Uruguay: La Juanita, un paraíso natural a pocos minutos de José Ignacio
La Juanita nació como una última parada antes del pueblo más exclusivo de Maldonado y se consagró por ser su contracara. Recorrida por el enclave eco que lo tiene todo: propuestas de agreste relax para estar en José Ignacio sin estarlo.
24 de enero de 2024
CasaGrande emerge como un tetris en el bosque nativo de La Juanita, Uruguay. - Créditos: Gentileza
La Juanita es un paraíso natural, el enclave de bosque y playa a la entrada de José Ignacio. Se la señala como un barrio que tendrá un crecimiento exponencial.
La Juanita nació como una última parada antes del pueblo más exclusivo de Maldonado y se consagró por ser su contracara: lo recorrimos y te develamos este secreto en el bosque y sus propuestas de agreste relax. En esta nota, 6 encantos de este paraje natural.
1. El hotel de bajo impacto ambiental y alta vegetación autóctona
CasaGrande emerge como un tetris en el bosque nativo, y lo toma para hacer sus pasarelas entre las copas de los árboles. 26 tipologías de departamentos dotan al complejo de un movimiento único, como el del mar que tiene a unos metros. Cada unidad (de 1 a 3 ambientes) posee, al menos, un módulo de espacio exterior con paisajismo incorporado, especialmente diseñado para proteger contra el viento y el sol.
Además de su fisonomía original, CasaGrande trae un concepto innovador: un edificio con espíritu de hogar y servicios de hotelería, con un interiorismo muy playero que con su total white te hace sentir todo el tiempo de vacaciones. Su joyita es el jardín, una delicia de flores silvestres con dos piscinas (una climatizada, por si sos de las friolentas), poolbar y un jacuzzi que es la gloria. Sí, podés disfrutar de un hidromasaje camuflada entre aromáticas, en un contexto natural sereno. Tu escondite perfecto, a pasos del pueblo de José Ignacio y su Playa Mansa, pero con una onda muy diferente y muy tranca.
Los studios y apartamentos tienen la cocina integrada para que nadie quede aislado si es el chef asignado. Es lo más cocinar allí: está completamente equipada, con un almacén en la planta baja del hotel y un supermercado deluxe sobre la ruta, a una cuadra. Cada unidad es pasante, para lograr ventilación cruzada y prescindir de acondicionamiento activo. Sumale grandes ventanales que ofrecen mucha luz y vistas al océano. El techo verde acoge paneles solares.
Sustentabilidad en la construcción y también en las prácticas diarias para un turismo con menos huella de carbono. Hasta los artículos de baño son ecológicos. Conserjería 24 horas, Wifi, limpieza diaria y estacionamiento cerrado gratuito para gozar de toda la comodidad de un hotel -con sábanas de 220 hilos- y la familiaridad de una casa de playa. Además es un beach club: tenés la arena a 400 metros y kit de reposeras y sombrilla, para que no tengas que viajar hasta Uruguay tan cargada.
La piscina de Casa Grande - Créditos: Gentileza
La data:
Contás con mats de yoga a tu disposición, también kit de gimnasia para que puedas seguir con tu rutina de entrenamiento.
Nos encantó: ¡Son pet friendly! Las mascotas pequeñas de hasta 10kg son bienvenidas.
Upgrade: Nada más placentero que despertar frente al mar y bajar a desayunar a La despensa. Un espacio claro y acogedor que te dice buenos días con un buffet bien nutrido: pan integral, queso, fiambre, scons, cookies, budines, ensalada de frutas y unas medialunas que es imposible parar de comer. Podés agregar un yogur con granola casera y frutas frescas, huevos revueltos o avocado toast. Aquí también funciona el bistró de fast good food con tres fuertes: ingredientes nobles, platos sencillos y precios honestos.
2. Cocina de tribu y de cercanía, alrededor del fuego
Si caminás en dirección a Punta del Este, vas a dar con uno de los estrenos de la temporada: Gurisa. El chef Lucas Bustos nos presenta su nuevo restaurante donde combina la esencia de su cocina cordillerana con un inigualable sabor a mar. Concebido para sorprender, el espacio rodeado de fuegos tiene un enfoque primitivo y genera un ambiente amigable que convoca al encuentro de los que buscan momentos genuinos. Gurisa se emplaza en una encantadora casa de La Juanita: una sola planta de 180 m2 que tiene a la cocina a la vista y los fogones como protagonistas. Madera, piedra y plantas selváticas completan la puesta en escena de este lugar que reivindica a la comida como un ritual.
