Antes y después: ideas para convertir un cuarto en un escritorio creativo con detalles simples

Después, sí, siguió la magia, hice una abertura en la pared que se convirtió en el ventanal que hoy permite, mientras trabajo, la vista al humedal de mi casa, y que llena de luz el ambiente. Y de paso, aproveché para pedirle a una artista ohlalera, Mica Mendelevich (@mendelevicha), un mural increíble que se inspiró en las flores del lugar, una especie de rosa china y la madreselva, que, además de perfumar los veranos, tiene propiedades medicinales. Este fue el marco para crear un espacio inspirador que funciona como home office y como templo personal. 

“El cuartito”, como suelo decirle –aunque es mucho más grande que mi cuarto–, es el lugar donde no solo entreno, sino que también hago mis ejercicios de respiración consciente, meditación y yoga. Así que tengo un sector donde guardo desde las pesas hasta los yoga mats. Como el espacio tiene muy buena luz, funciona como una suerte de jardín de invierno, florecen desde las orquídeas hasta el ficus pandurata que estaba ya en terapia intensiva. Además, tengo varios altarcitos, pero hay uno que funciona como de colección, porque atesoro Ganeshas de todas partes del mundo. Esta divinidad del hinduismo simbolizada por un elefante tiene las propiedades de abrirte camino. Sirve de amuleto para aliviar un conflicto e incluso cuando hay mucho tráfico (podrías cantar un mantra en honor a Ganesha). 

Por otro lado, dudé mucho en poner la biblioteca cerca de la cama –que hace las veces de sillón, pero suele ser de huéspedes–; sin embargo, me gusta cómo se ve en el encuadre de los zooms y ¡me aseguré de que estuviera bien amurada!

Ahora, a veces me cuesta concentrarme con el pájaro carpintero que, de pronto, se posó en una rama. En el delta hay un fenómeno llamado “mal del sauce”, que es una suerte de relajo que te toma y ahí es fácil perder el foco. ¿Mi antídoto? Un escritorio cómodo (¡esta fue mi adquisición más buscada!) y lo más despejado posible y horarios fijos de trabajo. De alguna manera, “ficho” con las responsabilidades del día y evito que las tareas interminables de una casa me distraigan.

¿Qué amo de mi escritorio? Mi miniventilador (Morph), que tiene potencia y luz; mi lámpara Wiz, que funciona dándoles color a mis noches; y mi agenda de La Gran Ola, que me recuerda que aun en las tempestades seguimos remando y nos mantenemos a flote. Desde hace muchos años me acompaña esta silla que recuperé de la basura y hace poco volví a tapizar en cuerina cruda; es un modelo muy cómodo que me permite trabajar con las piernas cruzadas, una postura zen que reúne descanso y productividad, dos energías que reinan en mi espacio.

Agradecimientos: Agradecemos a Valeria Perosanz su colaboración en esta nota.