5 estereotipos de las mujeres con discapacidad que necesitamos derribar
En este 8M, Dani Aza reflexiona sobre lo que significa ser mujer con discapacidad y los estereotipos que el colectivo enfrenta.
9 de marzo de 2023
La inclusión laboral masiva de mujeres con discapacidad, una materia pendiente. - Créditos: Getty
Ser mujer cuesta. Y ser mujer con discapacidad cuesta el doble. Fue en mi adolescencia cuando me choqué por primera vez con una sociedad con ideales los que yo no encajaba. Un choque de golpe que me obligó a atravesar un proceso conflictivo conmigo misma comparándome con esa mujer “esbelta”, “perfecta” pero, sobre todo, “normal”.
Y me encontré con probadores de ropa diminutos, falta de representación y visibilidad, ausencia de accesibilidad ante mis primeros controles obstétricos, entre otras barreras. Tiempo después buscaba mi vestido de novia y me di cuenta de que a la sociedad le resultaba raro que me casara y tuviera pareja. ¿Por qué raro?
Los años pasaron y, aún con ciertos avances, todavía se hace muy difícil hablar de los impedimentos que atraviesan las mujeres con discapacidad. Doblemente excluidas, por género y condición, solemos permanecer ausentes en discursos que giran en torno a la diversidad. Sin embargo, especialmente en esta fecha es fundamental cuestionar esta ausencia, así como los estereotipos, tabúes y prejuicios que entorpecen el camino hacia una verdadera inclusión.
De hecho, ¿cuántas participan de publicidades? ¿cuántas madres con discapacidad podemos ver diariamente? ¿cuántas, acceden a puestos de liderazgo en una empresa?
En el camino hacia la deconstrucción de una perspectiva que anula a la mujer con discapacidad necesitamos erradicar y eliminar una imagen que descree de su posibilidad y capacidad de participar de diferentes ámbitos y espacios para cumplir derechos históricamente rechazados. Un imaginario que percibe a la mujer con discapacidad desde la pasividad, la compasión, la incapacidad y la falla.
Es esta misma mirada que construye distintos tipos de violencia y discriminación, por ejemplo, obstétrica relacionada con el rechazo del ámbito médico y de la sociedad en general a la decisión de una mujer con discapacidad a ser madre.
Es así que históricamente vivencian prácticas de exclusión ligadas al acceso a la salud sexual y reproductiva y falta de información las cuales se profundizan por las condiciones sociales o ausencia de recursos.
Por otro lado, se hace fundamental remarcar la mayor vulnerabilidad que enfrenta la mujer con discapacidad ante violencia física y de género. En este contexto la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, marco regulador, reconoce “que las mujeres y niñas con discapacidad están sujetas a múltiples formas de discriminación y, a ese respecto, adoptarán medidas para asegurar que puedan disfrutar plenamente y en igualdad de condiciones de todos los derechos humanos y libertades fundamentales.”
Por esto y porque es vital adentrarnos en las bases conceptuales que generan y construyen estas actitudes, recorremos 5 estereotipos que atraviesan la vida de las mujeres con discapacidad y que precisamos desterrar si apostamos a una sociedad más igualitaria.
1
No puede ejercer su sexualidad y/o maternar
Históricamente se ha considerado a la mujer con discapacidad no solamente como asexuada sino como imperfecta, carente de sensualidad o atractivo e improductiva. Por eso, la sociedad suele creer que no puede tener relaciones sexuales, pareja, vínculos casuales ya que es difícil que pueda atraer o que una persona quiera estar con ella. Se omite su cuerpo en temáticas tabú como la menstruación o anticoncepción y planificación familiar.
Por otro lado, existe un prejuicio generalizado y gran tabú al considerar su decisión sobre ser madre, o no (en los casos en que esto sea posible) tanto por parte de la sociedad en general como el ámbito médico y hasta la familia. Sin embargo, reconocer el derecho a vivir la sexualidad y a elegir sobre la maternidad es fundamental. En cualquier caso, es la sociedad la que impone estas barreras desde la falta de representación, de políticas educativas y apoyos que promuevan la participación de la mujer con discapacidad.
2
No es “bella”
Hoy en día todavía permanecen estereotipos de género y parámetros de normalidad fuertemente establecidos que dificultan considerar a la mujer con discapacidad desde la diversidad y no desde la falla o el “estar incompleta”. En este contexto surgen discursos de todo tipo: publicidades ofreciendo productos para “estar mejor”, así como imágenes de cuerpos que se ajustan a ideales de belleza establecidos y que representan solamente a una parte de la población. Así, los cuerpos que no siguen determinadas reglas parecen “estar mal” y por eso son víctimas de violencia naturalizada.
3
No puede decidir sobre su vida
El asistencialismo que atraviesa la vida de las personas con discapacidad, especialmente las mujeres, perjudica en gran medida el nivel de independencia y autonomía en la mayoría de los ámbitos cotidianos. Por ejemplo, es común que las personas se refieran a la madre para consultar o preguntar sobre diferentes cuestiones en lugar de dirigirse a la propia persona. Pensarlas como “niñas eternas” no hace otra cosa que impedir su libertad para decidir sobre su propia vida y su cuerpo.
4
No es consumidora
En discursos especialmente dirigidos al público femenino es habitual no encontrar a la mujer con discapacidad representada. Por ejemplo, en publicidades de maquillaje o cuidado personal sigue siendo difícil encontrarlas desde una perspectiva activa y rol de consumidora. Sin embargo, muchas mujeres con discapacidad salen, se divierten, se maquillan o les gusta acceder a la moda.
Aunque con avances, la moda sigue siendo un ámbito exclusivo para mujeres alineadas con ciertas características relacionadas con parámetros de belleza establecidos. Es así que siguen existiendo obstáculos como los probadores no accesibles, falta de apoyos y barreras comunicacionales en comercios.
5
No puede trabajar
Las barreras laborales son una de las principales limitaciones de la sociedad a las personas con discapacidad, y especialmente, a las mujeres, quienes habitualmente son consideradas improductivas, débiles o pasivas. Se imposibilita el ascenso o crecimiento profesional y el acceso a la educación lo que trae, inevitablemente, consecuencias en el desarrollo de la persona. Basta pensar en cuántas abogadas, docentes y médicas, periodistas con discapacidad vemos a diario para darnos cuenta de las falencias que todavía existen en este punto.
Si hablamos de género y discapacidad hablamos del derecho a que todas las personas, sin importar sus características o condiciones pueda tener acceso a los diferentes ámbitos de la sociedad. Hoy los discursos de diversidad y de empoderamiento femenino tienen una deuda pendiente con las mujeres con discapacidad que resulta necesario saldar a la hora de apostar a una sociedad más inclusiva e igualitaria.
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