La carta que pensó Lucas exporta su expertise en Mendoza y Galicia a la costa esteña, con especial interés en la elección de su materia prima, dándole mucha atención al trabajo con huerteros y pescadores locales para definir su cocina de cercanía. En el variado menú conviven almejas al hierro, pejerrey de la laguna con salsa limón, tiradito de lenguado. Como platos fuertes, lisa al horno de leña, cordero en olla de barro, milhojas de puerros y girgolas producidas en José Ignacio con croute de polenta y queso de cabra. Con su trayectoria en restaurantes de bodegas, la cava también es para gozarla. Gurisa es el marco perfecto para compartir en intimidad y comunidad, maridados por el fuego y el vino. Hermanadas por la cocina de tribu.
3. El fascinante observatorio astronómico que parece una pirámide oceánica
Del otro lado de la ruta 10, Ta Khut nos interpela. Si enfilás hacia la mansa, no hay manera de que no la veas: tus ojos se van a detener en su curiosa morfología. Un domo de 4 metros de diámetro y 7 de alto corona una pirámide de pasto que impregna el paisaje de magia y misticismo astronómico, a nada de la playa. El consagrado artista de la luz James Turrell eligió La Juanita para construir su primer skyspace independiente en América del Sur.
La placidez del entorno y la pureza del cielo inspiraron al californiano para inaugurar su último observatorio en este paraje. La obra Turrel -que ha sido llamado el Caravaggio del siglo XXI- propone habitar la luz en un ámbito de naturaleza y relax. La instalación resguarda un suntuoso interior que también hay que conocer, no queremos spoilear así que no te vamos a decir nada más. Maravillate.
lajuanita-naturaleza.jpg - Créditos: Gentileza
4. Librería de culto con galería de arte y taller de cerámica, todo entre pinos
Si volvés al bosque La Juanita, otro hito arquitectónico te va a flashear: Rizoma o un cubo rojizo que brota entre los pinos. Por fuera, una estructura de madera de diferentes densidades. Por dentro, una torre de babel, por sus bibliotecas circulares y lo cosmopolita de sus títulos y su público. Este proyecto familiar parece sacado de un bosque de Escandinavia. Juega con un shock de verticalidad: las altísimas estanterías, que en su parte inferior son ciegas y que se van haciendo transparentes para dejar pasar el sol. El efecto de entramado recuerda al concepto japonés Komorebi que se refiere a los rayos que se filtran entre las hojas de los árboles.
El ambiente es tan cálido como erudito. Su nombre está inspirado en la filosofía desarrollada por Gilles Deleuze y Félix Guattari en su obra Capitalismo y Esquizofrenia, que postula: “No seamos uno ni múltiples, seamos multiplicidades. ¡Hagamos la línea, no el punto!”.
Ese brotar en ramas, en diferentes e inesperadas direcciones describe el espíritu de este exótico espacio de encuentro que conjuga libros, café y cerámicas. Un aire de bohemia y cultura que, de algún modo, contrarresta la imagen de frivolidad que se tiene de José Ignacio. Rizoma ofrece una importante selección de más de 10.000 títulos en un diseño del arquitecto argentino Diego Montero que invita a quedarse en silencio y dejarse llevar por las portadas. Allí mismo se levanta el taller de cerámica de Marcela Jacob, cuyas piezas y esculturas están expuestas en un espacio que oficia de galería de arte, en el que hay obras de la artista y colegas a la venta.
La data:
Entregan libros a domicilio a vecinos y visitantes de la zona, desde Laguna Garzón hasta Santa Mónica.
Qué leer:
El placer, de Maria Hesse (Editorial Lumen España.) es una invitación al deseo femenino en una de las novelas gráficas más elogiadas por medios como Elle y EsquirE. Delicado y visceral, íntimo y personal, el relato nos cuenta el camino hacia el despertar sexual de la autora, una senda tortuosa de culpa y desconocimiento, que sorteó gracias a una insaciable curiosidad y al sabio ejemplo de mujeres que supieron explorar el misterio y el poder de la sensualidad, enfrentando a los prejuicios de su época como Lilith, María Magdalena, Safo, Eve Ensler, Colette, Anaïs Nin, Simone de Beauvoir, Anne Sexton, Mata Hari, Betty Dodson, Marilyn Monroe, Erika Lust e incluso Daenerys Targaryen. Un mapa del placer femenino para que lo exploremos todas. El dibujo como reflejo de realidades y fuente de revelaciones.
