Neurociencia: 3 emociones positivas para cultivar el bienestar
En el libro Upgrade cerebral (El Ateneo), la psicóloga y doctora en Medicina Teresa Torralva nos enseña cómo darle un impulso al cerebro para potenciar las habilidades ejecutivas en la vida cotidiana.
12 de octubre de 2022
¿Cómo cultivar emociones positivas para tu bienestar? - Créditos: Getty
En el libro Upgrade cerebral (El Ateneo), Teresa Torralva, psicóloga y doctora en Medicina, enseña cómo darle un impulso al cerebro para potenciar las habilidades ejecutivas en la vida cotidiana. Y sostiene que la generación de emociones positivas, como la alegría, la gratitud, el optimismo, la esperanza y la serenidad para tener un mayor bienestar.
Según señala, diferentes estudios demostraron que el optimismo y la capacidad de mantener la esperanza son factores protectores para la salud. “Las personas optimistas tienen más iniciativas, son capaces de planificarlas, llevarlas adelante y además persisten en ellas, en comparación con las no optimistas”, menciona. Además, ser optimista se relaciona con una mayor capacidad para disfrutar de situaciones diversas y confiar en que los problemas a la corta o a la larga se pueden resolver.
3 emociones positivas para cultivar el bienestar
1. Optimismo:
Torralva cita estudios que demuestran que quienes son más optimistas tienden a tener hábitos más saludables, como ser propensos a hacer más ejercicio, no fumar, lo que obviamente procura una mayor esperanza de vida. Señala que, aunque algunos son más optimistas que otros por naturaleza, como todo, el optimismo se entrena. ¿Cómo? Entendiendo que implica un estilo de vida atributivo; esencialmente, una forma en que les damos significado a los eventos diarios.
Richard Davidson, doctor en Neuropsicología e investigador en neurociencia afectiva en la universidad de Wisconsin-Madison, demostró que el optimismo se puede fomentar a través de cierto entrenamiento. Propuso una herramienta llamada: best posible self (mi mejor yo posible). Se trata de una técnica de pensamiento futuro que ha demostrado efectos eficientes en el bienestar general de las personas. Este ejercicio requiere que una persona visualice y escriba sobre un futuro en que ha conseguido sus objetivos. Se demostró que mejora el bienestar y potencia emociones futuras positivas.
2. Esperanza:
La esperanza es otra de las emociones positivas que se vinculan con el aumento del bienestar general, de la salud mental, física y social y con un estado motivacional positivo. Favorece que la persona persista en la búsqueda del objetivo a pesar de la baja probabilidad de éxito.
El efecto positivo de la esperanza está demostrado en estudios que asocian altos valores de esperanza con un aumento en las conductas de prevención de la salud. Quienes presentan un gran nivel de esperanza, se comprometen más con hábitos de tipo saludables. Además, cuando la enfermedad aparece estas personas tienen una mejor adherencia a los tratamientos y presentan mejores estrategias para afrontar la enfermedad.
Los efectos beneficiosos de la esperanza también se demostraron en el ámbito educativo con estudiantes de diferentes niveles de escolarización. Los estudiantes con buenos niveles de esperanza tienen mayor éxito académico, se comprometen y motivas más con sus estudios y tareas, presentan menos tasas de abandono y tienen mejores relaciones sociales con sus compañeros.
Brené Brow, profesora e investigadora de la Universidad de Huston que estudia este tema hace años, existen diferentes maneras de fomentar nuestra esperanza, pero de base se necesitan tres factores: establecer objetivos realistas sobre algo alcanzable, abordar nuestras metas de una manera práctica y tercero y lo más importante: creer en nosotros mismos.
3. Gratitud:
Otra emoción clave para favorecer el bienestar es la llamada gratitud. Gran cantidad de investigaciones clínicas –que cita el libro– señalan que ser agradecido tiene efectos duraderos en la vida de una persona.
A nivel cerebral, ser agradecido, generoso, así como ser optimista y tener esperanza activa mecanismos neurales asociados al circuito de placer y recompensa, lo que produce una sensación de felicidad y satisfacción duradera, cuya base fisiológica se encuentra a nivel de los neurotransmisores. Cuando expresamos gratitud, nuestro cerebro libera dopamina, serotonina y noradrenalina, neurotransmisores que influyen sobre nuestras emociones, sobre nuestros niveles de ansiedad y modulan las respuestas inmediatas al estrés.
Al practicar regularmente la gratitud, podemos ayudar a que nuestras vías neuronales se fortalezcan y, en última instancia, instalen una naturaleza positiva permanente dentro de nosotros. Existen maneras de practicar la gratitud, con algunas prácticas diarias como: hacer una pausa consciente y respirar profundamente; hacer una lista de agradecimiento y realizar una contemplación de acción de gracias, es decir, una vez terminada la lista leerla en silencio.
Nos recuerda la autora del libro: la gratitud no es una inclinación natural, no siempre viene dada, por lo que requiere tiempo, esfuerzo y disciplina.
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