5 frases de Brother David Steindl-Rast para mejorar tu bienestar

Si bien el hermano David medita desde muy joven buena parte de su día, todos podemos vincularnos con el mundo espiritual desde muchos aspectos en nuestras vidas. Sabemos, cada vez más, que hay muchas disciplinas que nos invitan a practicar diariamente, incluso en nuestras casas, para tener una cotidianeidad más saludable y en armonía.

Steindl-Rast cuenta que el sistema del nervio vago, ciertos neurotransmisores, el sistema parasimpático, entre otros componentes de nuestro cuerpo, mejoran el funcionamiento de nuestro organismo cuando son estimulados por prácticas meditativas y por una vida en sintonía con natura y cultura.

Estar en atención plena, en el aquí y ahora, siendo conscientes de lo que nos ocurre nos lleva a tener menos automatismos y estar despiertos para nuestros propósitos en la vida y nuevos proyectos que puedan construirse. Es estar en sintonía con la vida, la naturaleza y las circunstancias que nos tocan vivir. Abrir los ojos, de este modo, nos permite aprovechar al máximo lo que tenemos para darle al mundo.

Se trata de lo que él llama “dignidad humana”, de hacernos cargo de estas cualidades que son solo de cada ser, completamente diferentes a los otros. Entonces habría que preguntarse: ¿Qué hacemos entonces con estas pinceladas únicas y maravillosas que tenemos? ¿Las vamos a dejar que pasen de largo toda la vida?

Porque cada ser humano es único e irrepetible, tenemos que aceptar esa originalidad en la que estamos siendo, viviendo. Estaríamos además contribuyendo a un mundo diverso donde haya más personas felices. Desde el counseling se alienta justamente a que las personas sean, deseen, dejando que esa energía siga su curso y no bloqueen su tendencia evolutiva, propia de cada uno. “Cada segundo de nuestra vida es una oportunidad de ser plenos”, agrega el Hermano David.

Ser agradecidos. Esta idea es central para el Hermano David Steindl-Rast porque la gratitud es una experiencia que nace en el corazón de los seres humanos cuando descubrimos que la vida es un don, que el estar vivos es un regalo.

Si estamos conscientes en cada instante de los regalos que nos da la vida se nos abre una oportunidad para ser nosotros mismos en plenitud. El gozo es esa felicidad que no depende de lo que puede suceder. La gratitud no es un tema de dinero. En este punto el monje me aclara que hay personas con muchísimos recursos económicos que no saben ser agradecidos ni felices y otras que carecen de lo mínimo y que sí lo son profundamente.

¿Cuántas veces hacemos actividades que por no haberles puesto atención resultaron automáticas y casi olvidamos que las hicimos? Brother David dice que estar en modo automático nos desconecta de nuestra esencia y del universo.

“Si recuperamos esta mirada, forma de estar y ser en el mundo, ese Yo-Tu, en lugar de miedo, sentiremos confianza, en lugar de rivalidad encontraremos cooperación, en lugar de avaricia encontraremos bien común”, explica. 

Quizás esta problemática sea uno de los males actuales. Porque vivir en automatismo nos lleva a que nuestro sentido de identidad, nuestro ser, se desconecte con la posibilidad de una relación consciente y armónica con el mundo exterior y con lo trascendente. De esta forma, limita nuestro potencial de ser plenos, de poder desplegar todo nuestro potencial y originalidad como seres humanos individuales. “No somos capaces de estar presentes plenamente en el aquí y ahora y en el adentro y afuera. Y terminamos olvidándonos de nuestro Yo Mismo, nuestro Verdadero Ser”, agrega.  

Aceptar y cultivar la virtud del ocio es fundamental. Tapar nuestros espacios con más actividades, trabajos, muchas veces responde a la “culpa” de que hay que estar en acción porque, de lo contario, no se es productivo. Pero si cultivamos y nos detenemos en el silencio, aparecen grandes ideas, creaciones, imaginaciones que pueden darnos enormes satisfacciones.

David cuenta que el ocio (cuya etimología es “lo que no es negocio”) es necesario. Y se pregunta qué haría el ser humano si de repente desaparecieran todas las cosas que usualmente nos mantienen ocupados. “¿Nos constituiría este hecho una seria crisis de identidad para todos nosotros?”, se pregunta.

Esta idea nos recuerda que antes que nada somos llamados a “ser” y no a “hacer”. Y es desde lo que somos, desde nuestra identidad más genuina, que luego hacemos. A veces, la vida nos obliga también a estar inactivos: cuando estamos atrapados por el tráfico, en la estación de trenes, esperando en un consultorio, en los llamados “no lugares”.

El ocio –explica- es el justo equilibrio entre el dar y tomar, entre trabajar y descansar. “Tomar las cosas con calma” en lugar de “mantenerse ocupado”. O bien “permitir que las cosas sucedan”, en lugar de “tener las cosas bajo control”.