Una Historia de Amor en Copenhague: por qué ver la peli danesa de Netflix que es furor y que aborda los desafíos reproductivos

Creada y dirigida por Ditte Hansen y Louise Mieritz, y basada en la famosa novela de Tine Høeg, esta película danesa - basada en hechos reales - explora la historia de Mia, una escritora de éxito que encuentra al amor de su vida en la figura de Emil, un encantador padre soltero con dos hijos pequeños. Todo parece ir súper bien en su relación hasta que su felicidad se pone a prueba cuando descubren que no pueden concebir de forma natural, sino que deben recurrir a tratamientos de fertilidad. ¿Puede durar el amor cuando las hormonas artificiales y el sexo programado llevan la relación (y la cordura) al límite? Este es el gran conflicto al que se deberán enfrentar ambos protagonistas y que la película logra transitar con mucha honestidad y amorosidad, siendo una historia en donde muchísimas otras parejas seguramente podrán verse reflejadas. 

Atención: a partir de ahora, el texto contiene spoilers. Si no viste la película, quizás prefieras leerla luego de haberla visto.

 

En una de las escenas más conmovedoras de la película, Mia, la protagonista, expresa con angustia: “No sé si podré soportar otra decepción”, refiriéndose a la secuencia de internos y test de embarazos negativos. Esta frase encapsula la carga emocional que implica la infertilidad o las dificultades reproductivas, un proceso que no solo afecta el cuerpo, sino también la identidad, la autoestima y la relación de pareja.

Los tratamientos de fertilidad pueden generar sentimientos de frustración, ansiedad y culpa, especialmente cuando la sociedad refuerza la idea de que la maternidad o la paternidad son pasos naturales en la vida adulta. Para muchas parejas, el impacto emocional de la infertilidad se traduce en aislamiento y dificultades en la comunicación. En la película, vemos que el lugar de Emil está poco validado y acompañado incluso desde lo médico, donde también los sesgos de género se ponen en juego: la mirada, los estudios y los tratamientos muy enfocados en Mia y con nulo espacio para la evaluación y la consideración del varón. En otra escena muy rica por lo potente, Mia manifiesta su enojo con uno de sus médicos pidiendo que “no está bien que se haga a un lado a Emil en una consulta de este tipo” y pide que haya una silla en el consultorio para él. Una metáfora clarísima de las faltas de equidad de género institucional que Mia reclama.

La película va narrando y entregando textos muy sinceros sobre la complejidad del proceso y todo lo que conmueve a Emil y Mia. Un diálogo clave resuena en este sentido: “¿Y si nunca lo logramos? ¿Qué nos queda?”. Esta pregunta abre una de las mayores inquietudes en parejas que atraviesan desafíos reproductivos: la incertidumbre. Muchas veces, la relación se estructura en torno a la idea de un futuro compartido con hijos, y cuando ese camino se ve obstaculizado, surgen miedos sobre la solidez del vínculo y el sentido del proyecto común.

Si bien en la película no se muestra ninguna intervención desde la salud mental, el acompañamiento emocional profesional es muy importante para trabajar sobre la flexibilidad y la redefinición de la identidad de pareja. Esto implica abrir espacio para la expresión de emociones sin juicios, validar el dolor del otro y encontrar nuevos significados en el camino compartido, más allá de la parentalidad.

Los desafíos reproductivos no solo afectan la intimidad de la pareja, sino también sus relaciones sociales. En la película, se observa cómo el entorno puede actuar como un recordatorio constante del dolor, especialmente cuando otras parejas amigas anuncian embarazos o comparten experiencias de crianza.

Frases como “Estamos tan felices, ¡no podemos esperar a que ustedes también lo logren!” pueden, aunque bien intencionadas, generar un peso emocional adicional en quienes atraviesan la infertilidad. La comparación con otras historias de vida puede incrementar la sensación de aislamiento, haciendo que algunas parejas se distancien de su círculo social por no sentirse comprendidas o por el dolor de enfrentarse a lo que desean y aún no logran alcanzar.

Es fundamental fomentar un diálogo abierto y empático dentro de los entornos sociales, permitiendo que cada pareja transite su historia sin presiones externas ni expectativas impuestas.

Uno de los aspectos menos hablados, pero profundamente afectados en el proceso de los tratamientos de fertilidad, es la sexualidad. En la película, la protagonista expresa con frustración: “Odio que se esté arruinando nuestra vida sexual porque amo nuestra vida sexual”. Esta frase refleja el peso que puede tener el sexo "reproductivo", donde la espontaneidad y el placer quedan relegados por un calendario de ovulación, días fértiles y la medicalización de las relaciones.

Muchas parejas describen cómo el encuentro sexual pasa de ser un espacio de intimidad y disfrute a convertirse en una tarea, con la presión de que cada encuentro debe tener un objetivo concreto. Esta dinámica puede generar ansiedad, disminución del deseo y una sensación de desconexión emocional entre los miembros de la pareja.

Desde la salud mental y la terapia de pareja, es importante trabajar en la recuperación del placer y la conexión, permitiendo que la sexualidad no quede limitada a la función reproductiva. Encontrar formas de reencontrarse sin la carga de la fertilidad, explorando la sensualidad y el disfrute mutuo, puede ser clave para que la pareja mantenga un espacio íntimo saludable.

La película también nos deja entrever momentos de conexión profunda en la pareja, como cuando, en un gesto de vulnerabilidad, uno de los personajes dice: “Lo que más miedo me da no es no ser padres, es perderte en el camino”. Este reconocimiento del otro como un compañero más allá del objetivo de la paternidad es un punto clave en la resiliencia de la pareja.

Además, hay una escena particularmente poderosa en la que la protagonista comparte en público que está trabajando en la escritura de un diario íntimo sobre su infertilidad y los tratamientos que ha atravesado. En ese momento, el auditorio responde con gestos de validación y apoyo, con varias personas levantando la mano en señal de identificación. Este momento refleja la importancia de la comunidad y el compartir experiencias como una forma de alivio y sanación. La infertilidad sigue siendo un tema tabú en muchos espacios, y romper el silencio permite crear redes de contención y comprensión mutua.

Los desafíos reproductivos pueden poner en jaque la relación, pero también pueden ser una oportunidad para fortalecer el vínculo desde la empatía, la comunicación y el amor incondicional. Las parejas que logran sobrellevar estos momentos suelen haber transitado procesos de diálogo honesto, exploración de nuevas perspectivas de vida y apoyo mutuo incondicional.

La narrativa de Una historia de amor en Copenhague nos recuerda que el amor en la pareja no se define solo por la posibilidad de ser padres, sino por la capacidad de sostenerse en la incertidumbre y construir un proyecto de vida más allá de las expectativas iniciales. Es clave visibilizar estos procesos y acompañar a quienes los transitan con comprensión y herramientas que les permitan resignificar su camino juntos.