"Quiero emigrar": ¿cuáles son las claves para hacerlo (y que nadie te cuenta)?
Cada vez más personas eligen armar una nueva vida y emigran hacia otro país. Todo parece emocionante y nuevo, pero hay un montón de cuestiones que van apareciendo con el tiempo que nadie te contó. Te contamos el testimonio de expatriados y expertos que te cuentan el lado B que pocos ven.
22 de septiembre de 2022
El lado B de emigrar. - Créditos: Getty Images
¿Qué es lo que nadie te cuenta de la experiencia de irte a vivir afuera? ¿Qué hay detrás del "quiero emigrar y armar hogar en un lugar distinto"? Según quienes lo hicieron, hay muchas, muchísimas cosas. Hace un tiempo, el periodista argentino Manu Guija se mostró triste y conmovido en sus historias de Instagram luego de despedir a Mariano, un amigo con quien había compartido un piso madrileño durante la cuarentena, cuando el roomate decidió volverse a vivir a su país. Meses más tarde, después de dejar en el aeropuerto de Barajas a su hermano y a sus abuelos, compartió un reel reflexionando sobre un dolor que nadie le había advertido y que parece ser una cláusula irrenunciable del contrato para armar una vida lejos de los afectos: “Estuvimos viajando juntos dos meses, y esto es algo distinto a extrañar, porque todo el tiempo extrañamos a nuestra gente, a nuestras calles y nuestros a bares; la despedida es una mezcla de felicidad por lo que pasó y la tristeza porque terminó y no sabés cuándo va a volver a pasar. El famoso fin de fiesta, cuando en lo mejor del baile te prenden las luces, pero vos estabas para seguir y después irte a un after. Una piña que a veces no ves venir y otras sí, pero que igual no podés esquivar”.
El feed de Manu es una galería de viajes a lugares espectaculares por menos de 50 euros, jornadas de shopping eligiendo muebles para su nuevo departamento, recorridas por barrios donde se come delicioso, escapadas de fines de semana a destinos exóticos y gente cool. A simple vista, la vida aventurera que cualquiera podría soñar. Pero su honestidad brutal deja resonando una verdad insoslayable: a la parte linda la conocemos todas, la fantaseamos perfecta y, para más datos, en cuestión de segundos podemos googlear más argumentos para tomar envión y leer todo lo bueno que se dijo y escribió al respecto.
Detrás de una decisión transformadora como emigrar -o pasar una buena temporada fuera del país de origen-, hay millones de testimonios que desmenuzan las bondades de salir de la zona de confort, hacer amigos, habitar nuevas culturas y, claro, ver otra paleta de los infinitos colores, matices y texturas que tiene este mundo más allá de las fronteras nacionales. Todo es cierto y maravilloso, porque el saldo tiende a ser positivo y los bordes que raspan siempre suman al aprendizaje. Pero si posamos la lupa sobre la letra chica, ¿cómo es la otra cara de la moneda? ¿cuál es el precio? En esta nota, te contamos las siete claves que nadie te dijo sobre irte a vivir afuera.
7 cosas que nadie te contó
1
Las despedidas se vuelven permanentes.
Ese momento, que nunca es gracioso para nadie, parece multiplicarse. O sos vos la que se va al aeropuerto, o te toca despedir a tus seres queridos que te visitan, pero la escena dramática se vuelve más frecuente. Dice la creadora de contenidos de viajes Ceci Saia, que en 2019 dejó Buenos Aires para radicarse en Madrid, que el panorama mejora un poco cuando tenés agendado un nuevo encuentro, por ejemplo, un pasaje para las fiestas. “Saber que los volvés a ver pronto es una curita. Si no, los primeros días estás en un cumple y los últimos en un funeral”.
La nueva es que se suman las despedidas de tus afectos más recientes: los primeros amigos que hiciste cuando llegaste, unos conocidos que te invitaron a compartir tus primeras fiestas lejos de casa, tus compañeros de la facultad que también están de intercambio. Acá está la trampa: esas personas que se convirtieron en tu familia temporal, vínculos más breves pero no por eso menos verdaderos, intensos o menos llenos de amor, más temprano o más tarde van a seguir su camino.
