Guerra en Ucrania: cómo la viven argentinos expatriados en Europa
Emigraron por trabajo y en búsqueda de lugares más previsibles para vivir y desarrollarse; la pandemia primero y la guerra después los mantiene con angustia y, algunos, se replantean sus decisiones
10 de marzo de 2022 • 10:01
Candela Mónaco vive en Barcelona
Se fueron a Europa por trabajo, era el lugar de la estabilidad y las certezas. Sin embargo, estas argentinas y argentinos que migraron, hoy en un contexto de guerra se sienten en peligro. El conflicto bélico en Ucrania los toca de cerca; sus familias en la Argentina, a veces, se sienten muy lejos.
Miedo a planificar, conversaciones tomadas por la guerra, compañeros de trabajo que reciben refugiados ucranianos en sus casas, otros que piden en grupos de redes sociales recomendaciones de sitios donde comprar insumos bélicos para enviar a Ucrania, campañas solidarias para los afectados por la guerra. Tristeza, angustia, ansiedad en muchos de ellos.
Según cuentan, se mantienen muy cerca de otros expatriados, como en red; están en permanente contacto con sus familias en la Argentina para llevarles calma (fue difícil el día en que Rusia tomó una central nuclear en Ucrania); tratan de no ver demasiadas noticias. Estas son algunas de las estrategias para “que no cunda el pánico”, como dice la productora audiovisual Agustina Chuliver Perez, porteña, en París desde hace 4 años.
Por ahora no piensan en volver, coinciden las personas consultadas. Pero también surgen frases como las que comparten desde Berlín Guido y su esposa Tatiana: “De a ratos se siente más seguro estar en Argentina que acá”. O la que lanza Candela Mónaco, desde Barcelona: “¿Habré hecho bien en venir, qué hago acá lejos de mi familia? Con estas cosas una se replantea todo”.
Agustina vive en París
1) Agustina Chuliver Perez
28 años, de ciudad de Buenos Aires, vive en París hace 4 años, es productora audiovisual y estilista
“A la guerra la vivo con mucha angustia, mucha pena por el ser humano, tristísimo. Me genera mucha empatía con la gente que lo vive en primera persona. Trato de que no cunda el pánico, informándome lo que hace falta, pero sin sobreinformarme, porque creo que es dañino. Trato de seleccionar bien qué noticias leo, cómo me informo para preservarme”, dice.
-¿Se cuela la guerra en lo cotidiano?
-Está vigente en las conversaciones con amigos, en los carteles en la calle, en las manifestaciones. En eso sí se ve, está presente. Y la pequeña alarma de estar atentos a ver qué sucede como para tomar los recaudos que sean necesarios.
-¿Pensaste en volver?
-No me quiero apresurar. Tengo la esperanza de que va a estar todo bien y que se resolverá en breve, que no va a desencadenar algo más complicado y que no hará falta volver. Pero no me quiero adelantar. Hay sí un acercamiento a gente de mi mismo país, de la Argentina, que está expatriada en Francia. Siempre lo tuve.
Tatiana Y Guido, en Berlín
2) Guido y Tatiana
Ambos tienen 31 años, son de Capital; hace un año que viven en Berlín, son sociólogos
Guido conversa con OHLALÁ! desde un tren en Berlín. Cuenta que fueron allí por trabajo: ambos están empleados en empresas de tecnología. Tatiana en una compañía de salud.
-¿Qué están viviendo en Berlín?
-Es loco porque para nosotros los argentinos Ucrania es algo muy lejano, no sabemos casi nada. Pero acá hay una cosa muy cercana con Europa del este. Hay mucha relación entre lo que fue la Caída del muro, la Guerra fría. Se siente muy cercano. Muy concretamente se ve en los alemanes que tienen amigos en Ucrania y en Rusia.
Lo que creo que es interesante, que tanto Tatiana como yo en los laburos vemos es que se armó algo muy solidario en las empresas alemanas que tienen empleados en Ucrania para trasladarlos. Por ejemplo, en mi trabajo hay 38 personas con sus familias que trabajan para mi compañía y los están ayudando a relocalizarse en Alemania, Polonia, los ayudan con los papeles para salir de Ucrania. La gran mayoría está eligiendo irse. También las empresas organizaron colectas, donaciones para alimentos, pañales, de todo.
-¿Cómo les está afectando lo cotidiano?
-Mucho, porque se siente muy cercano. Por ejemplo, una de las empleadas que labura en Berlín, pero es ucraniana, en un chat del trabajo envió una consulta: si alguien conocía un local de armas en Berlín para enviar chalecos, cascos, municiones. Una cercanía con lo bélico y con la guerra que nosotros no tenemos. Acá hay una remembranza con la guerra, hay una cosa muy bélica instaurada, porque es parte de la historia reciente. Yo hablaba con mi jefe que es alemán, tiene 40 y pico años y me decía que sus padres habían nacido en Alemania oriental, con lo cual la ocupación de la Unión Soviética se vive como algo muy reciente. Pero bueno, que un compañero te pregunte dónde hay un local de armas es un poco fuerte.
-¿Sentís que les afectó la salud mental?
-Lo hablábamos con Tatiana. Decidimos consumir las noticias de modo más intercalado, porque ya estamos muy cerca de esto. Hay compañeros de trabajo que, por ejemplo, van a buscar refugiados a la estación de Berlín y los alojan un tiempo en sus casas. Más las marchas, todo el contexto. Es medio angustiante porque es salir de la pandemia para entrar en un conflicto bélico, no es muy alentador que digamos. Hay un estado de angustia generalizado, lo veo en mis compañeros de laburo también, porque tienen miedo de que escale el conflicto a todo Europa. No lo veo tan así, pero sí se respira una angustia generalizada.
