¿Qué es la discafobia? 5 claves para detectarla
La discafobia es el resultado de una larga historia vinculada a la exclusión y discriminación de las personas con discapacidad. La influencer Daniela Aza nos cuenta cómo detectarla en nuestras acciones cotidianas.
30 de septiembre de 2022
Daniela Aza, influencer experta en diversidad - Créditos: Archivo OHLALÁ!
En los últimos años surgieron conceptos asociados a las fobias, como gordofobia, homofobia, entre otros. Poco se habla sobre la discafobia, que es el temor o actitud negativa que provoca la discapacidad y que se manifiesta de diferentes formas.
La discafobia tiene que ver con percibir socialmente a la discapacidad como una falla, un problema o defecto de la persona que debe ser arreglado o curado y es el resultado de una larga y dura historia vinculada a la exclusión y discriminación de las personas con discapacidad.
La influencer en temas de discapacidad, diversidad y resiliencia Daniela Aza define: “La discafobia tiene que ver con una lógica estigmatizante y excluyente que cataloga negativamente a aquella persona con algún tipo de condición. Se trata de un entorno discapacitante que inhabilita, margina y degrada a las personas con discapacidad y que incluye falta de accesibilidad, discriminación, ausencia de representación o incluso de productos inclusivos”. Y reclama: “La plena inclusión en la sociedad es un derecho fundamental al que toda persona debería poder acceder”.
Discafobia: ¿por qué es importante combatirla?
Según el INADI, la discapacidad es la situación de discriminación más denunciada en 2021, lo que evidencia la asignatura pendiente que tenemos como sociedad en cuanto a naturalizarla y concebirla como parte de la diversidad.
Nos dice Aza y coincidimos con que lo que no se visibiliza y discute no puede cambiar. Basta preguntarnos: ¿cuántas personas con discapacidad vemos en la televisión, en novelas como protagonistas, en películas, en publicidades?
“La exclusión en términos de discafobia es un resultado y consecuencia de aquella perspectiva que se ha instalado en la vida cotidiana y que tiende a catalogar y estigmatizar. Por eso, resulta fundamental animarnos a deconstruir la percepción de la discapacidad si es que apostamos a una sociedad inclusiva y empática que no rechace lo diferente y tenga en cuenta a todas las personas y sus cuerpos”, señala la experta.
¿Dónde está la discafobia? 5 claves de Dani Aza
Prestar atención a nuestras actitudes
En nuestro día a día, es muy frecuente reproducir actitudes que promueven la discafobia a través de la exclusión y discriminación. Tal es el caso de muchos ámbitos donde aún la persona con discapacidad no es incluida como el ámbito educativo o el laboral (el rechazo a incluir alumnos/as con discapacidad, la no incorporación en el trabajo) pero también los entornos recreativos, turísticos o comerciales. Muchas veces se encuentran aisladas o marginadas, así como invisibilizadas. No queda atrás el ámbito médico el cual en ocasiones no aborda a la persona con discapacidad de la manera adecuada, esto es, respetando su independencia y modos de hacer, sus ritmos y particularidades (por ejemplo, en servicios de salud sexual en el caso de mujeres con discapacidad).
A la hora de tratarla es importante actuar con naturalidad, tener en cuenta sus necesidades y opiniones y hacer a esa persona partícipe de actividades o iniciativas.
Disminuir las barreras físicas y comunicacionales
Los obstáculos físicos y comunicacionales, así como falta de apoyos forman parte del entorno discapacitante que no permite a las personas con discapacidad desenvolverse libremente e inhabilita para realizar las actividades como cualquier otra persona. Tapar rampas y estacionamientos es el ejemplo más claro en cuanto a discafobia se refiere ya que tiene que ver con no respetar el derecho de la persona con discapacidad a circular. Por otro lado, rampas en mal estado o no construidas adecuadamente también forman parte de los impedimentos que diariamente las personas con discapacidad enfrentan, así como falta de accesibilidad en el transporte.
Resulta necesario eliminar también las barreras comunicacionales que afectan a personas con discapacidad auditiva, visual e intelectual entre las que se encuentran la falta de intérpretes en lengua de señas, sistema braille y pictogramas.
Cuidar el lenguaje
Las palabras y conceptos que elegimos no son casuales. Por el contrario, nos hablan de una manera de percibir el mundo y las personas. Cuando no somos conscientes de esto, solemos reproducir términos que perpetúan la exclusión y la estigmatización. La lástima y compasión hacia las personas con discapacidad fue incorporándose al lenguaje con palabras como “padece” o “pobrecito” que suelen generalizar y no reflejan la realidad de la discapacidad. En ocasiones sin mala intención o voluntad, se suelen destacar logros tildando de “héroes” a las personas con algún tipo de discapacidad o, por el contrario, dudar de las capacidades.
Los insultos como “retrasado/a” , “mogólico/a” no solamente dejan entrever la falta de empatía, sino que obedecen a un imaginario de la discapacidad que tiende a pensar a los sujetos del colectivo como incapaces, dependientes y vulnerables.
Debemos ser responsables por las expresiones y palabras utilizadas a la hora de discutir o intercambiar opiniones en diferentes ámbitos como el político (por ejemplo “este Gobierno es autista” es incorrecto y estigmatizante).
Ampliar los productos y servicios
Hablar de diversidad es común en estos días. En este contexto, las marcas y empresas están apostando a ampliar su público destinatario a través de diferentes propuestas. Sin embargo, a menudo las personas con discapacidad permanecen aisladas de las iniciativas que se suelen encarar en pos de una mayor representación, así como utilización de productos y servicios. Es así que el desafío hacia la erradicación de la discafobia también consiste en amplificar la audiencia y tener en cuenta poblaciones que históricamente fueron marginadas. Tal es el caso de las personas con discapacidad quienes diariamente se enfrentan a barreras y obstáculos en el acceso a diferentes productos y servicios. Es por eso que resulta imprescindible por parte de empresas, marcas y organizaciones un foco no solamente en el diseño universal que contemple la diversidad de usos y experiencias sino apostar a prácticas más humanas e inclusivas que se plasmen en procesos, entornos, espacios, representaciones (en locales y negocios, en el trato, en la comunicación) y que piensen a la persona con discapacidad como consumidora, cliente, compradora, en definitiva, como persona.
Experta consultada: Daniela Aza. IG @shinebrightamc
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