2
A veces toca aceptar un estilo de vida que en tu país no estabas dispuesta.
Desde convivir con desconocidos -compartir un departamento, una habitación, un baño- y ceder confort -renunciar al aire acondicionado, a tus hobbies, deportes y rutinas, a moverte en tu auto, a pequeños lujos cotidianos que en tu lugar de origen dabas por hecho-, hasta elegir trabajos que no tengan que ver con tu formación profesional. Tener en claro tus metas puede ayudarte a mirar ese "empezar de cero" como una inversión, algo que estás eligiendo de verdad. ¿Renunciaste a un prometedor puesto senior y a tu dos ambientes con balcón para hacer changas a la gorra y convivir con tres personas que ni siquiera hablan tu idioma en la otra punta del mundo? La ecuación solo tiene que cerrarte a vos.
3
No es tan fácil hacer nuevos amigos.
Quizás porque sentís que ya tenés un montón, solo que viven lejos. A veces cuesta flexibilizar, abrirse a conocer gente nueva y darles un lugar real en tu vida. Tal vez te sentís un poco sola en los nuevos círculos porque no te une una historia, ni el mismo humor. Pero ojo, “aislarte y sentir que porque tomaste la decisión de mudarte lejos te la podés bancar sola, es una trampa, y armar nuevas redes de afecto es clave para la salud mental y emocional”, advierte Ceci. Abrí el cuore y permití que florezcan los nuevos puntos de contacto con las personas que te rodean, que seguramente tengan que ver con estar compartiendo etapas de la vida parecidas.
4
Te vas y la vida sigue sin vos.
Tus amigas siguen juntándose, tu familia sigue celebrando los rituales de toda la vida y vos ya no formás parte de esas experiencias, a pesar del Zoom y de las videollamadas. También pasa que cuando volvés, usás algún modismo que ya fue hace años o no entendés la forma de hablar de tus amigos. La comunicación cotidiana con tu círculo más íntimo se interrumpe, hay un código común que se debilita por la diferencia horaria o porque la rutina ya no es compartida. "Se arma una vida bifurcada entre el acá y el allá. Y si formás pareja en el nuevo lugar, querés sostener las raíces en los dos lugares y hay momentos en los que tenés que priorizar." cuenta Luciana Beker, una comunicadora que se animó a mudar su trabajo en Google de las oficinas de Buenos Aires a las de Dublín.
5
Vas a sentirte outsider a veces, pero siempre podés armarte una nueva minialdea.
Quizás porque en algunos países siempre vas a ser un outsider "aunque tengas el pasaporte de tu nuevo país porque tus abuelos eran de ahí, aunque tengas papeles, residencia, hagas aportes, y tengas los mismos derechos que cualquier ciudadano nativo, en algún momento, que puede ser en una discusión de tránsito o en la cola del súper, te hacen saber que no sos de ahí", reconoce Manu. ¿Y cómo activás tus mecanismos de defensa? Armando tu mini aldea, rodeándote de gente de tu país, porque todos vienen del mismo lugar, les gusta comer lo mismo, no necesitan explicarse los chistes (ni los memes, ni los stickers de WhatsApp), comparten la nostalgia, los códigos y el idioma.
6
Tus problemas se van con vos.
El operativo huída, lejos de solucionar tus problemas, los complica en un lugar donde probablemente tengas menos recursos, menos ayuda y un contexto menos conocido para resolverlos. "Claro que el cambio de aire siempre ayuda, pero no tener a tu círculo de contención a mano hace que todo cueste un poco más", cuenta Luciana. Inclusive algunas situaciones esperables, como enfermarse lejos de casa, se sienten tremendas, aunque seas adulta e independiente desde hace años. Es importante tener claro para qué te vas y evitar hacerlo desde un lugar de enojo, para poder gestionar las expectativas y las complejidades con más solvencia.
