Empezar a entrenar: las claves para ponerte en movimiento y no renunciar en la mitad
Muy del team 'a mí el gimnasio me aburre', frente a no encontrar otra actividad que me motivara decidí volver a darle una oportunidad y esto fue lo que aprendí de la experiencia.
14 de diciembre de 2023 • 07:21
Empecé a ir 3 veces por semana al gimnasio y esto es lo que descubrí. - Créditos: Getty
Convivo con una persona que ama hacer deporte y que, frente a cualquier situación, el gimnasio es una respuesta siempre a mano. ¿Tiene un día estresante en el trabajo? Va al gimnasio. ¿Necesita desconectar la cabeza? Va al gimnasio. ¿Se siente con mucha energía? Va al gimnasio. ¿Tiene un día bajón y necesita algo que lo levante? Va al gimnasio. Ejercitar es una herramienta tan importante para su salud mental que -y les juro que no miento- hasta se hace el tiempo para ir y tener sesiones de 30' minutos entre paciente y paciente.
Quizá por eso el contraste conmigo es tan fuerte: no me gusta ir al gimnasio y si existiera una maquinita mágica que lograra evitarme el sacrificio, la compraría... no importa el precio. Y si bien sé muy bien que ejercitar es súper importante (excepto la pandemia, no recuerdo de un momento en mi vida que no haya hecho 'algo'), soy de esos extraños casos en que no salgo de las clases revitalizada. Al contrario: el día anterior estoy 'Ay no, mañana es día de gimnasio", yendo a la clase pienso excusas para volverme a mi casa, durante la clase sueño con estar mirando una serie y mientras vuelvo me digo a mí misma: "Un día menos de esto". Pero volviendo a algo que les compartí antes, sé que es importante y este año me propuse a mí misma ir de 2 a 3 veces a una clase que me ponga en movimiento. ¿Fue fácil? No, para nada. Pero aprendí algunas cosas que están buenas y que si sos de mi team, te van a servir.
No hay que rendirse después de un fracaso
Antes de la pandemia tenía un personal trainer que adoraba. Con quien arranqué diciendo: "Esto me va a durar 3 segundos", y que terminé disfrutando lo suficiente como para mantenerlo durante años. La cuarentena me sirvió de excusa para detenerme y no fui -como se lo imaginarán- parte del grupo que enconcontró en las clases online una actividad para hacer. Soy seriéfila, cada segundo que tuve libre lo usé para mirar una ficción en la tele (¿para qué engañarlos?).
Cuando todo se empezó a abrir, mi marido se puso bastante insistente en incentivarme a que vuelva a encontrar una actividad que me gustara y entrar de nuevo en el mood de ejercitar. Me costó un montón encontrar la energía para hacer la investigación, escribir a lugares, a otros entrenadores y en el medio me pasó de todo: arranqué una clase de pilates aeróbico que casi me mata en el proceso, iba a empezar con un grupo y la entrenadora compartió que estaba embarazada e iba a cortar por unos meses, no conseguía turno en ningún lado o los precios que me pasaban estaba muy lejos de lo que podía pagar.
Casi como un llamado divino, abrieron un gimnasio -parte de una cadena gigante- enfrente de mi casa y la conversación ahí fue: "Ya no tenés excusas". Y no las tuve: fui, me anoté y empecé a entrenar a las 7AM, 3 veces por semana. Pero si bien el profe me parecía un divino, el lugar (al ser nuevo) súper cómodo y la clase era chiquita (pocos madrugadores), no me sentía cómoda con la metodología ni con el nivel de exigencia. Sonará exagerado pero yo estaba: "Che, entreno para no morirme de un paro cardíaco a los 45... no para salir a competir". Dar vueltas en el aire, escalar una pared, hacer combinaciones de 4-5 movimientos mientras me sostengo con la fuerza de los brazos, me generaban un sentimiento de frustración, de vergüenza y de fracaso que, con cada clase, me costaba más y más ir. Fue tan fuerte que lo dejé a principio del segundo mes, con la cuota ya pagada.
Fue en ese mismo momento en que una amiga me contó que había empezado a ejercitar en un gimnasio de barrio (¡ella sí es del equipo que ama ejercitar y que la llena de energía!) y que estaba súper contenta. Decidí darle una oportunidad y, quizá, fue la mejor decisión que tomé en este cierre de año: con un pase mensual en donde podés ir a las clases que quieras, me encontré con una dinámica en donde sí me sentí cómoda, en un grupo más parecido a mí y en donde el progreso era importante para ir creciendo en tu performance y fuerza.
