Chile: siete lugares que tenés que visitar si viajás al sur chileno

Dónde dormir. Hotel Cabaña del Lago, en pleno barrio patrimonial, muy cerca del centro y con vistas espectaculares al lago. Por Booking hay habitaciones dobles desde $14.600 por noche, con desayuno y cancelación gratuita.

Dónde comer.  Casa Valdés, para probar platos típicos chilenos –imperdible la torta Tres Leches– con la mejor vista. Los Helados Pudu son artesanales y hechos con materia prima de la región. Elegí algún sabor a base de manjar de campo Playa Venado, el dulce de leche de la zona. Además, sirven churros calentitos con salsas.

De compras. Garuga (@garugachile) es una marca local de textiles con ilustraciones divinas de flora y fauna chilena, que se dedica a colaborar con la protección de los ecosistemas. La encontrás en @birdschiletienda y @lamingapv, dos tiendas del centro donde hay artesanías de la zona.

Parque Nacional Vicente Pérez Rosales: área protegida en la cordillera y parque nacional más antiguo del país. Andá con los sentidos bien abiertos para sumergirte en la biodiversidad y saludar zorritos, pudúes y, si tenés suerte, algún pájaro carpintero o martín pescador. Dentro del parque, hay tres senderos inclusivos, aptos para todo público. El principal conduce a través de unas pasarelas construidas sobre los rápidos a los Saltos del Petrohué, una cascada de color turquesa donde solo se escucha la potencia del río (entrada general: CLP 6400).

Salto Las Cascadas de Puerto Octay: trekking de 1,5 km y dificultad baja hasta el salto de la cascada. El acceso está abierto todos los días del año desde las 11 y hasta las 17 está permitido el ingreso de vehículos. No hay que pagar entrada, pero se espera una colaboración voluntaria para la conservación del espacio.

Ensenada: tiene miradores desde donde ver el atardecer sobre el lago. En esta zona hay restaurantes, complejos de cabañas con fogones en la playa (chequeá @cabanas_rucamalen), rentals de equipos para deportes de agua y paradores.;

Chepu. Desde allí y a través del río con el mismo nombre, parte una navegación de 20 minutos hasta su desembocadura en el Pacífico. Caminando por la playa hasta el acantilado, un sendero de arena, piedras y caracoles conduce hasta el Muelle de la Luz, uno de los hitos más esperados del viaje. Además, gran spot para avistaje de aves.

Otro de los tesoros de este destino es Chimango Caracara, el proyecto de Alfredo Atucha –espectacular anfitrión, guía, cocinero y contador de historias–, que abre las puertas de su casa/lodge/camping a orillas del río. Su cocina está llena de secretos (que comparte sin reservas) y la propuesta es disfrutar del lugar y de los ingredientes locales en su universo. Hay que reservar sí o sí. Si solo vas a comer, calculá entre CLP 15.000 y 25.000 por persona, de acuerdo al menú.

Quemchi. El centro se extiende en tres cuadras, presididas por una iglesia, una plaza, algún café, almacenes polirrubro y casitas que trepan los cerros. Cruzá el muelle de madera de 437 m hasta Aucar o la Isla de las Almas Navegantes, un islote de 2 hectáreas de superficie que alberga una iglesia, un cementerio y un parque botánico.

Dalcahue. Hay que ir de día, porque sus dos fuertes son las cocinerías típicas con vista a los canales y el mercado de artesanías, que durante los meses más fríos del año cierra muy temprano. Es el lugar para comprar lana, tejidos artesanales, alfombras y tapices. También hay un rosario de cafecitos y tiendas de recuerdos en la vereda de enfrente. Una de las más originales es @decocalen.