7
Adaptarse consume mucha energía.
Hay que aprender leyes y reglas sociales y de convivencia diferentes. Generar vínculos nuevos y sostener los que dejaste. Desarraigar y volver a echar raíces. Buscar un empleo formal o estudiar. Hacer trámites, sacar la licencia de conducir, tener aportes, abrir una cuenta de banco, conseguir la carta de referencia para alquilar. Conocer el barrio y hacerte de tus lugares. Descubrir qué de todo eso que comen tus nuevos compatriotas se adapta a tu forma de alimentarte. Conocer los barrios, el transporte público, estudiar cómo llegar a cada lugar que quieras ir. Sortear la barrera cultural en el trabajo. Entender el costo de vida, cuánto rinde el dinero para poder administrarte y contemplar que la salud y la educación en el resto del mundo son carísimas. Y todo esto, en un país donde se habla una lengua que no es la materna, escala a otro nivel de dificultad.
En definitiva, un porcentaje inmenso del recurso energético se drena aprendiendo a sobrevivir. Sobre este punto, el balance de Ceci Saia deja ver rayos de sol entre tanto lado B: "Esa misma incomodidad que representa el cambio de costumbres, te hace crecer: se amplían el vocabulario y el sentido de la orientación, los gustos se expanden, empezás a disfrutar de comer cosas nuevas. Una parte de los cambios duele, porque es una renuncia a cosas que no te molestaban, por otras que no necesariamente son mejores, pero a la larga entendés que no vienen a reemplazar lo tuyo, sino a sumar. De golpe tenés más recursos para vivir acá, allá, donde quieras. Esto no tiene que ver con la mejor calidad de vida, estabilidad económica o seguridad que pueda ofrecerte otro país, sino de la experiencia propia y única de exponerte a una situación distinta y aprender de todas esas cosas que enriquecen tu mundo interno".
"QUE EL SALDO SEA A TU FAVOR"
Psicólogo. IG: @sebastiangirona
Depende mucho en qué circunstancias se presente el hecho de emigrar. No es lo mismo solo, en pareja o con la familia. Será diferente también en que etapa de la vida lo hacer, si a los 20, 30 o 50. Dependerá también si es por necesidad o por elección. Tampoco será lo mismo venir con trabajo que llegar y tener que salir a buscarlo.
Emigrar implica un trabajo de adaptación psicológica muy grande y complejo y según tu personalidad esto va a costar más o menos e incluso será posible o no será.
También puede incluir frustraciones según las circunstancias de cada uno, por ejemplo no trabajar de lo que trabajabas en tu país, no poder ejercer tu profesión por diferentes motivos. En ese sentido dependerá de la capacidad de tolerar frustraciones y poder seguir adelante en pos del objetivo que tengas. Me parece fundamental que toda persona que emigre tenga claro el “PARA QUÉ”. No digo el "por qué" sino el "para qué", que está relacionado con el futuro, con tu proyecto y con tu meta. A veces él para que puede tener distintas respuestas y no solo una.
Emigrar es una experiencia completamente subjetiva y cada uno lo vive de forma diferente y desde este punto de vista atenta contra la idealización porque como su nombre lo indica idealizar tiene que ver con ideas y quizá en este caso con ideas generales y preconcebidas.
Los extremos de las emociones también pueden estar incluidas en la experiencia de emigrar, todo puede ser más intenso, lo bueno y lo malo. Todo puede intensificarse en ese sentido y la visita que genera mucha alegría al llegar se opaca al darnos cuenta que esa bienvenida incluye una despedida.
Emigrar es una decisión de vida muy importante y como tal, implica ganar y perder cosas. Creo que la idealización es pensar que solamente voy a ganar y lamentablemente cualquier decisión en la vida implica victorias y derrotas. Se supone que la decisión se puede sostener cuando es más lo que gano que lo que pierdo.