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Aceptá el caos: claves de la neurociencia para que el desorden te vuelva más creativa

A veces el caos tiene mala prensa, pero puede volverse un aliado. Desde las neurociencias, nos proponemos entender por qué habitar el desorden es parte de nuestra vida y condición indispensable para crear algo nuevo.


Aceptá el caos: es una herramienta que puede despabilar tu creatividad.

Aceptá el caos: es una herramienta que puede despabilar tu creatividad. - Créditos: Getty Images



Pareciera que es un tema transversal de estos tiempos: la sensación generalizada de que las horas no alcanzan, la creencia de que la vida se aceleró, como si viviéramos cada día corriendo una carrera para llegar a ninguna parte, impulsados por quien sabe qué. En una era en la que padecemos, pero casi normalizamos que habitamos el caos, nos entremezclamos con él. Como si fuera una ola inmensa que, inevitablemente, nos toma y nos arremolina, y nos lleva enroscados entre la masa de agua salada y la arena, en completo desorden, hasta alguna orilla.

En el medio, vivimos: apurados, intermediados por pantallas –durante muchas más horas de las que consideraríamos saludables-; con la atención dispersa en diez temas abiertos a la vez, con la procrastinación como hábito instalado. La comunicación se complejizó, reemplazamos un llamado telefónico por un audio de WhatsApp que después será escuchado x2, o una charla que tendría que ser un café en vivo queda postergada con un “arreglamos pronto” que nunca se concreta porque no hay tiempo ni agenda. La casilla de correos explota de mails de trabajo mezclados con newsletters, mensajes sin responder y toneladas de spam.

Cuesta conectarse, la sensación es de desborde permanente, de estar “corriéndola siempre por detrás”. Y ni hablar cuando se suma el contexto a la conversación: la crisis y la incertidumbre son dos constantes para definir no solo el país en que vivimos, sino el planeta mismo. ¿Será que el caos es un mal de estos tiempos? ¿O será que el caos es parte? Vivimos sin tener clara la respuesta, y aun si ambas son, de algún modo, afirmativas, la pregunta más habilitadora no es ninguna de las anteriores, sino una nueva que nace de ellas: ¿cómo podemos habitar el momento presente –con sus luces y sombras, su ritmo y sus demandas-, de una manera más agradable y, ojalá, expansiva? Si nuestro paso por el mundo es fugaz, entonces que sea bello, disfrutable y una experiencia de aprendizaje, no dependerá del caos reinante, sino de nosotros. Del reencuentro con nuestro propio eje, la única certidumbre en medio del desorden. 

Nuestro cerebro y la antifragilidad

acepta_el_caos-principal.jpg - Créditos: Ilustraciones por Flori Rodri

Partamos de nuestra propia biología: el cerebro humano está preparado para adaptarse a los cambios del entorno, o sea, al caos. La prueba es que, como raza humana, llevamos miles de años de evolución para llegar a ser como somos hoy. Estamos equipados con habilidades, capacidad de aprendizaje, flexibilidad, adaptación. No obstante, la forma en que nos enseñan y aprendemos está más preparada para la estructura y es menos flexible. A eso debemos sumarle que vivimos en entornos cambiantes, llenos de desafíos y de... caos.

El pensador libanés Nassim Taleb centró su trabajo sobre ideas vinculadas al azar y la incertidumbre, y asume que son unas de las grandes fuerzas de la realidad y que, frente a ellas, el ser humano se muestra frágil frente al mundo. Pero postula que, en medio de este escenario, hay una estrategia de supervivencia: la de ser “antifrágiles” y aprender el arte de movernos en lo incierto. ¿Cómo? Reaccionando con ingenio, transformando una situación de dificultad o estrés en aprendizaje, encontrándonos con nuestro propio poder, detectando oportunidades en los problemas. Floreciendo en el caos. Él usa la metáfora de la hidra: la serpiente a la que, al cortarle la cabeza, le nacen de esa herida dos cabezas más. Es encontrar el poder en lo difícil, reaccionar con ingenio. Claro que esto no es sencillo. Por eso, para asegurar la supervivencia, Taleb propone no exponerse de forma innecesaria a peligros de alto impacto; desarrollar la “opcionalidad” –actuar por ensayo y error– y... arriesgarse.  

