Club (familiar) de lectura
Nuestro proyecto enero, pese a la resistencia inicial, ya lleva tres años. Se los convido por si les sirve. Y nos vemos en los libros.
19 de enero de 2023
Club de lectura en casa: plan de verano en familia. - Créditos: Getty
Durante las vacaciones leemos más, no importa cuánto leamos durante el año.
O leemos diferente porque el calor y/o las vacaciones nos dejan más calmos, con siestas más largas, con ciudades y agendas más vacías y con la cabeza tal vez más dispuesta o con menos resistencia.
Tengo amigas que solo leen en enero y que reservan libros, como tesoros, para ese momento en el que no tienen que llevar y traer hijos, correr entre el trabajo y la familia o estudiar.
Ese espacio se nos disolvió durante el tiempo de chicle, estirado y sin reloj, de la pandemia. Justo ahí, porque cada uno hizo lo que pudo, practiqué mi tiranía maternal (la uso poco) para obligar a esta gente que vive conmigo a participar de un “proyecto familiar”.
Me miraron de reojo, pero mi reputación me juega a favor: Lo que imaginan suele ser más tremendo que lo que en efecto es.
Durante enero, dije, íbamos a leer media hora por día, en familia, cada uno con su libro.
No me importaba si alguno no tenía ganas y menos me importaba qué libro elegían.
Me fui a seguir con lo mío y los dejé recalculando.
El 1ero. de enero del 2021, después de almorzar, marqué 30 minutos en el relojito de la cocina que hace que no me olvide que puse algo al fuego, agarré un libro y me senté. No puedo decir que era el clima más amigable del mundo. No sabíamos si éramos capaces, pero nos desparramamos en el sillón y arrancamos.
Había nacido nuestro Proyecto Enero.
El Proyecto Enero recargado
Diez días después las hijas ya no salían corriendo cuando sonaba la campana.
Dos ya íbamos por el segundo libro, uno tomaba notas mientras leía y otra se hacía cargo del cronómetro.
Un día llovió y todos, en silencio, ignoramos el límite y creo que nos hubiéramos quedado ahí para siempre.
Lo cierto es que ese primer año lo extendimos durante mucho más que ese mes y un año después, en esos días de calor infernal del 2022, nos miramos y lo retomamos, pero sumamos lo que aprendimos:
No tiene que ser siempre a la misma hora (pero ayuda).
No hace falta tener el living ordenado y los platos limpios para que ocurra. Prioridades, decimos.
Si alguien no está en casa, se junta el resto.
No vale el “hoy no puedo”, todos podemos media hora por día. Todos.
Llega un momento del año en el que se disuelve solito y está bien, siempre tenemos el próximo enero para volver a empezar.
O al menos eso esperamos.
Insistir en lo que nos hace bien
Este año la mayor está de viaje, largo el viaje, y el sillón, a priori, parecía enorme.
Pero empezamos y enseguida sucedió lo que este proyecto nos regala: hay algo que nos excede, se hace un silencio hondo, solo suenan las hojas y los gatos que nos caminan por encima y los suspiros de las letras que no saben quedarse atascados.
Hay días de concentración quirúrgica y otros más dispersos, apurados.
Una media hora estira la eternidad necesaria para acomodar las ansiedades y para volver al eje que se pueda. No es leer. Es hacerlo al mismo tiempo los que nos queremos y estamos.
Esa media hora se parece mucho a todo lo bueno que conozco y es, por derecho propio y ganado, tierra de futuros recuerdos.
Es chiquito mi #ProyectoEnero, pero me pone tan feliz que se los quería prestar, por si les sirve.
Las reglas las ponen ustedes. (Y por las dudas, no hace falta tener una familia tipo, podés ser vos y tu perro, corazón).
Solo sostengan.
El resto ocurre solo y si no fuera yo la que escribe, diría que es casi mágico.
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