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Las mascotas de Tigre tienen su veterinaria: así es el consultorio flotante de Leila Peluso

La veterinaria isleña de 29 años que recorre el Delta por amor a los animales y la naturaleza. Cómo es su consultorio flotante: tiene camilla, equipo de cirugía menor, farmacia y hasta un ecógrafo.


Leila Peluso, la veterinaria que recorre el Delta con su consultorio flotante.

Leila Peluso, la veterinaria que recorre el Delta con su consultorio flotante. - Créditos: Gentileza Leila Peluso



“Lo más lindo de mi trabajo es estar conectada a la naturaleza todos los días. Paradójicamente, lo peor de mi trabajo es eso mismo”, dice entre risas Leila Peluso, la veterinaria isleña de 29 años que, con su lancha-consultorio, recorre todos los días ríos y canales del Delta del Paraná.

Ama atender a sus pacientes, por lo general, animales pequeños como perros, gatos, chanchos y carpinchos, aunque también le toca, cada tanto, algún elefante marino que se había perdido entre los canales del Paraná, o un gato montés, entre otras rarezas. Leila se declara una enamorada del Delta. Pero no siempre imaginó trabajar y vivir allí.

Al comenzar sus estudios, arrancó también las prácticas en una veterinaria de la zona, en la que aprendió el ABC del negocio. Y, al ser “de por ahí”, algunos isleños comenzaron a llamarla para que fuera en sus días libres a vacunar a sus animales de compañía o por alguna consulta médica. “Me di cuenta de que la gente realmente necesitaba ese servicio y que a mí me gustaba mucho hacerlo”, dice. Lo que siguió fue un rápido boca en boca y los llamados se multiplicaron.

Leila Peluso no conoce de rutinas aburridas: siempre está al servicio de los animales que la necesiten.

Leila Peluso no conoce de rutinas aburridas: siempre está al servicio de los animales que la necesiten. - Créditos: Gentileza Leila Peluso

 

“Al principio me tomaba los miércoles para hacer las recorridas. Después lo amplié a dos días, después a tres, y bueno, acá estoy”, dice. También cuenta que esos inicios tuvieron su cuota de sacrificio: “Al principio no tenía embarcación. Me tomaba la lancha colectivo desde el puerto y pedía que me bajaran en el muelle del vecino que me había llamado. Había viajes cortos, pero también los había de dos horas. Atendía al paciente y después, otra vez, a esperar la lancha. Perdía demasiado tiempo”.

Fue así como pasó a su primera embarcación: un gomón semi-rígido que le dio la independencia que tanto necesitaba, pero que también le presentó otros desafíos, como la imposibilidad de salir en días de mucha lluvia o sudestadas. Es verdad que algunas veces desafió al clima, pero aprendió por las malas que no era la mejor idea.

“Un día crucé el Paraná para atender a un paciente durante una sudestada. Cuando estaba volviendo se me descoció una parte del gomón y me empezó a entrar agua por el costado”, recuerda Leila y dice que ese día tuvo “miedo de verdad”. “No sabía qué hacer y lo llamé a mi papá, que es náutico de toda la vida. Él me fue guiando entre las olas gigantes hasta que logré llegar a una guardería en Villa La Ñata”, relata. “Como esa, me pasaron un montón”.

Cómo es el consultorio flotante

Después de esos episodios tormentosos, “la veterinaria isleña” pasó a su actual lancha tracker, que acondicionó como un consultorio veterinario flotante, con camilla, equipo de cirugía menor, farmacia y hasta un ecógrafo.

La mayoría de los días sale sola y pasa unas ocho o diez horas arriba de la lancha, aunque algunos fines de semana la acompaña su esposo – también veterinario – y, algunas tardes, su galga. “Siempre que el viaje no sea demasiado largo”, aclara, entre risas.

Leila, rodeada de su manada: su galga, algunas ovejas, la Chancha Chochi y una gata que no se ve en la foto.

Leila, rodeada de su manada: su galga, algunas ovejas, la Chancha Chochi y una gata que no se ve en la foto. - Créditos: Gentileza Leila Peluso

 

Además de su perra, la manada de Leila está integrada por un gato, algunas ovejas y la Chancha Chochi, una minipig  que llegó a su vida hace algo más de dos años, buscando un lugar en el que pudieran recibirla. Su tutor original no podía más hacerse cargo de ella.

“Mucha gente los compró porque se pusieron de moda. Al principio son muy pequeños y simpáticos, pero después pueden llegar a pesar entre 70 y 100 kilos. Entonces, es cuando los quieren regalar”, dice. Y se permite un consejo a quienes se puedan ver tentados de adoptar uno: “No lo recomiendo. Por más de que ame a mi cerdito, tener un chancho en casa no es nada fácil”. 

Leila en su consultorio flotante navegando en el Delta

Leila en su consultorio flotante navegando en el Delta - Créditos: Gentileza Leila Peluso

 

En la isla hay mucho espacio y abundan los animales de compañía. “En el Delta la gente está muy apegada a los animales, son parte de la familia. Hay quienes viven solos y es el animal el que está ahí día a día, acompañando a caminar, a trabajar, al muelle”, relata.

Su trabajo se vuelve vital en Tigre. Los animales son muy importantes, ella lo sabe y por eso son su prioridad. “Podés tener todo armado y, de pronto, una yarará muerde a un perro y hay que salir corriendo a aplicarle el suero; o estoy navegando y me encuentro un lobito de río herido y lo tengo que ayudar”.

Los días de Leila no saben de rutinas. Su consultorio se pone en marcha y navega siempre que la necesiten.

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