7 lugares escondidos de la Ciudad que podés descubrir este fin de semana

La Ciudad de Buenos Aires, a veces, se impregna de ese mismo espíritu. Con una enorme cantidad de perlas turísticas, muchos citadinos la recorren casi sin mirar. Así es como, a la vista de todos, existen lugares únicos y mágicos. Armamos una guía de siete spots imperdibles que seguro te falta conocer:

“Empezó la mudanza” dice un posteo del 4 de junio en el Instagram de Oficina De Libros, una librería “secreta” que hoy ocupa una de las tantas oficinas del Palacio Barolo. El palacio nace como un edificio para alquilar oficinas y para reproducir la obra de Dante Alighieri (la construcción está inspirada en la Divina Comedia). Su cúpula termina en un faro giratorio que se ve desde Uruguay; a los secretos que guarda el espacio (como el par de ascensores que usaba Luis Barolo para evitar a sus inquilinos), se une la librería. El espacio cuenta con algunas bibliotecas donde se pueden encontrar novedades nacionales e internacionales, así como ejemplares de editoriales independientes (Sigilo, Fiordo, Eterna Cadencia). También podés encargar un libro que quieras y recibirlo entre 24 y 72 h; hacen envíos al extranjero.

El Cementerio de la Chacarita no es uno de los lugares más lindos de Buenos Aires. Aunque guarda el recuerdo de grandes personajes de la cultura, en nada se parece al concurrido y señorial Cementerio de la Recoleta. Sin embargo, vale la pena acercarse hasta la puerta principal, caminar hacia Av. Elcano bordeando el cementerio, y llegar a un parque relativamente nuevo en la ciudad. Parque Elcano fue terminado en 2017, tiene posta aeróbica (aparatos para hacer deporte al aire libre), mesas de ping pong y hasta un aro de básquet. Lo más impresionante son los inmensos portales de piedra por los que se ingresa, un destello de Foro Romano porteño, pero en Buenos Aires. Las ruinas pertenecen al cementerio que antes llegaba hasta donde hoy termina el parque.

Hasta hace no tanto, los vecinos del Parque Centenario que caminaban por Diaz Vélez al 4674, podían enterarse de los servicios que brindaba Pedro leyendo el ventanal de su sastrería. Desde 1975 y por 45 años, también podían ver, detrás de la vidriera, escudado en su maquina Singer, a Pedro trabajar confeccionando ropa a medida para los vecinos del barrio de Caballito. La sastrería estuvo cerrada un año antes que Valeria y Santiago abrieron en febrero su local de café especialidad. Hoy los vecinos que pasan apenas ven unas banquetas altas en la vereda y, el distraído que pasa sin reparar en los cafés humeantes que sostienen esa sillas, quizás no comprenda del todo qué es ese lugar.

“Creemos que la dedicación, como tuvo Pedro, hace la diferencia”, cuentan las caras detrás de Sastre Café. La decoración interior (apenas un dos ambientes con baño) es hace homenaje a su pasado: un maniquí de sastrería, una máquina Singer, viejas revistas que enseñan el arte del corte y la confección. En el local también pueden comprarse vinos orgánicos y café para moler en casa. ¡Hasta los bancos Taiwan, que son una insignia del lugar, pueden ordenarse para llevar!

Increíble, pero cierto: en Buenos Aires está el museo más completo de la banda británica que cambió la historia de la música. Hay dos en el mundo: The Beatle’s Story en Liverpool (Inglaterra,) y otro en medio del Paseo la Plaza (Av. Corrientes 1660). La diferencia con su doble inglés es la cantidad de piezas que se pueden ver: en el argentino se encuentra la colección de Rodolfo R. Vázquez, quien ganó dos años seguidos el récord Guinness a la colección betlemaníaca más grande a nivel mundial. Entre los menos obvios hay ositos de peluche (los “Beatle Bears”, de colección limitada), paquetes de figuritas de 1960, anillos con la cara de los icónicos artistas. Repasando la colección de figurines, que reúne piezas en cerámica o plástico, se puede ver cómo fue cambiando la imagen de la banda a lo largo del tiempo.

En pasaje San Lorenzo al 380 hay que pararse de la vereda contraria. Así se puede apreciar la puerta verde inglés, los 2.30 m. de ancho que cubre la fachada del edificio y los ladrillos a la vista de la parte superior que rodean un pequeño balcón con ventanas altas por donde salir. La leyenda del barrio dice que perteneció a un esclavo liberado por su dueño, pero esta versión no coincide con las fuentes investigadas por arqueólogos del Centro de Arqueología Urbana de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UBA. La casa fue restaurada y se puede visitar el patio interno, ver las paredes de revoque de barro batido, los trazos rojo punzó de las puertas, color que distinguía a los federales de los unitarios en tiempos de Juan Manuel de Rosas.

Si llegas hasta la casa mínima, vas a tener que darte una vuelta por el Zanjón de Granados y recorrer un patrimonio arquitectónico descubierto por casualidad cuando se quiso restaurar una casa ubicada muy cerca de la miniatura residencial del pasaje San Lorenzo.

Si hay un lugar lindo y tradicional en Buenos Aires es el barrio de San Telmo. Su mítica plaza y su radio de pocas cuadras es un lugar preferido y más concurrido. Pero si se caminas por Defensa (apenas pasar por debajo de la autopista Balbín) aparece la Pulpería Quilapán, un club social, bar, almacén, multirubro que recuerda la función originaria de estos establecimientos fundamentales para la vida en el campo hasta fines del siglo XIX.

En esta casa (que pasó de ser en 1822 una casona de notables, a conventillo en 1890, a taller mecánico en 1961, y finalmente, pulpería en 2012) se puede comer al aire libre, escuchar música en vivo y hacer visitas guiadas. En el museo se pueden ver todo tipo de objetos de antaño como una tele Predicta Philco, uno de los modelos más requeridos en los inicios de la televisión, hacia la década del ‘50, porque, entre otras cosas, podía girar sobre su propio eje. Así como objetos curiosos como el inodoro de Urquiza. Se puede participar de talleres para aprender a cocinar empanadas salteñas. Si te gusta pintar, podés participar del taller de pintura y volver a casa con tu propio pingüino tailor-made.

En Colegiales, un lugar lindo de Buenos Aires que quizás nunca viste es el pasaje General Paz. Construido en 1925, hoy conserva algo del espíritu de la vida en comunidad, muy común en la época de la gran inmigración y los conventillos. Tiene 3 pisos de departamentos que dan a un patio interno, adornado con plantas, con aire de aljibe, y piso a cuadros. Es un ejemplo de lo que se llamó “vivienda colectiva”, donde las familias vivían en una sola pieza y todos compartían baño y patio. Los puentes que conectan las dos alas del edificio son construcciones muy poco frecuente en la actualidad; un diseño que promueve la sociabilidad entre vecinos.

Si caminas por la calle Zapata o Ciudad de la Paz, su arteria paralela, vas a toparte con las rejas negras que impiden el paso a los extraños. Desde afuera se puede ver bastante bien. Otra opción es esperar a que algún vecino pase, y te invite a conocer el pasaje. Una oportunidad para practicar tus social skills y animarte a la aventura.