Una guía sobre el arte de perderse, de Rebecca Solnit, tiene muchas dimensiones: si es posible perderse en un territorio, también lo es extraviarse mentalmente, perderse en sentido figurado, desorientarse y desaparecer, para llegar a un hallazgo, con inteligencia y sensibilidad. Desde las expediciones en el continente americano hasta la pérdida de la memoria familiar, lo perdido y la extinción en este libro nos embarcan en una travesía afectiva e intelectual, sin brújula aparente, para encontrar a cada paso observaciones perdurables.
La Juanita, un entorno natural que enamora. - Créditos: Gentileza
5. Cocina esteña y coctelería musicalizada bajo las estrellas
Todavía más internados en el bosque, rodeados de campo, nos encontramos con Comunal, una cantina que viene a democratizar la alta gastronomía uruguaya con un brioche de pulpo con salsa romesco, música francesa en vivo y on demand. La que va es pedirse un Bloody Mary y unas alcachofas trufadas con láminas de parmesano. Otras opciones: croquetas de mejillones con un dip de chilli y lima. Burrata ahumada con duraznos asados y vinagre de frambuesas. Pesca artesanal con ensaladilla de tomates orgánicos y rabanitos; quinoa crispy con verdes de la huerta; o puré de boniatos con manteca de salvia: la guarnición la elegís vos. El postre también, nosotras nos quedamos con el flan de claras con toffee. Y el pudding de dátiles con salsa inglesa. En Bandejas, Fernando de Leo musicalizando.Todo sucede en el “triángulo” que componen los bosques de La Juanita, las playas de José Ignacio, y el campo de Garzón.
Qué pedir: Cremoso de kale con castañas de cajú. Álvaro Martínez aporta su toque uruguayo al estilo ítalo-francés de cada plato. Una carta amplia y deliciosa, con múltiples opciones gluten-free y veganas. Más las sugerencias diarias y especiales del chef, como la pavlova, que aromatiza con agua de azahar, crema de cardamomo y frutas de estación.
La data:
Los martes hay ronda de jazz. Clásicos del jazz acompañados con clásicos del chef: “para que todos podamos disfrutar de un verano relajado en José Ignacio, La Juanita, mi lugar desde hace 25 años, pero nuestra segunda temporada en La Cantina”, expresó Álvaro. Los miércoles catas como las de Gastón Figun, un amigo de la casa y sommelier argentino en Uruguay hace 20 años. En el Piso 1 de la Comunal podés degustar chardonnay, pinot Rose y tannat, junto a platitos como látkes de papa, crema ácida y ciboulette o tartare de remolachas en masa filó.
Attenti: Durante el verano están organizando pop ups. En enero vinieron los chicos de Níspero, un gastroproyecto que revaloriza la culinaria regional correntina del noreste argentino. También arman noches de luna llena, para celebrar el punto del ciclo lunar de su completa iluminación, con liberación.
6. Un bar de tapas, vinos y home-made vermú
Pintxo de caviar o de cordero con yogurt. Jamón serrano. Tablas de queso con quinotos. En mano, una copa de Albariño de Garzón. De plato fuerte, paella, y la excusa para destapar un botella diferente, que nos hable de nuevos terroirs de Uruguay. Como un espumoso del norte, de Tacuarembó, método tradicional, Domaine De L´arvol, propiedad de una inversionista francesa.
El suelo donde se encuentra la vid es de areniscas, generados por dos siglos de lluvias y vientos que erosionaron las piedras de los cerros, logrando un sitio que transmite identidad propia a la fruta. Por su parte, Bodega Sierra Oriental Paraje José Ignacio, del emprendedor Rodrigo Diz, trabaja vides en este suelo único que dota de mineralidad y elegancia a sus vinos.
Qué pedir: En temporada de camarones, vuelve la ensaladilla rusa, con mayonesa casera y pesca confitada. O el curry de garbanzos con camarones frescos.