No puedo acordarme cuál fue el primer gato que vi en mi vida. Es probable que haya sido Gringo, un gato desclasado pero con toda la elegancia gatuna que era capaz de desplegar en un territorio que compartía con un perro cruza de policía y un loro charlatán. El gato era el mimado de mi abuela Julia, en una casa antigua del barrio Villa Cubas, en Catamarca. Antes de él, otros Gringos pasearon por ese patio, otros Halcones ladraron a desconocidos. Es que las mascotas crecían y morían pero sus nombres se mantenían inmutables. Yo descargaba la energía contenida durante el año en la ciudad en los meses de vacaciones y me olvidaba de la prohibición de tener mascotas en el departamento.
Hoy que lo papeles indican que soy adulta, mi fascinación por lo animales continúa. Todavía toco perros y gatos desconocidos, y no puedo evitar -es más fuerte que yo- sacarles fotos a los que me gustan, que son todos. Así, tengo una colección entera con la que podría llenar paredes. No soy muy original, es sabido que los videos de gatitos le ganan a los de sexo en Youtube.
Tengo muchas teorías incomprobables, pero una de ellas es que los gatos están ganando la batalla. Se apropiaron de los hogares con nuestro total consentimiento, los cuidamos, los queremos, les damos de comer, los mantenemos. Todo a cambio de un ronroneo, una mirada cariñosa, de algún momento divertido y muchas horas de sueño. Casi todos mis amigos tienen uno, y los que no lo tienen todavía, están evaluando la posibilidad. Con los perros se complica, necesitan más espacio, y requieren más atención. Los gatos no. Su presencia es más silenciosa, pueden estar horas callados y respetar el malhumor sin decir ni miau. A la tristeza la acompañan, a la mala onda la combaten con su energía, su percepción es mayor que la nuestra. No es casual que los egipcios los adoraran.
Durante el mes de enero me tocó quedarme en la ciudad un poco más deshinchada de gente y dos personas me confiaron sus casas y sus gatos. Sumados a Chiqui y Abril, con quienes convivo, tuve a mi cargo cuatro gatos y tres casas. No fue una tarea fácil, pero sí bastante divertida, sobre todo porque una de las casas tenía pileta. Por supuesto, tuvimos unos de los eneros más lluviosos y frescos de la historia, pero no importa. "Mientras exista WIFI, cualquier lugar se transforma en hogar" reza un dicho alemán.
Los gatos, como las personas, tienen temperamentos muy diferentes. La gente a la que no le gustan (que es una minoría), suele decir que son traicioneros, que siguen a la mano que los alimenta, que son de la casa y que son todos iguales. Nada más alejado de la verdad. Siempre me demuestran su carácter muy definido. Por ejemplo, nunca conocí una gata que fuera tan opuesta a su nombre. Armonía NO es una gata tranquila ni equilibrada. Apenas uno se acerca gruñe con desconfianza. Creemos que nunca pudo superar el hecho de haber sido abandonada en una cajita. Igual recibe mucho cariño de la familia de mi hermana, los quiere a su manera, y se pone sociable cuando está en celo.
Armonía a la distancia.
Armonía muy cerca. Solo para valientes.
Nino es el gato de mi amiga Alicia y se asemeja al del libro en su locura, aunque se parece al Gato con Botas de Shrek. Es demasiado juguetón, al punto de tirar todo lo que encuentra a su paso en los momentos en que se le da por cazar animales imaginarios dentro del departamento. A veces maúlla, lastimero, porque siente las ausencias, y le gusta atrapar todo lo que se mueva, pelotas, ovillos y piernas humanas.
Nino en posición de descanso.
Desde la alturas de un CPU.
Abril es la siamesa más cariñosa del mundo. Hija de Bonnie, me la regaló mi hermana cuando tenía seis meses. Viajó conmigo a Puerto Madryn y al volver, un año después, había cursado una carrera en trepar techos, atrapar pajaritos (el horror) y perseguirme cuando salía en bicicleta. A más de doce años de ese momento, mi compañera de aventuras, hoy con su hermana Chiqui, pasa horas tranquilas, cada tanto pelea con ella por cuestión de celos y le gusta estar cerca –arriba- cuando escribo, leo o duermo.
A Abril le gustan los libros.
También las revistas independientes.
Se suele decir que el vegetariano y el gato hacen buen maridaje. También existen profesiones en donde están más asociados. Profesores de yoga, músicos y escritores… Es común ver prosa y poemas dedicados a ellos. Imposible no pensar en El gato negro de E. A. Poe. Yo misma, en contra de las supersticiones, alguna vez escribí "Que te regalen un gato negro" , con el que tengo el gusto de participar en "Felina: antología para gatos" , en un libro que se publicará en Puerto Rico. Existen fotos de Ernest Hemingway con su amado Snowball, además de otros gatos, y de Julio Cortázar con Teodoro W. Adorno, un callejero francés con el nombre del filósofo alemán.
Dibujo de Brenda Fahey para el texto "Que te regalen un gato negro".
A veces me acuerdo de la loca de los gatos de Los Simpsons, que me causaba tanta gracia, ¡espero no llegar así de quemada a esa edad! Para los solitarios y los familieros, yo recomiendo la experiencia de vivir con un gato como fuente de amor y compañía. Pero sepan que nunca, por más que nos quieran, serán de nuestra propiedad. Ellos son gatos, y con eso es suficiente.
¿Cuál es su experiencia con los gatos? ¿Les gustan? ¿Recuerdan alguno en particular?
Me pueden escribir a kariuenverde@gmail.com
Les dejo un beso grande.
Kariu
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