Los errores son grandes fuentes de aprendizaje. Capitalizalos.
Probablemente ya hayas escuchado que es importante fallar para aprender de tus errores. Y es normal si odiás que te digan eso porque ¿quién quiere equivocarse y tener que volver a empezar? Le pedimos a Fernando Massau, especialista en Marketing y autor del libro "Punto de partida" (que relata historias de superación y enseñanzas magistrales de grandes emprendedores) que nos contara por qué, en su opinión, el fracaso es tan imporante.
Variables que no controlamos
Es importante tener un "Plan B" o plan de emergencia para nuestro negocio, porque, nos guste o no, el único escenario posible no es el que nosotros planificamos, sino que puede haber miles de factores externos que afecten el proyecto. Massau nos muestra algunos ejemplos.
"Aun cuando un buen empresario está rodeado de especialistas para cubrir las áreas que desconoce, existen «variables no controlables», que, tal como su nombre lo indica, difícilmente se pueden prever. Estas variables incluyen una serie de elementos que pueden tener un efecto directo en el desarrollo de un negocio, como:
- decisiones políticas,
- estructuras legales,
- cambios macroeconómicos
- o desastres naturales.
Veámoslo así: nadie podría haber previsto que en 2001 la aerolínea Pan American, una de las más grandes e icónicas del mundo, acabaría en la quiebra por un atentado terrorista. O el caso de Napster, la primera gran aplicación para escuchar música a través de Internet, la cual contaba con millones de usuarios en todo el mundo, que debido al fallo de un juez, en el año 2002 se vio obligada a cerrar su operación.
Las variables no controlables forman parte de la vida cotidiana de un empresario. Desde un pequeño negocio familiar hasta las más grandes corporaciones internacionales, todos son vulnerables. Incluso la economía de una nación está expuesta a variables no controlables que pueden conducirla al default.
Hace algunos años, en un viaje a Europa, escuché la historia de cómo Holanda, la quinta economía más fuerte del viejo continente, se fue a la quiebra por una simple flor.
A fines del siglo XVI, Ogier Ghislain de Busbecq, el embajador austríaco en Turquía, un apasionado floricultor, regresó a su país tras finalizar su período como embajador. Una vez en Austria, entregó como obsequio para el rey unos bulbos pertenecientes a una exótica flor que había traído del país oriental, a la que se conocía con el nombre de turban. Los bulbos obsequiados fueron inmediatamente plantados en los Jardines Imperiales de Viena.
Años más tarde, un holandés que vivía en Viena, el encargado de mantener los Jardines Imperiales austriacos, decidió regresar a Holanda y llevarse consigo una selección de aquellas exóticas flores. Durante muchos años las mantuvo plantadas en secreto dentro de su propio jardín, pero una noche alguien ingresó a su casa, y las robó.
El turban solo florecía una o dos semanas al año, carecía de olor y no se le había encontrado ninguna aplicación medicinal; pero, a pesar de ello, toda la nación parecía estar cautivada por su increíble belleza. Tanto era así que rápidamente se convirtió en un objeto de ostentación, en un símbolo de riqueza que llevaría a elevar astronómicamente el precio de los bulbos.
Hacia 1630, el mercado de los bulbos generaba rentabilidades del 500 % anual, lo que motivó a toda la nación a invertir cuanto dinero tenía en el comercio especulativo de esta especie.
La última operación exitosa se realizó en enero del año 1637, cuando se vendió un lote de noventa y nueve bulbos por 90.000 florines, el equivalente a 10 años de salario de un trabajador. Al mes siguiente se puso a la venta un lote de medio kilo de bulbos pero no se encontró ningún comprador. Fue entonces cuando la burbuja estalló, los precios comenzaron a caer en picada y no hubo manera de recuperar la inversión; todo el mundo vendía y nadie quería comprar. Se habían comprometido enormes sumas de dinero para comprar aquellas flores que ahora no valían nada.
