Acordes desde la Puna infinita
5 de diciembre de 2010
Sí, hallar a Vivaldi en la dulce tierra jujeña puede constituir para el inquieto viajero un recuerdo imborrable.
Así fue promediando noviembre. Salimos a recorrer aquellos olvidados caminos de la Puna, arrimando al límite con Bolivia, los que, impensadamente, nos pusieran frente a tan conmovedor acontecimiento.
Partimos desde Abra Pampa, población al norte de Humahuaca sobre la ruta 9, hacia el primer destino del viaje, la laguna de Los Pozuelos. Paraíso de la naturaleza convertido en monumento natural, incluido en la lista de humedales de importancia internacional por la presencia de tan diversas especies de aves.
Recorrimos unos 50 km por la ruta provincial 7 hasta una inmensa planicie donde se esconde la laguna a lo largo de 25 kilómetros, entre cordones montañosos, y donde habitan, entre otros, miles de flamencos. El rosa de sus plumas hace un horizonte pleno de belleza.
Alcanzamos la construcción del encargado del lugar y desde allí, a 3600 metros, nos internamos hasta el borde de la laguna. Luego anduvimos con el corazón alborotado por una inmensidad que parece nunca acabar, con la sola compañía del viento, mientras a lo lejos las aves levantan su vuelo.
Desde allí emprendimos camino hacia el Norte tras un segundo punto de destino, el pueblo de Santa Catalina, extremo septentrional de nuestro territorio. Antiguo pueblo minero de calles empedradas, nacido en el siglo XVII, que conserva su iglesia de aquella época y los misterios de la Puna jujeña.
Nuevamente transitar los caminos al cobijo de un cielo que puede verse intensamente azul, acaso porque allí no hay maldades, donde alguna pastora cuida sus rebaños, al tiempo que llamas y vicuñas son testigos asombrados de nuestro pasar.
Sin duda llegar hasta esos lugares coloca al viajero en diálogo inmediato consigo mismo. Paisaje donde parece no haberlo recorrido nadie, donde la pisada marca su huella en la tierra seca que el viento implacable muy pronto borrará, donde no hay árboles y uno se pregunta quiénes son los dueños de estos animales.
Más tarde, Cieneguillas sería la próxima etapa del recorrido, ya próximos a La Quiaca, típico pueblo de frontera, que habría marcado el final del viaje. Sólo restaba el regreso por la ruta 9 rumbo al sur.
Sin embargo, vaya sorpresa nos depararía llegar a Purmamarca. Era domingo, mientras desde la capilla que preside esa plaza del lugar, tan presente de artesanos con sus coloridas mantas y sus magníficos tejidos, fue escuchar los acordes de un Aleluya. Ingresamos a ese pequeño y bello espacio de la fe para encontrar a un numeroso grupo de niños virtuosos con sus instrumentos, conformando, junto a algunos jóvenes, una orquesta de cuerdas, dirigidos por el maestro Sergio Román Jurado. La Orquesta Infanto Juvenil de Jujuy, núcleo del llamado Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Jujuy, conformado por 550 niños, adolescentes y jóvenes, de 4 a 21 años, de toda la provincia.
Las cuatro estaciones, de Vivaldi, y Piazzolla y Mozart provocaron tan largos aplausos para hacer del escenario lugareño algo más bello aún, provocando que el alma andariega descubriera seguro refugio.