No todo caos es el mismo caos

“En realidad, no es que hoy hay más ansiedad, más estrés o más problemas que en otro momento de la historia: es que nuestras expectativas de bienestar cambiaron”, explica Sofía Geyer, consultora, divulgadora y docente, especializada en innovación, ciencias del comportamiento, neurociencias y transformación organizacional digital y experta consultada para esta nota. Hoy en día, tenemos menos problemas que antes –¡imaginemos lo que era el mundo en la Segunda Guerra Mundial!–. Entonces, percibimos la realidad dependiendo de las expectativas que tenemos. Después de la pandemia, por ejemplo, hay expectativas que se transformaron: despertamos a búsquedas nuevas, nuestra generación –distinta a otras, como la de la cultura del esfuerzo– se cuestiona todo. Hay un despertar de conciencia.  

Si hablamos de caos, es importante hacer una distinción: no es todo lo mismo, y en general hay soluciones disponibles. Así como hay distintos tipos de contexto, hay distintos tipos de caos y de resoluciones –o no– de ellos. Dave Snowden, experto en estrategia y en sistemas complejos, desarrolló, allá por el año 1999, el modelo o Marco Cynefin –palabra que viene del galés y significa “entorno” o “escenario”– para identificar y trabajar sobre distintos tipos de entornos en forma estratégica. Snowden propone que frente a una situación podemos ver cuatro escenarios: simple, complicado, caótico y complejo. Los tres primeros son gestionables de distintas maneras, el último no.  

Contexto simple: puedo anticiparme al problema, puedo buscar una solución por mi cuenta y la consigo (“veo que va a llover y salgo, entonces me llevo el paraguas”).  

Contexto complicado: no lo puedo resolver sola, pero sí contratando a un experto (“se rompió el calefón, llamo al plomero”). 

Contexto caótico: no permite racionalizar, hay que actuar (“hay una pandemia mundial, tenemos que seguir trabajando en forma virtual”). 

Contexto complejo: propone desafíos nuevos que nadie conocía antes y no se puede asegurar encontrar la solución al problema. Solo podemos ensayar, probar, examinar los resultados y adaptarnos. Aquí necesitamos generar contextos de experimentación y donde el error sea de bajo impacto, usando la creatividad, la innovación y la comunicación (“soy emprendedora y voy a lanzar un nuevo producto, pero primero lo testeo en mis diez mejores clientas”). 
 

6 habilidades para surfear el caos

Entonces, si el caos es inevitable y el desafío es aprender a convivir con él, ¿qué habilidades necesitamos para atravesarlo y sacar lo mejor de él? 
 

  1. 1

    La creatividad de lo chiquito. Motivarnos a resolver problemas cotidianos de manera creativa. 
     

  2. 2

    Flexibilidad y adaptación. Si hay caos, las cosas van a cambiar. Lo que más cuesta es animarse a soltar lo anterior, hay una resistencia, pero es imprescindible. 
     

  3. 3

    Capacidad de aprendizaje rápido. Porque no se trata solo de aprender, sino de aprender rápido. Para adaptarme, necesito aprender algo nuevo.  
     

  4. 4

    Pensamiento de futuro. Se trata de no dar por sentado que las cosas pueden ser de una única manera. En un mundo tan cambiante, tenemos que tener la capacidad de pensar en distintos escenarios, no de manera lineal.  
     

  5. 5

    Regulación emocional. Tenemos que ser capaces de gestionar nuestras emociones en el camino, de trabajar nuestro autoconocimiento, la aceptación y el dejar ir. Identificar las emociones, ponerles nombre. 
     

  6. 6

    Aprender a colaborar entre nosotros como personas. Frente a lo caótico, nadie se salva solo. La creatividad, la resiliencia grupal y el apoyo mutuo son fundamentales.

Experta consultada 
Sofía Geyer 
Consultora y docente, especializada en innovación. 
@sofiageyer.innovacion.

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