Grandes bancos, poderosos terratenientes e importantes mercaderes se declararon en quiebra, y arrastraron con ellos a una de las potencias económicas más grandes del mundo. Para finales de ese mismo año, por culpa de una simple flor, Holanda se declaró en bancarrota. En la actualidad, los Países Bajos son la quinta economía más fuerte de Europa y el turban, más conocida como «tulipán», es su flor nacional.
Un error común de muchos emprendedores es creer que no existen otros escenarios más que los previstos por ellos mismos. El problema está en que cuando se encuentran frente a estos imprevistos, en lugar de ajustar sus decisiones según el panorama que se presente, terminan paralizándose por completo".
Equivocarse, ¿un impedimento?
Otro consejo a tener en cuenta, según Fernando Massau, es, al equivocarnos, saber aprender del error y buscar otros posibles caminos a partir del fracaso. Mirá los casos que nos muestra.
"En cada una de las decisiones que tomamos en nuestra vida diaria, desde la más simple hasta la más compleja, corremos el riesgo de equivocarnos. Pero el error más grande que un emprendedor puede cometer es pensar en las equivocaciones como impedimentos, ya que el verdadero obstáculo no es cometer errores, sino ignorarlos.
"El error más grande que un emprendedor puede cometer es pensar en las equivocaciones como impedimentos, ya que el verdadero obstáculo no es cometer errores, sino ignorarlos".
Honestamente, nunca conocí a ninguna persona que le gustara equivocarse, pero en muchas ocasiones los errores son lo mejor que nos puede suceder.
Hay cientos de ejemplos de errores que condujeron a grandes éxitos. A finales del siglo XIX, en Carolina del Norte, un farmacéutico llamado Caleb Bradham, quien durante años intentó buscar la cura contra la dispepsia, desarrolló un jarabe azucarado que, aunque no era muy efectivo contra la enfermedad, comenzó a ser consumido por su sabor. En 1902 Caleb decidió vender el concentrado como un refresco y registró la marca bajo el nombre "Pepsi".
En 1902, en Minnesota, Estados Unidos, nacía la empresa Minnesota Mining and Manufacturing Company, la cual hoy debe su nombre a sus tres iniciales y es conocida como 3M. En el año 1944, un asistente de laboratorio de la empresa derramó un químico experimental en sus zapatillas deportivas, trató de lavarlas, pero no pudo. Las semanas pasaron y notó que la parte de su calzado donde cayó el químico permanecía limpia, mientras que el resto de la zapatilla se ensuciaba. Los investigadores de 3M se dieron cuenta de que era un protector ideal para telas. Así nació el Scotchgard y ahora es la marca líder a nivel mundial en protección de tejidos.
El más emblemático es el caso de Alexander Fleming, quien en 1929 dejó por error abierto uno de los frascos de laboratorio con los que estaba trabajando. Al día siguiente descubrió que, por su descuido, una de las placas de su microscopio tenía un hongo poco común. Resultó que ese hongo había destruido todas las bacterias con las que estaba trabajando. Un tiempo después lo bautizó con el nombre Penicillium notatum; mas conocido como "penicilina". Con los años, la penicilina se convirtió en el antibiótico más utilizado en todo el mundo.
Los errores constituyen la oportunidad de aprendizaje más valiosa que puede tener un emprendedor, siempre que sepa aprender de ellos correctamente, sin evadir su responsabilidad y aprovechando al máximo esa oportunidad de mejora.
Un estudio que publicó la prestigiosa revista Psychological Science reveló que las personas que piensan que pueden aprender de sus errores tienen una reacción cerebral que les permite recuperarse exitosamente después de cometerlos. Por el contrario, la gente que asume los errores en sentido negativo se frustra y vuelve a fallar.
Como ahora ya sabés, el verdadero éxito de un emprendedor no consiste en nunca equivocarse, sino en aprender a capitalizar sus errores".
EJERCICIO: Cuando hoy cierres tu jornada laboral te proponemos que hagas una lista de todos los errores o fracasos de tu carrera. Una vez que la tengas pensá:
- ¿Cuáles de estos errores fueron por variables no controlables?
- ¿Qué lecciones aprendiste de cada uno de ellos?
- ¿Qué oportunidades se te abrieron en ese momento?