Grounding: estos son los beneficios de pisar descalzo el pasto

El cuerpo humano es un buen conductor de energía porque contiene una gran cantidad de electrones libres, iones cargados eléctricamente llamados electrolitos. Nuestro cuerpo genera intercambios de cargas eléctricas de forma constante y así es como se producen iones positivos.

Para mantener un equilibrio en nuestro cuerpo necesitamos absorber iones negativos (electrones). Esto se consigue al descalzarnos (y así quitar el aislante que produce el calzado) y caminar sobre la superficie de la tierra, ya que esta es una gran generadora de energía electromagnética.

En la antigüedad, las personas dormían en el suelo, caminaban descalzas o cubrían sus pies con materiales que aún eran conductores, por lo que esta conexión con la tierra era constante. Incluso los calzados hasta hace algunas décadas estaban fabricados con cuero, lo que también permite esta conexión.

Sin embargo, en las últimas décadas las suelas de los calzados comenzaron a ser fabricados con materiales como la goma o el caucho, que son aislantes y así el ser humano fue perdiendo cada vez más este flujo de electrones libres que nos proporciona la tierra. Entonces, lo que antes se daba de manera natural y cotidiana, hoy hay que buscarlo deliberadamente.

No es extraño pensar que esta sea una de las causas por las que en las últimas décadas han aumentado de manera exponencial los cuadros de enfermedades autoinmunes, enfermedades cardiovasculares, estrés y ansiedad, entre otras. 

¿Cuánto tiempo de práctica es necesario para conseguir los beneficios del grounding? Salir a la naturaleza y caminar unos cuantos minutos al día es lo ideal.

Según un estudio publicado en el Journal of Environmental and Public Health, caminar durante treinta minutos a lo largo de dos meses contribuye en la reducción de la inflamación y el estrés oxidativo en el cuerpo humano.

Solo necesitás descalzarte y caminar o simplemente acostarte sobre el césped, arena o tierra. Es una práctica que nos invita a reconectarnos con el aquí y ahora, a bajar el ritmo con el que vivimos y a reencontrarnos con nuestras raíces, literal y figurativamente hablando.