MANAOS.- La ciudad tiene atracciones de toda clase en medio del ruido y el ajetreo, entre ellas el Teatro Amazonas o, en otras palabras, el Teatro Opera, un vestigio bien nítido de los tiempos de bonanza, cuando el caucho era una fuente de riqueza. Expresiva obra arquitectónica, construida a finales del siglo XIX, en el techo de su solemne recinto principal se puede apreciar una pintura que reproduce la Torre Eiffel.
El edificio parece una isla en medio de otros con arquitectura más moderna. Fue levantado cuando Manaos, de hecho independiente de Río de Janeiro -entonces capital del país-, mantenía contacto directo con puertos europeos.
Se impone echar un vistazo al Mercado Municipal Adolpho Lisboa, frente al Río Negro, donde se venden productos de la selva, incluso artesanías. Fue inaugurado en 1882 y es una réplica en menor escala del extinto mercado Les Halles, de París. Su imponente estructura de hierro se aprecia desde el interior, donde se encuentra de todo. Colorido y pintoresco, congrega muchas personas alrededor de los puestos, que le dan una atmósfera especial e identifican a la ciudad y su cultura.
Caminando por el lugar se puede palpar, oler, preguntar. Los comerciantes ofrecen frutas, verduras, pescados, hierbas silvestres. Es mercadería llegada en los barcos procedentes de la selva. Allí están las famosas frutas amazónicas, grandes jugosas y pulposas, deleite para el paladar. Acerola, cajú, graviola, taperebá, entre decenas de variedades. Después vienen las barracas colmadas de ananás, cocos y bananas.
En la bulliciosa área de los pescados, si se anima a resistir durante la visita el olor imperante, se podrá ver que el golpe del cuchillo troza variedades rarísimas ante el cliente. También se pueden encontrar tiendas de productos relacionados con los ritos esotéricos, como macumba y umbanda. Fuera del mercado, no muy lejos de allí, asoma la zona franca, libre de impuestos, donde hay de todo y para todos, especialmente para los adictos al consumo.
Entre las coloridas escenas del viaje figura el puerto principal, con sus idas y venidas. Aquí llegan y zarpan embarcaciones que navegan por el río Amazonas, el más importante del mundo. Es la autopista de la selva. Unos van a Santarem y Belém, otros a Iquitos. Los tradicionales barcos de madera de un piso, que son el principal medio de transporte por el río, amarran junto a los muelles flotantes del Río Negro. El puerto es el punto de partida para conocer esta curiosa parte del mundo en medio de la espesura. El ajetreo es incesante.
Gran movimiento de pasajeros y mercaderías. Transbordadores más pequeños y lanchas privadas se arremolinan alrededor de los barcos para cargar y descargar pasajeros. Los vendedores de comida andan por todo el puerto. De mediano porte, los barcos son abordados por decenas de personas. A bordo, tienden hamacas paraguayas para dormir en el viaje. Hasta se anuncian shows en vivo para la noche.
Un espectáculo que vale la pena ver de madrugada es la llegada de los barcos cargados con pescados, ocasión en que se producen animadas transacciones entre los pescadores y los comerciantes para obtener los mejores precios. El olor a pescado es denso en el aire.