-¿Pensaron en volver a la Argentina?
-Lo dijimos medio en chiste los primeros días. No es que estemos pensando en volver, pero sí el clima está denso. Y también los vuelos se empiezan a recortar, hay reprogramaciones de este lado, las cosas se fueron complicando, no como en la pandemia, pero sí un poco. Por ahora no consideramos volver. Nuestras familias están preocupadas, sobre todo cuando fue lo de la estación nuclear, que se decía que una explosión así podía llegar a Europa. Por ahora no pensamos volver, pero de a ratos se siente más seguro estar en Argentina que acá.
Ivana y su familia en Suiza
3- Ivana Eterovich
Nació en San Antonio de Areco, vive en Basilea, Suiza, tiene 51 años. Está casada y es mamá de 3 hijos: Mateo 21, Valentina 19 y Pedro 17. Es decoradora de interiores y hace coaching en decoración a distancia
Ivana cuenta que vive en Basilea desde 2020. Se mudó con su familia en medio de la pandemia. En realidad, por el trabajo de su esposo, viven moviéndose por el mundo. Incluso vivieron un tiempo en Rusia, donde conserva amistades.
“Volvimos a Suiza después de 13 años, ya que Basilea fue nuestra primera salida. Así que volvimos a un lugar súper familiar para nosotros, en donde a pesar de la pandemia nos abrió los brazos nuevamente”, dice. Empieza a enumerar los destinos recorridos: Basilea primero, Miami después (por 2 años), regresaron a la Argentina por 3 años y de ahí se fueron a Moscú, Rusia, por 2 años. Luego, de nuevo Miami y ahora el retorno a Suiza, esta vez sólo con su esposo y su hijo menor, Pedro: los otros dos se quedaron estudiando en New York.
-¿Cómo se vive la guerra desde Suiza?
-Se vive con muchísima tristeza y preocupación. Si bien uno sigue por el momento con su vida cotidiana, estamos muy pendientes de las noticias y de lo que está sucediendo en cada momento. Nosotros vivimos dos años en Moscú y tenemos muchos amigos aun viniendo ahí, así que la angustia es muy fuerte.
Hablo con bastantes amigas que aún viven allá, sobre todo muchas que estaban, como nosotros, por un tiempo por el trabajo de sus esposos y la guerra las encontró viviendo ahí. Muchas están yéndose, organizando un poco todo, algunas dejando sus pertenencias materiales y volviéndose a sus países.
-¿Pensaron en volver a la Argentina ustedes?
-Esto por supuesto nos angustia, nos preocupa, sin embargo, por el momento no hemos considerado volver a la Argentina. Aunque por supuesto iremos evaluando a medida que la guerra se desarrolle. Esto va a tener muchas consecuencias en Europa, por las migraciones, por el impacto económico de la luz y el gas, uno nunca sabe a dónde conduce todo esto.
Candela Mónaco, en Barcelona
4- Candela Mónaco
35 años, es de Capital, está en Barcelona hace 2 años, trabaja en Comunicación en una empresa de accesorios femeninos
-¿Cómo se vive la guerra en Barcelona?
-El clima es de tensión, muy triste, el ánimo es de susto, bronca, también la gente está como desganada. No se puede creer que, estando el mundo en una pandemia, con una crisis climática sin precedentes se le sume una guerra. Es muy loco pensar que estoy como mis abuelos, que les tocó pasar por estas situaciones extremas.
En 2022, decidí con plena conciencia y plena libertad estar acá y que haya sobrevivido a una pandemia y ahora nos toque una guerra es impensado. Súper triste para la humanidad. Todo lo que nos está pasando nos deja mucho para aprender.
-¿Cómo se cuela la guerra en tu día a día?
-Además de lo anímico, en lo económico estamos muy golpeados. El precio de la gasolina aumentó muchísimo, la luz también se disparó, estamos todos -nunca mejor aplicado- en economía de guerra. Nos cuidamos con los gastos, los recursos, estamos súper atentos a desenchufar todo, a apagar las luces. De las noticias que se ven no sabés qué creer, generan mucha tensión, miedo. Ahora lo de la tensión nuclear. No se puede creer. A mí me afectó, además, por los viajes, mi familia, mis amigos. Mis papás estaban por venir y no saben qué hacer. Capaz termino yéndome yo.
-¿Cómo te afecta estar lejos de tu familia?
-Al ser expatriada estas cosas tienen más consecuencia a nivel anímico. Acá estoy sola, no tengo a mi familia. Me vine para buscar un futuro mejor, oportunidades. Y, primero, pandemia y, ahora, guerra. Qué bronca que pasen estas cosas. Pienso: ¿está bien lo que estoy haciendo? Porque nunca sé cuándo se va a afectar a mi familia y a mí, me planteo si vale la pena seguir firme por las decisiones que una toma. Las tomé feliz a las decisiones, pero ahora pongo en la balanza y se me planean distintas cuestiones. Al final del día mi familia es todo y es muy difícil. Es horrible. Mis papás están muy preocupados porque yo esté acá, cerca de la guerra, lejos de ellos. Esto nos altera bastante, he estado mal, muy angustiada y uno se replantea todo. A la distancia estos golpes se magnifican y se replantea lo que es importante: ¿Qué me vine a hacer acá?
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