Lo que yo aprendí en todo esto
Si bien existe una gran cultura saludable de salir a entrenar, estoy segura de que somos muchos los que nos cuesta y los que encontramos mil excusas para evitarlo. Por eso quería compartirles mi experiencia en este recorrido y compartirles esas claves que para mí ahora son 'obvias' pero que subestimé.
Encontrá una actividad en la que te sientas cómodo y no prolongues la incomodida. Puede ser desde pilates hasta natación, puede ser ir al gimnasio a seguir tu propia rutina o tener un personal trainer que te guíe, lo que sea: hacé algo que te haga sentir cómodo. Si bien tener la rutina de salir a ejercitar es a base de la repetición (al principio cuesta pero, a medida que lo imponés en tu calendario, se vuelve una obligación que vas a querer cumplir), es imposible que lo logres si te metiste en algo que sentís que te expulsa o que está muy por arriba del nivel de lo que hoy, en este momento, podés lograr. Siempre me acuerdo de una entrenadora que me dijo: "No salgas a correr hasta que te duelan las piernas porque si lo hacés, al otro día no vas a correr más. Es mucho mejor que salgas a correr todos los días un rato antes que corras 2h un solo día". ¡Y cuánta razón tiene!
Parece que no, pero la ropa que uses es fundamental. Así como soy del team que no nació con la fichita del amor por el deporte, sí soy de las que lo hacen vestida con la 'ropa vieja'. Pero no es fácil estar mirándote al espejo todo el tiempo con la remera estirada, manchada con lavandina o el pantalón de jogging que se te cae o te hace una forma rara en la cola. Sobretodo, no es fácil exigirte físicamente cuando estás pensando si se te sale una teta del top o se te cae el pantalón mientras hacés una sentadilla. Así que, sin invertir fortunas en ropa deportiva (¡eso tampoco es necesario!), no minimices el outfit para salir a ejercitar porque así como la clase te tiene que hacer sentir cómodo, lo que llevás puesto tiene que ser funcional a lo que estás haciendo.
Si encontrás tu partner, mucho mejor. Para las personas que nos cuesta salir a entrenar, encontrar un compañero de gimnasio es clave y -para mí, hacerlo con mi amiga es la razón de por qué muchas veces no renuncio a la clase del día (¡soy excelente poniéndome excusas!). Pero si no es el caso, también podés encontrarlo en la propia clase o el lugar al que estás yendo a entrenar ¡hasta hay grupos en redes sociales para conocer gente en la misma que vos! Tener ese ida y vuelta, volver un tema de conversación el 'qué te pareció la clase de hoy', encontrar el lugar para el clásico 'estornudo y me duele hasta el alma', es la parte social de hacer ejercicio y es muy importante para los que somos algo vagonetas.
Conocé tu cuerpo, tus límites y da espacio al progreso. Las clases a las que empecé a ir son de tabata funcional, lo que significa ejercicios aeróbicos combinados con ejercicios de fuerza. Cuando te parás en la clase hay otros que arman su barra con una cantidad de pesas que te hacen preguntar si estás en la clase correcta y tu pesita de 1 kilo te hace sentir en jardín de infantes. Pero no importa: esa pesa de 1 kilo, en unos meses, va a subir a 2 kilos y así progresivamente porque ahí está la clave: entender tus propios límites y aceptar que todo es un proceso en el cual vas a ir ganando flexibilidad, fuerza y musculación. A ver, es la clásica: no se puede correr sin primero aprender a caminar.
Ser flexible con uno mismo, pero no excusarnos todo el tiempo. Ya a esta altura se darán cuenta que para cada clase podría tener una excelente (y válida) excusa para no ir a entrenar, pero es fundamental mentalizarse en que 'tenés que hacerlo'. Sin eso es imposible generar la rutina de ejercitar y vas a volver siempre al punto cero en donde no estás en movimiento. Dicho eso, creo que también es importante no ponerte en el otro costado de ir 'no importa qué': si una semana vas 2 veces en vez de 3, ningún ángel se va a caer del cielo. Solo busca que la semana siguiente sí puedas cumplir con tu objetivo y seguir entrenando bajo la meta que vos mismo te pusiste.