta con una situación que considera delicada: “Uno puede tener la fantasía de tener sexo con alguien imposible, ahora si esa fantasía sale de la esfera de la recreación mental de esa persona y se concreta contra la voluntad de la otra persona o contra una norma de convivencia social saludable y consensuada puede llegar a generar un problema serio”. Y da otro ejemplo. “Hay personas que se excitan pensando que su pareja tiene sexo con otra persona. Eso, si está en su creatividad fantasiosa no hay problema. Ahora, si obliga a su pareja a tener sexo con otra para cumplir su fantasía ya se convierte en parafilia, que es un comportamiento anómalo, no consensuado y que perjudica a la otra persona”.
Analía Pereyra también pone el foco aquí: separa el plano de la fantasía del de la realidad. “Una fantasía puede permanecer allí, en el lugar imaginario, quedarse escondida, escurridiza. También puede salir, decirse y hasta concretarse. No hay necesidad imperiosa de llevar a la acción todos los deseos fantaseados. Si se decide llevar alguna a la práctica las recomendaciones suelen ser: como primera medida ir imaginando esa acción, con quién la realizaría, en qué lugar, de qué modo, tratar de sentir qué les genera el hecho de pensar en llevarla a la acción, si hay comodidad y si resultaría posible, de este modo el punto es ir acercándose de a poco a la acción”, describe.
Y enfatiza en el punto que resaltan también sus colegas: “Es necesario destacar que la realización de cualquier fantasía nunca puede implicar la vulneración del derecho de otra persona, ese es el límite. El consentimiento expreso, siempre”.

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