NICOSIA, Chipre.- Africa, Asia y Europa son tres monstruos que abrazan y contienen a la isla de Chipre. La proximidad con ellos hasta la hace dudar de su identidad. Todo está cerca: 103 kilómetros al Este, Siria; 70 kilómetros al Norte, Turquía; 380 al Sur, Egipto, y un extremo de Grecia, a 270 kilómetros. Por su posición geográfica pertenece a Asia. Pero, por tradición, forma de vida y costumbres, sus habitantes se consideran europeos. No se equivocan, nada hay de exótico ni de oriental, sólo la sensación de estar afuera, pero identificada con un continente que la adoptó.
Es la tercera isla más grande del Mediterráneo, después de Sicilia y Cerdeña. La población es de 710.000 habitantes y recibe 2.200.000 turistas por año, en su mayoría ingleses y alemanes, que pasean su blancura sin ninguna inhibición. Las cifras lo dicen todo: viven del turismo y tratan de explotar sus recursos naturales al máximo. Las playas, las ruinas antiguas y las iglesias medievales son su fuerte.
De tiempos inmemoriales
Visitar Chipre es como tirarse por un tobogán al pasado, para luego ir ascendiendo en el tiempo en un ascensor que se detiene en cada siglo.
"Dondequiera que excaves encontrarás algo importante", lo dijo al pasar, entre muchas otras palabras y casi sin advertir la magnitud de su afirmación. La mujer de pelo corto y voz agradable se refería a los 9000 años de historia grabados en la tierra, que se remonta a la Edad de Piedra. Es una de las más antiguas registradas en el mundo. En la zona de Kalavasós, cerca de Larnaka se encontraron pinturas neolíticas que datan del 7000 a.C.
A pesar de las muchas ruinas descubiertas, todavía esconde en sus entrañas restos de las diferentes culturas que la habitaron a través del tiempo.
Primero se asentaron los aqueos, después llegaron los fenicios, los asirios, los egipcios y los persas. El rey Evágoras de Salamina fue quien hizo de Chipre un centro político y cultural del mundo griego e introdujo su alfabeto. Más tarde llegó Alejandro Magno y luego formó parte de la dinastía de los Ptolomeo de Egipto, hasta que fue anexada al Imperio Romano.
Cuando el imperio se dividió en dos, la isla quedó incluida en la parte oriental, en lo que fue el Imperio Bizantino. Durante las Cruzadas, Ricardo Corazón de León se apoderó de Chipre y lo vendió a la Orden de los Caballeros Templarios. Más tarde llegó la República Veneciana y el Imperio Otomano.
Cada pueblo dejó la marca de su paso, con trazos que perduran indelebles, aunque la cultura y costumbres griegas son las que más se destacan. Chipre es como un tapiz que se fue bordando muy lentamente con las mejores perlas de cada período. Hay objetos y pinturas prehistóricos, antiguos templos griegos, iglesias bizantinas, mezquitas turcas, monasterios, villas romanas con artísticos mosaicos en el piso, castillos de la época de las Cruzadas, tumbas antiguas, iglesias góticas y fortificaciones venecianas.
Por último, en 1878, pasó a manos de Gran Bretaña, hasta que en 1960 logró la independencia y se proclamó la República de Chipre, aunque los ingleses todavía conservan dos bases soberanas en la isla. Este es el fin de una historia y el comienzo de otra, la que puso a prueba la convivencia pacífica de grecochipriotas y turcochipriotas.